jueves, 2 de diciembre de 2010

La invasión de los girasoles mutantes


Episodio 28: ¿Es tiempo de venganza?
Walker esquiva golpes. Está más que claro que los cortes que le ha producido el bisturí hacen que Jeremiah vaya mucho más lento, pero aun así su rapidez es mortal y a Johnnie le cuesta cada vez más esquivar las embestidas del Líder de la Corporación. Ha conseguido hacerle un par de cortes más, nada serio, heridas superficiales, pero que también sangran. El problema es que hace ya unos minutos que el bisturí salió disparado de su mano y sabe que es cuestión de tiempo que uno de los golpes de su oponente le deje inconsciente y entonces todo se habrá acabado. La verdad es que eso antes no le hubiera importado, cerrar los ojos de una maldita vez, dejar de pelear y sumirse en la nada del más allá, pues, por supuesto, él jamás ha creído en que hubiera nada después de la muerte. Pero con el Doctor volviendo de la tumba convertido en no sé qué y esos medio ángeles revoloteando  por encima de sus cabezas, el Diablo y todo aquel desbarajuste, ya no sabía que demonios creer. Ni siquiera la idea de la muerte podía servir de consuelo en aquel condenado mundo. Esquiva un golpe directo al cuello pero acto seguido el Líder le propina un demoledor golpe con la mano abierta en el pecho que le lanza contra el suelo. Su primer instinto es levantarse, pero su cuerpo le dice delicadamente, con una violenta sacudida de dolor que le recorre de arriba abajo, que se lo tome con más calma. A su derecha, a un par de metros, puede ver el destello salvador del bisturí. Sabe perfectamente que no llega pero aun así estira la mano, como quien mira a las estrellas en busca de respuestas que sabe nunca llegarán. El Líder se acerca a él renqueante y le pisa el antebrazo, por suerte, no puede diferenciar bien el dolor que le produce el pisotón del que le recorre el resto del cuerpo.
- Es lo que me cabrea de verdad de las ratas –dice el Líder-. Que no sabéis cuando rendiros. Cuando ha llegado vuestro final y seguís pataleando y mordiendo sin parar.
- Acércame el cuello y verás lo que es morder, bastardo.
- Ya está bien de dramatismos, muchacho. Esto ha acabado.
Para aseverar su afirmación, pisa con más fuerza el brazo de Johnnie que, ahora sí, ya empieza a discernir cual es el dolor del pisotón.
-Nosotros no importamos, canalla. Vendrán más, serviremos como ejemplo. Ahora sois visibles y es evidente que se os puede golpear.
- En algo tienes razón, niño. Serviréis como ejemplo, pero no de la forma que tú crees. Vuestra insignificante rebelión ha sido aplastada casi antes de empezar y eso le demostrará a cualquier cucaracha lo que les pasa a quienes se atreven a interponerse en nuestro camino.
- Ya no hay nada que temer. Hemos fracasado, pero al menos hemos reducido a escombros tu pequeño sueño de locos. No tienes nada, solo un puñado de monstruos psicópatas. Tus hombres han huido, tus generales han muerto y el mundo sabrá que no sois más que un puñado de locos. Solo es cuestión de tiempo que la gente se vuelva a levantar.
El Líder, cegado por una furia maligna, aumenta la presión de su pie sobre el brazo de Johnnie, quien hace todo lo posible por no quejarse, para no darle a su enemigo, en el último momento, la satisfacción de verle sucumbir, de verle rendirse.
-Tus miras son tan estrechas que aun no te has dado cuenta. Levantaré otra vez el IV Reich y cuando acabe no habrá nadie que deseé levantarse contra nosotros, porque solo poblarán la tierra aquellos que sean dignos.
-Eres un demente. Nadie te ha dado el derecho para que decidas quien merece vivir y quién no.
-Si un hombre es lo suficientemente fuerte para coger las riendas de su destino, para coger el mundo y torcerlo a su voluntad, tiene derecho a hacer lo que quiera. Es lo que tu mente limitada no alcanza a entender.
- Ya, pues lo que tu mente superior no alcanza a entender es que en esta habitación hemos entrado dos.
Jeremiah se gira al momento pero es tarde. Bridge le clava el bisturí en el ojo con un gesto fugaz y certero. El Líder empieza a gritar de forma espantosa con las manos en el rostro, revolcándose por el suelo. Bridge se acerca a él y la emprende a puntapiés con el hombre hasta que este se queda muy quieto. Entonces, con un gesto la verdad que nada grandilocuente, como quien se agacha a coger las llaves que se la han caído, Bridge mete la mano en el bolsillo del Líder y saca el dispositivo que se supone destruirá la plaga de girasoles mutantes. Lo alza hasta su cara y lo mira sin demasiado interés.
-Es curioso –dice-. Tantas cosas pendientes de algo tan pequeño.
El dispositivo se le cae al suelo chocando pesadamente. Johnnie, que ha empezado a incorporarse, le lanza una mirada asesina. Así que Bridge se agacha rápidamente y sin más ceremonias aprieta el botón rojo. Le sorprende el hecho de que no siente nada demasiado especial. Luego ayuda a levantarse a su amigo.
-Venga, salgamos de aquí, muchacho. Nos hemos ganado unas vacaciones.
-Y que lo digas, amigo –responde Johnnie, mientras va recuperando la movilidad de su cuerpo, lo que también hace que sea, más que nunca, consciente de todo el dolor que aqueja sus miembros-. Un momento, Bridge, donde está ese malnacido.
Cuando giran la cabeza para buscar a Jeremiah, ven que está junto a una de las paredes. Sangra por los cortes que Johnnie le ha producido con el bisturí. Sangra por la terrible herida el ojo. Pero esta vivo y lanza a los dos compañeros una mirada absolutamente asesina, bueno, más bien media mirada. No dice nada. Está ahí y un segundo después la pared gira y el Líder desaparece. Bridge hace el amago de salir detrás de él, pero Johnnie le agarra.
-Déjale, es solo un pobre hombre tullido y solo. Déjale que rumie todo su amargor, ya encontrará su merecido.
Trabajosamente, apoyados el uno en el otro, Bridge y Walker empiezan a andar hacia la salida.
- Por cierto, Bridge. Buen golpe, directo al ojo –dice Johnnie.
- Ya, sí. ¿Sabes? Apuntaba al cuello.

Hasta aquí hemos llegado, piensa Helen. Al fondo de la sala pueden ver la puerta de salida, con la palabra EXIT escrita luciendo con un leve tono verde como si fuera la puerta al cielo. El problema es que la sala está llena de girazombis que les rodean por todos lados. Allí están, las dos, espalda con espalda y, sin ningún tipo de duda, piensa que es el momento más extraño de su vida. Lamentablemente también va a ser el último. No le parece extraño que su vida vaya a acabar estando la Capitana Celin Delpy cerca, pero hubiera sido más lógico haber encontrado la muerte a manos de esa mujer, no luchando codo con codo con ella.
-Irónico, ¿no? –dice Celine.
-Ahórrate los discursos, cariño. No le demos más vueltas al hecho de que no vamos a salir de aquí.
Saben que en cualquier momento los zombis atacarán, de hecho es bastante extraño que no lo hayan hecho ya. Aprieta con fuerza la empuñadura del cuchillo. Cierra los ojos por un segundo. Llegó la hora y piensa enfrentarla, no hay más. Así son las cosas. Decide, en último momento, que prefiere lanzarse contra la marabunta que dejar que ésta le coja agazapada. Así que se lanza contra  uno de los zombis, justo cuando la cabeza de éste estalla y le salpica con fluidos y partes de cerebro. Los demás empiezan a chillar y sus cabezas empiezan a correr la misma suerte. Las dos chicas se abren paso a través de los zombis que chillan de forma horrible y estallan, esparciendo su interior por todas partes. Cuando Helen y Celine llegan por fin a la calle, la luz del alba les da una áspera bienvenida. No se detienen, siguen corriendo, por las calles de una ciudad moribunda.

Ya no quedan balas. Los Npehilim están cansados y su fuego cada vez brilla menos, tanto es así, que Jacob destroza cráneos de zombis y girasoles con un cuchillo y con las propias manos. Francis Connor golpea con la culata del fusil a todo aquel engendro que se cuelga del boquete, abierto por una explosión, de la pared del edificio. Pero los monstruos se encaraman ya a cada saliente y empiezan a subir. Ese es el final, ya solo queda llevarse cuantos más engendros puedan por delante antes de irse para el otro barrio. Un girasol se lanza contra él, está apunto de lanzarle las pipas pero Connor le gira la cabeza justo a tiempo. El girasol se retuerce, le golpea con las manos y con los pies. Connor sigue girándole la cabeza hasta que oye un chasquido y el monstruo cae al suelo. Pero solo para que otro le sustituya.
Jacob corta cabezas, manos, rompe cráneos, pero parece que por cada enemigo muerto surgen tres de las cenizas de éste. Algo detrás le llama la atención, se gira todo lo rápido que puede, pero solo para ver como un girasol, con las garras extendidas, vuela por los aires hacia él. Se pone en guardia en un segundo, pero en su interior sabe que es tarde, que el ataque del girasol le ha cogido por sorpresa. Un segundo después lo que llega hasta él no son las garras afiladas de la criatura, sino un montón de líquidos. El girasol ha estallado por los aires. Jacob no entiende lo que pasa, pero a su alrededor todos los enemigos están sucumbiendo entre terribles chillidos. En pocos segundos, todos los monstruos de la planta han estallado y un terrible sonido viene de fuera, de la plaza. Todos los supervivientes miran por los boquetes de las explosiones y ventanas y ven un espectáculo dantesco, como cientos, miles de enemigos, estallan en pequeñas explosiones verduzcas, rojas y amarillentas. Los chillidos hielan el corazón y se elevan llenado toda la ciudad. Connor piensa que debe ser uno de los amaneceres más horrendos que el mundo ha visto si eso se está repitiendo por todo el planeta. Unos minutos, eso es lo que tarda todo en acabar. Luego el silencio. Un silencio como esa cansada tierra no había sentido muchos años. Cuando Jacob y Connor, seguidos de todos sus hombres, bajan a la plaza, ésta está cubierta por un lago viscoso de un extraño color que les cubre hasta los tobillos.
- Parece que lo han conseguido –dice Jacob.
- Si, solo hay que averiguar a que precio.
-Ningún precio será alto. Al menos para el mundo.
Connor da instrucciones para que sus hombres empiecen a preparar la partida. Algunos deben encargarse de buscar tropas enemigas rendidas y ponerlas bajo custodia y otros deben buscar vehículos que funcionen para preparar la marcha. En cuanto a él, está tan cansado que no quiere ni pensar en dar una sola orden más. Solo quiere dormir durante diez días, al menos.
- Por ahí se acerca alguien –dice Jacob señalando a cuatro figuras se acercan hacia ellos. 
Las armas  se levantan pero no tardan en bajarse al ver que se trata de Johhnie, Bridge, Helen y una mujer alta que Connor solo vio un par de veces, hace tiempo, pero que no iba a olvidar. Cuando llegan todos se abrazan.
- ¿Qué hace ella aquí? –Pregunta Connor señalando a Celine.
-Escapamos juntas  -dice Helen-. Es el único mando de la Corporación que hemos atrapado o que ha sobrevivido. Será un juicio interesante.
Rápida como una centella, Celine coge por detrás a Helen y apunta a su sien con la pistola.
-¿Juicio? ¿De verdad pensabas que me iba a dejar atrapar como un corderito? Bien, chicos. Esto es lo que vamos a hacer, la señorita y yo nos vamos a ir y cuando yo este a una distancia que considere segura, la soltaré. Todos hemos visto películas, así que sabéis como funciona. Si alguien nos sigue, si veo algo raro, bla, bla, bla, bla, la chica muere.
-Más vale que me mates, puta, porque cuando me sueltes pienso acabar contigo –escupe Helen.
-¡Venga! Si yo pensaba que ya éramos amigas.
Celine empieza a retroceder, arrastrando con ella a Helen. Pero algo puntiagudo le pincha en la espalda. Antes de girarse ya sabe lo que es.
- Suéltala.
La voz de Peter es más fría y cortante que la propia hoja de Tadeusz que le pincha en la espalda. Suelta a Helen, quien se separa con furia y se vuelve a lanzar contra ella, pero levanta la pistola y a apunta a la frente.
-Quieta, fiera –dice Celine sonriendo con tristeza-. O no me iré sola.
En ese momento varias decenas de armas apuntan a Celine. Peter aparta la espada, se pone delante de ella y sube la hoja hasta el cuello de la mujer.
-Tira el arma.
Celine obedece. El aire casi se detiene, nadie habla y si se escuchara detenidamente podría oírse el latido  de los corazones.
-¿A qué esperas? Mátala –dice Helen.
-Es tu venganza, amigo –dice Johnnie-. La tienes delante. Es lo que esperabas.
Peter no mira a nadie. Solo mira al cielo, con una sonrisa melancólica en el rostro. Como si estuviera lejos de allí. Y la verdad es que le encantaría estar muy lejos de allí. Mira a Celine y se da cuenta de que la belleza del rostro y los ojos de es dríade moderna podrían hechizarle de nuevo. Pero ahora él es más fuerte. Ahora es distinto. La espada pesa en la mano. Pero es un peso extrañamente reconfortante. Vuelve a sonreír. Baja la espada.
-Vete. No quiero volver a verte. No vuelvas a cruzarte en mi camino ni en el de ninguno de mis amigos. Vete tan lejos como puedas.
-¿Estás loco? No podrás volver a mirar por encima del hombro. Si no la matas tú la mataré yo –dice Helen echando mano del cuchillo.
Peter, sin mirarla, levanta la hoja de Tadeusz y apunta a la cara de Helen, que se detiene al momento. Johnnie da un paso adelante pero Bridge le agarra del brazo. Celine, le tira un beso a Peter y aprovecha el momento para salir corriendo. Peter mira con extrañeza a Helen y baja la espada. Se acerca a la chica y le da un beso en la frente.
- Lo siento. Pero la venganza te seca. La venganza me ha convertido en el ser triste, solitario y oscuro que soy ahora. Así que veámonos de este vertedero y pillémonos una buena. 

2 comentarios:

Mercy dijo...

No puedo creer de cuanto me he perdido...me encanta, prometo leerlo y degustarlo como beber un buen café negro ( o un buen shot de Tequila)
Mil gracias por volver a llenar el huequito de mi corazón!!!!
Besos!

Doctor Spawlding dijo...

Un placer que te pases también por aquí. Llegas casi al fial, pero hay queda escrito para cuando tengas tiempo, espero que te guste. Un beso.