sábado, 18 de junio de 2016

La invasión de los girasoles mutantes 2. Proyecto Voz de Dios.

Episodio 20. Cosas terribles que se cagan en la filosfía, Horacio. 

A veces las cosas suceden por suerte. O a veces por necesidad. Dulce Town es una mezcla de ambas. Cuando comenzó la invasión de los girasoles y la gente se escondió en el subsuelo, dando lugar a las ciudades subterráneas que permitieron a la raza humana sobrevivir, algunos desarrapadados, con más fe que esperanza, azuzados por la desesperación y las ganas de sobrevivir, tuvieron una idea. Los antiguos teóricos de la conspiración creían en la existencia de una base ultra secreta del gobierno estadounidense en algún punto del desierto de Nuevo México. Mucho más secreta que el Área 51. Más escondida, escavada en el subsuelo mediante explosiones nucleares que el gobierno siempre desmintió. Si realmente existía ese lugar no habría mejor sitio para esconderse de la desastrosa y demencial invasión que asoló el planeta. Así comenzó una peregrinación por el desierto, huyendo de las inclemencias, de los monstruos. Pocos quedaban y ninguno con demasiada esperanza ya cuando encontraron una puerta, bien oculta en un oscuro valle del desierto. La base existía, llena de armas, de suministros y abandonada. Aunque las puertas de seguridad que conducían a las secciones inferiores de la base y a sus más oscuros secretos nunca pudieron ser abiertas, fue el escondite perfecto para unas pocas decenas de refugiados que allí consiguieron, invisibles al mundo, subsistir a la invasión mutante. Cuando ésta acabó, la ciudad se extendió más allá de los túneles. Se construyeron edificios y murallas alrededor con materiales desechados y en poco más de tres años, alimentados por el comercio con tecnologías sacadas de la base y por el agua del manantial subterráneo que la alimentaba, se convirtió en una ciudad próspera, aunque poco dada al contacto. Cinco años después de la caída de los girasoles, esa mañana, los guardias de las primeras horas comienzan su turno, algo somnolientos pero tranquilos, pues no suelen sufrir el ataque de carroñeros o de bandidos, sabiendo que las defensas que dejó el ejército de los Estados Unidos son bastante peligrosas. Por eso, cuando la nube de polvo, señal inequívoca de vehículos motorizados empieza a cubrir con tonos rojizos llenos de malas señales las paredes y estribaciones del valle, tardan un segundo en reaccionar, como si en su interior desearan, o esperaran, que aquello no sea lo que parece, porque parece que les están atacando. Las señales de alarma suenan en toda la ciudad, en los edificios exteriores, rebotan en las paredes de los túneles y salas subterráneas. Se cierran puertas para salvaguardar a la población civil y los recursos de la ciudad. Cuando llega la primera explosión, casi de la mano del rugido ensordecedor de bestias mecánicas, los niños empiezan a llorar y los hombres y las mujeres de Dulce Town aprietan sus manos sobre las empuñaduras de las armas, tratando de controlar el miedo, sabiendo que este día llegaría. Los comandantes se encaraman a las murallas para ver lo que tienen delante. Para ver algo que le encogería el corazón al tío más duro del mundo.Vehículos llenos de tropas, de guerreros del desierto, guerreros ataviados de cuero y metal, con dientes afilados y pinturas de guerra que gritan, babosean y rabian hambrientos ante la inminente matanza. Camiones, todoterrenos, motos, monstruos de guerra que sueltan humo y fuego, aun más impacientes que sus conductores. Nadie dice nada. Los habitantes de Dulce saben que no habrá diálogo. Los hijos mutantes del desierto no hacen prisioneros, no pactan. Arrasan y toman lo poco que quede en pie. Nadie les va a exigir rendirse. De entre las tropas se adelanta un coche. Un 4×4 inmenso transformado mil veces. Encima van dos tipos. Uno se esconde dentro de un mech de aspecto amenazador. El otro es una mole inmensa con cuatro brazos. Se plantan a pocos metros de las murallas y el de los cuatro brazos grita al tiempo que señala las murallas con todas sus extremidades. Los motores callan el mundo. Los oídos duelen. Y cuando los habitantes ven varios viejos camiones de bomberos, trucados y llenos de cuchillas, con las escaleras extendidas lanzándose contra la muralla, saben que nada bueno va a trepar por ellas. Comienzan a disparar, tratando que la desesperanza no merme su puntería.

A Bridge casi le le parece mentira. Con una cerveza en la mano, revisando todos los posibles desperfectos de Betsy y con la imponente vista de Álamo Square de fondo. Desde luego el ángel Mazequiel tiene buen gusto para elegir casa. Pero sobre todo le encanta estar allí, ver esas casas victorianas con la ciudad de fondo y pensar en aquella vieja serie de los ochenta del siglo veinte. Pudo ver algunos capítulos en Crow Ville, en las temporadas que pasaba allí junto a Martín. ¡Demonios! Aquellos viejos shows de televisión tenían algo, una magia especial, podían transportarte a una época en la que el mundo era menos despiadado. Ahora, allí, apoyado en el costado de Betsy, con Laura tumbada en el césped tomando el sol junto a Celine y Johny tocando bajo un viejo árbol, casi puede oír la sinfonía de la serie y joder, recuperar un poco de aquella inocencia. A pesar del sonido de las armas de Caroline, que no se cansa de comprobar, o el de espadas que producen Peter y Thrud practicando. Casi prefería a Peter débil y herido, estaba más tranquilo, ahora era como un volcán que uno nunca sabe cuando ni hacia donde va a estallar. Esos dos, piensa Bridge, deberían follar y dejar las espadas apartadas. Luego piensa en que clase de hijos podrían tener una Valquiria y un medio lo que sea Peter, y ya no le parece tan buena idea.


Sois fascinantes, dice Mazequiel a Harry y Ángelo. Y esa música en su voz siempre les encoge el corazón porque no es una voz humana. ¿A qué te refieres? Pregunta Harry, mesándose a la larga barba. Están sentados en el salón de la casa de Álamo Square que sirve de hogar al ángel y no son capaces de contagiarse del entusiasmo o al menos del relax momentáneo que invade a sus camaradas, incluso a Peter, incluso. La ciudad está bajo control, al menos eso parece de momento. Carmelo ha desaparecido y la influencia y poder del ángel no han tardado mucho en extenderse por la ciudad y ahora todas las fuerzas y ciudadanos responden ante él. Al fin y al cabo lo que necesitan es sentirse protegidos y Mazequiel no es mucho peor que el hechicero de ojos blancos. Pero Harry y Ángelo siguen sintiendo esa comezón. ¿A qué  te refieres?, repite Harry.

-Sois humanos hechos por humanos. No os hizo Él. Pero sois perfectamente viables. Escapáis a todo mi entendimiento.
-¿Esto? ¿Perdona? -Le interrumpe Ángelo- ¿Me podrás decir de qué coño hablas?
Mazequiel sonríe divertido, y es una sonrisa que corta como el hielo en una mañana en el Ártico.
-Claro, no lo sabes. Joven, te sugiero que hables con esa mujer tan hermosa que os acompaña. Ella podrá ilustrarte.
Ángelo sabe de sobra a quién se refiere y sale de la habitación mascullando un disculparme, en busca de Celine, y antes de alcanzar la puerta ya empieza a dudar de si tendrá fuerzas para tener esa conversación
Harry mira al ángel. Tantas preguntas. Tanto que comprender. El universo es demasiado grande y ellos tan pequeños.
-¿Entonces es verdad ? Él nos creó. Toda esa historia de la Biblia es verdad.
-A ti no.
-Ya claro. Y quién me creo a mí -dice Harry con una profunda sensación de estar completamente perdido.
-No puedo responderte a eso. Vosotros estabais ya aquí. Fue vuestra fe la que despertó a los dioses, a mi padre. a todos los que hubo antes, a todos los de después. Por eso sois tan importantes. vuestra fe es como un generador nuclear de poder. Pero os da miedo el libre albedrío del que disponéis y que tanto hemos envidiado mis hermanos y yo. Por eso inventáis dioses. Al fin y al cabo sólo somos resultado del miedo  a vuestra finitud. Somos vuestra respuesta. Pero se quién os creó. Quien te creó a ti, me temo que hasta a mí se me escapa. Y no quiero ni entrar en quién creó al que te creó a ti.
-Me va a estallar la cabeza.
-Sí, te entiendo. Tengo un Whisky excelente, quizás te apetezca.
-No tienes mejor algo de ron.
-Veré que puedo hacer.

La zona de Álamo square está bastante menos deprimida que otras partes de la ciudad y a Johny y Peter no les cuesta mucho encontrar un tugurio donde beberse algo medio decente sin que alguien no les intente apuñalar por la espalda. Al menos en las primeras rondas. Un rato antes, cuando Johny ha dejado la guitarra y se a unido a Peter y Thrud se han echado unas buenas risas. Peter le ha lanzado a Tadeusz diciendo, ¿quieres probar?. La verdad es que a Johny le ha sorprendido lo ligera que es. Si no fuera por que la ha visto en acción incontables veces no creería que fuera tan mortífera. ¿Y qué hago con esto? Ha preguntado. Ataca, le ha respondido Thrud, con una resplandeciente sonrisa. Johny es bastante bueno con el cuchillo, seguramente casi tan bueno como Celine. Y al fin y al cabo una espada es un cuchillo grande. Así que con ese pensamiento y tratando de recordar lo que ha visto en miles de películas, se ha lanzado contra Thrud. Un segundo después Tadeusz se ha clavado en el césped después de salir volando y al tiempo que una de las hojas de la valquiria se detenía a pocos milímetros de su cuello. Peter se ríe.

-Cada vez quedan menos balas, amigo. Deberías empezar  aprender otras formas de pelear.
-No tenia demasiada intención de volver a pelear hasta que el malnacido de Bridge apareció en mi caravana.
-Seguro que estabas mucho más aburrido que ahora.
-Y mucho menos cagado de miedo también. Anda vamos a tomar un trago. ¿Me lo prestas? -Le pregunta a Thrud y ésta clava esos ojazos dorados en su viejo amigo.
-Todo tuyo.
En el bar, minutos después, con el segundo Whisky delante, Johny piensa que nunca ha visto a su amigo mirar a nada ni a nadie como a Thrud. Supone que a Celine una vez debió mirarla así. Pero ya no. Y también piensa que eso es lo que más le arde en el estómago a Peter. Toman un segundo trago. El licor es bastante bueno y le dan la enhorabuena buena al dueño, un irlandés pelirrojo como de cincuenta años y mejillas sonrosadas que atiende al nombre de Sullivan, el mismo nombre del bar. En cuanto Peter lo ha visto se ha empeñado en entrar, sus raíces irlandesas, por parte de madre, siempre han tirado mucho de Peter Connors. Él, de padre texano y madre de ascendencia armenia, tiene muchos menos problemas a la hora de elegir donde coño emborracharse. Y en ese momento ve otra cosa que no recuerda haber visto nunca. A Peter sonriendo, sin ningún motivo, sólo sonriendo. Por que sí. Se lo hace saber y Peter se encoge de hombros. Supongo dice, que estar cerca de la muerte te hace sonreír ¿no?.
-Eres el bastardo que más veces a estado a punto de morir y nunca te he visto sonreír. Coño, si has vuelto de la tumba dos veces y ni aun así. No me engañas. Es por esa rubia vikinga. Joder y no me extraña, si parece que la has pedido por catálogo, es justo tu tipo.
Peter se ríe, pero niega con la cabeza y bebe. Esa es toda su respuesta.
-Tío. No sabemos lo que tenemos delante y es más que probable que alguno se deje el maldito pellejo en esto, así que si una puta diosa, literalmente, se fija en esa fea cara de irlandés que tienes, no se qué coño estás pensado.
-Mira en lo que me he convertido por no pensar las cosas.
-Te has convertido en eso porque que eres un sociópata que se pirra por las perras psicóticas y que además es el hijo del diablo. Nada más.
-Touché.
Vuelven a reír y piden otro trago.
-¡Ah! -añade Johny-. Y deja de tirarte a Celine, eso sí que es enfermizo. Es como cavar tu tumba con la polla, amigo.
-Touché otra vez.

Las palabras de Celine le vienen una y otra vez en la mente y le dan ganas de vomitar.

Eres un clon, le ha dicho la gata de ojos verdes con esa frialdad, con esa falta de tacto que le caracteriza.
Se esconde tumbado en uno de los asientos de Betsy y rememora la conversación una y otra vez. El Líder quería perseverar, renacer, no ha renunciado a su empeño de dominar el mundo, aunque esa tarea le lleve mil años. Se clonó en un laboratorio secreto, como una copia de seguridad en caso de que le pasara algo. Que tú estés aquí significa dos cosas. O ha muerto o ha habido un fallo de seguridad y despertasteis sin control. Eso no lo sé. Hace mucho que me separé él. Si te soy sincera, me daba miedo.
-¿Y yo soy él?  -Pregunta Ángelo entre asustado y aterrorizado.
-Nene, no soy filósofa. No sé sí el Líder era así por lo que llevara en los genes, o por toda la mierda que le pudiera haber pasado y las malditas decisiones que decidiera tomar -sonríe divertida y a Ángelo le pone de los nervios-. Supongo que tienes una oportunidad única para demostrarlo, para demostrar si un alma se puede clonar o es algo que nace en blanco y vamos llenando.
-Si es que esa cosa existe.
-Piénsalo bien. Últimamente estamos rodeados por mierda mucho más extraña de creer que un alma. Una puta valkiria, por el amor de Dios, ni más ni menos. En cualquier caso me importa una mierda. Yo me creo esto -y posa la mano sobre su pistola- y el dinero. Lo demás es un añadido más o menos divertido. Más o menos peligroso.
Se da la vuelta dejando claro que la conversación ha terminado, pero antes añade, si te sirve de algo, parece que has encajado entre esta panda de putos buenos samaritanos recalcitrantes. Y Ángelo decide que sí, que le sirve de consuelo, al menos un poco. Y también piensa que va a ir a buscar a Bridge para tomarse una cerveza.

La batalla dura poco, para satisfacción de Sorbinus, que contempla los fuegos alimentados por el atardecer. Finegan es un general excelente y ha tomado la ciudad casi sin bajarse del vehículo. Conectado neuronálmente con el general Albert éste repartía órdenes y muerte con voz firme y cuatro brazos veloces. Ahora todo es jolgorio, gritos salvajes, alegría primigenia muy alejada de cualquier tipo de alegría sana humana. Se quema gasolina, se siegan vidas, se reparte el botín, se viola. Pero nada de eso importa a Sorbinus, nada. Eso es la viruta que piensa limpiar. Luego el se echara a dormir hasta que vuelva a ser necesitado. Ni siquiera se toma un segundo para que toda aquella medianía le ofenda. Cruza túneles ajeno al drama que sucede a su alrededor. Nunca ha estado personalmente en esas instalaciones, pero la cantidad ingente de información que atesora le guía. Siente el pulso de una señal milenaria en lo más hondo de aquella caverna. Por fin llega a una enorme puerta blindada. Es una de esas puertas que los desgraciados habitantes de las ciudad nunca lograron abrir. Nunca sabrán que aquella puerta, lo que guarda más bien, fue la causa de su aniquilación. Sorbinus se planta delante de ella. Se ríe del sistema de seguridad y del espesor del blindaje. Su cerebro se concentra y juguetea con los inertes sistemas informáticos y no tarda más de unos segundos en oír el sonido de las enormes puertas abriéndose. Es casi como un sonido milenario. La sala está muy oscura, apenas iluminada por unos fluorescentes de emergencia que dejan ver viejos equipos informáticos y una especie de sarcófago. Aunque Sorbinus ya lo sabe, cualquier observador novato se daría cuenta de que no fueron manos humanas las que construyeron aquella cosa de más de cuatro metros de alto. Labrado con indescifrables símbolos que salpican aquí y allá el extraño metal, si es que es metal de lo qué está hecho. Sorbinus está exultante. Cierra los ojos, se concentra y siente un gratificante cosquilleo cuando el sarcófago empieza a abrirse. Y sobre todo cuando una voz indescriptible dice, mi señor Sorbinus, cuánto tiempo ha pasado.


Los gritos de los vencidos y de las víctimas se callan al unísono cuando un rugido hace estremecerse la base subterránea. Hasta los dos generales, que discutían cuestiones tácticas y de traslado de botín y de prisioneros como mano de obra esclava, se callan. Esto sorprende sobre todo a Finegan. Después de más de dos siglos en este mundo, es extraño que un sonido le asuste tanto. Un murmullo se eleva cuando Sorbinus sale de los túneles con una expresión exultante en el rostro.

-¿Has encontrado lo qué buscabas? -Pregunta Finegan.
-Ya lo creo, mi metálico amigo.
El techo de las instalaciones salta en mil pedazos y una sombra enorme se lanza contra el cielo para volver a caer, pesadamente, destrozando el suelo. Mide más de cuatro metros de alto y su figura recuerda algo a Nimrod. Pero en lugar de una superficie bruñida y lisa, la de este ser es rugosa, se pueden contar sus músculos y por toda la superficie de la esbelta y algo fina silueta, corretean como venas que emiten una fuerte luz azul. Es difícil, más aun que en el caso de Nimrod, decir si es un ser vivo o una máquina. Una demencial mezcla de ambos. Su cara, enmarcada por un cráneo ligeramente alargado, la ocupa completamente una abertura de factura mecánica que recuerda al reactor de un avión.
-Delante vuestra tenéis un Dios de otro tiempo -grita el gran Sorbinus-. Saludad al gran Tifón.
La criatura levanta los brazos al cielo y ruge. El mundo se mueve, como si un terremoto le obedeciera, y las huestes de mutantes se arrodillan, mientras Finegan y Albert se miran preocupados y a su cabeza viene la misma pregunta que ha asaltado a Madre Mary los últimos días,¿qué coño hemos despertado?

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