miércoles, 1 de julio de 2015

La invasión de los girasoles mutantes 2. Proyecto Voz de Dios.

Capítulo 5. Negocios. 

El puto jodido Doctor Spawlding. Las palabras de Johnny le despiertan como de un sueño. Un sueño que quizás ha durado demasiado. Un sueño que quizás continúe. Un sueño que quizás sea la vida  y ya no haya cabrón capaz de separarlos. Envaina a Tadeusz, que parece molesta. Ese maldito trozo de acero nunca tiene bastante. Mira de reojo a su socia. Sabe que en un solo segundo, estando esa preciosidad letal cerca, alguien puede irse de viaje al otro barrio con un billete solo de ida. Y, no puede evitarlo, siente la imperiosa necesidad de destripar lentamente al hijo de puta de Murphy, hacerle tragar cada una de su mierda de leyes. Cinco años alejado de sus amigos, del mundo que conoció, cinco años y ahora le toca cazarles. Tiene que haber una manera de salir de todo aquello. Entre otras cosas por que ese par de hijos de perra acabaron con La Corporación. Ni de coña van a ser presa fácil. Por algún lado hay que empezar de todas formas.
-¿Qué tal, Johnny?
-Cinco años, Doc. Así de bien estoy. Cinco putos años. Después de tantas batallas, de tantos peligros, de ir juntos al final del puto mundo conocido, desapareces una noche, sin decir adiós y apareces cinco años después para preguntarme qué tal. Así estoy Doc, ni más menos -Johnny le apunta con un arma. Siente tensarse cada músculo del perfecto cuerpo de Caroline, cada segundo pesa una tonelada-. Este tipo es nuestro amigo y no va a ninguna parte.
Johnny sonríe y esa sonrisa es de las pocas cosas que le dan escalofríos a Peter Connors.
Caroline da un paso al frente, pero la detiene con la mano. Mataría por un cuchillo de untar para prepararse dos ricas rebanadas de tensión.
-¿Cómo vas, Bridge? Te veo bien.
-Mentiroso -el tono de Bridge es mucho más relajado que el de su antiguo camarada de carretera-. Tirando, Peter, ¿y tú?
-Ya ves. No me quejo. Seguimos vivos, ¿no? ¿Qué más se puede pedir?
-Ya está bien, jefe, yo me encargo -Caroline da un paso al frente y su trenza empieza a danzar con disimulo mortal.
Johnny deja de apuntarle a él y apunta a la chica diciendo, como des un más paso pelirroja tu cara va a dejar de ser tan bonita, nena.
Peter aprieta los puños. Caroline bien es capaz de esquivar una bala, y bien es capaz de atravesar a Walker un segundo después con la maldita cuchilla de la trenza. Y Johny es capaz de disparar una segunda vez antes y volarle la cabeza. O Bridge, con la escopeta. Sea como sea no es un baile bonito y o juega bien sus cartas, cartas que aun ni ha mirado, o no va a haber ningún final feliz en aquella noche eterna. Vuelve a sujetar a Caroline. Y trata que su voz suene lo más amenazadora posible.
-Johnny. Bridge. De verdad que no quiero haceros daño. Pero este tío se viene conmigo. Caroline, yo me encargo -le dice y clava los ojos en ella con una mirada que dice, aquí yo soy el puto jefe. Nota como su socia clava en él una mirada asesina. Sabe que el lado levemente psicópata, bueno, o muy psicópata de la pelirroja está a punto de saltar. Y él también empieza a enfadarse. Pero solo se da cuenta de que ha desenvainado la espada cuando Bridge suelta un apagado, Tadeusz, entre dientes.
-Amigo -dice el tipo de los ojos azules al que han venido a cazar, apuntándoles también con un arma-. Yo no voy a ninguna parte.
-Sois menos, Doc -le dice Johnny volviendo a apuntarle-. Nos vamos, y aquí paz y después gloria.
-¿Me estás amenazando, Johnny?. ¿A mi? -Siente como la furia empieza a agolparse en sus sienes-. ¿Me amenazas a mi?
-No me dejas otra opción, viejo amigo -el tono con el que Johnny dice, "viejo amigo", es más afilado que la punta de cualquier bala-.
-Peter -trata de intervenir Bridge-. Somos nosotros. No puedes hablar en serio.
-No tengo nada en contra vuestra, Bridge. Pero tengo una reputación. He dicho que llevaría a este tipo a quién me ha contratado y eso haré.
-¿Quién te ha contratado? ¿Quién me quiere? Dímelo -les grita Harry sin dejar de apuntarles.
-Cállate -le contesta con absoluta frialdad Caroline-. Solo eres mercancía.
-¿Es esto para lo que te fuiste, Doctor, esto? -Le dice Johnny-. Para convertirte en un perro de presa.
-Algunos solo sabemos morder, Johnny. Tú tienes tu guitarra, yo esto -levanta a Tadeusz-. ¿Quieres comprobar qué hace más daño?
-Sí quieres bailar, bailemos.
Y no hace falta más. Así son las cosas. Así empiezan las batallas. Así se matan los amigos, los vecinos, los hermanos, los que un día antes comían hamburguesas y bebían cerveza en una puta barbacoa. Un segundo que vale por años de luchar codo con codo. Por años de sufrimiento mutuo y de espalda contra espalda. Un segundo que rompe en mil pedazos todas las botellas compartidas a la luz de confidencias y recuerdos rotos. Un segundo en el que aprieta la empuñadura de Tadeusz y la saca a pasear, en que siente la cuchilla de Caroline volando cerca de él, en que ve un objeto acercarse, la voz de Johnny diciendo, cerrar los ojos, la del tío harapiento que no ha abierto la boca diciendo, por aquí. Un segundo en el que una luz cegadora borra el mundo, un segundo en el que sabe que solo puede hacer una última cosa, y lanza un mandoble con Tadeusz que bien podría partir el mundo en dos.

Celine sigue mirando el cielo del desierto como si las estrellas, la luna y todo el lienzo le molestaran. Demasiado bonito. Y el mundo es tan bonito como un puñal oxidado en las entrañas envuelto en papel charol. Aprieta los puños y las mandíbulas. Laura le mira como no entendiendo muy bien qué pasa. Le ha contado toda la historia de la guerra, de Peter. Pero a medida que hablaba se ha ido dando cuenta de que no hay palabras para esa historia, que hay historias que no pueden ser contadas. Historias que no deben ser contadas, que no están hechas para que nadie hable de ellas, si no para que un puñado de desgraciados piensen en ellas en noches como esa, en la más absoluta oscuridad del infinito, y maldigan a todos los dioses por si acaso existiera alguno. No, no cree que Laura pueda entender lo que está en juego. Todo aquello. La furia que pueden desatar si ella se acerca lo más mínimo a Peter. Aun recuerda esos ojos negros y vuelve a sentir las frías garras del miedo jugueteando en su estómago. Y después está la promesa de todo lo que ese tipo al que llevan tantos meses siguiendo la pista lleva en la mente. La promesa de tesoros ocultos a los ojos de la humanidad por demasiado tiempo. Déjalo. La voz en su interior no es leve. Sabes que la muerte espera al final de este camino. No puedes volver a cruzarte con él. Le mataste dos veces. Esta vez te va tocar a ti. Los dados ya están girando y todos los lados llevan tu cara, guapa. Entonces, ¿por que hay una mano de hierro que le aprieta el corazón y le dice que siga?, que ese camino merece la pena ser recorrido.
-¿Qué hacemos, entonces? -Le pregunta Laura-. No podemos dejarlo. Podemos retirarnos con lo que ese tipo tiene en la cabeza.
-Laura, tampoco sabemos qué tiene realmente.
-Algo, lo que sea, algo debe tener cuando gente tan jodida va detrás de él, cuando hasta dos héroes de la guerra, dos putas leyendas como esos dos le están haciendo de escolta.
-Eso es lo malo. Eso dos tipos consiguieron acabar con el mayor terror que ha pisado la faz de la tierra. Y lo sé, joder, porque estaba allí, ¿te acuerdas? Y ese, ese mamón de la espada como tú le has llamado, es el peor de todos. Entre otras cosas porque lo primero que hará, antes de decir si quiera buenos días será matarme.
-¿La poderosa Celine Delpy tiene miedo?
Celine traga saliba. Si, Laura, piensa, y tú también deberías tenerlo. Empieza a pensar que se han metido en algo que les sobrepasa.
-No sabes de lo que son capaces esos tres juntos. Y no sabes de lo que es capaz el tío de la espada, créeme. Le conozco demasiado bien. Laura, ese tío es el hijo del Diablo.
-¿Tan malo es?
-No era una metáfora.

Peter Connors agudiza los sentidos. Recupera en un segundo el control y espera a que el pitido y la bruma se disipen y el mundo vuelva lentamente. Una granada aturdidora. Cabrones. Sabe de sobra lo que se va a encontrar y trata de decidir en esos breves segundos la mejor manera de lidiar con ello, porque no va a ser fácil. Cuando todo vuelve a la normalidad, sus antiguos camaradas se han esfumado por una puerta oculta en alguna de las paredes y Caroline le mira con un torrente de odio supurándole por cada uno de sus dos ojos claros. Algunos mechones, larguísimos y rojos como la sangre por efecto de la fantasmagórica luz, se le escapan de la trenza y le caen por el rostro, lo que hace que la furia asesina de su mirada se multiplique por diez. Mira al suelo. La rabia le arde en la boca, Peter casi puede saborearla y se pone en guardia. Aprieta el puño sobre Tadeusz y levanta la espada. Por nada del mundo quisiera hacerle daño a su ayudante hacia la que ha desarrollado un gran apego. Pero tampoco quería que su bella asesina matara a ninguno de a sus antiguos amigos. Ha actuado y ha decidido en un segundo y eso, con gente del carácter, digamos, tan poco estable como el de Caroline, siempre es un riesgo. La chica mira el suelo y ve la mitad de su trenza cortada, inerte. El filo de Tadeusz no especula con nadie. El filo de Tadeusz no distinguiría entre amigos ni enemigos si le dejaran.
-Lo siento -dice, pero su voz suena amenazante, no conciliadora. Pase lo que pase, él es el jefe y Caroline no debe olvidarlo-. Te dije que yo me ocupaba de ellos.
Respondiendo a un pensamiento de Caroline, los mechones que se han escapado de la trenza cortada se vuelven unir en una trenza perfecta. La chica se agacha y coge el resto de la trenza, con la mortal punta de acero afilado en el extremo, y la une con el que cuelga de su cabeza. Las nanomáquinas hacen su trabajo, su magia, y en un segundo la trenza vuelve a estar unida y a ser funcional. Para demostrarlo, en un gesto claramente amenazador, la cuchilla de acero baila a medio metro de la cara de Peter Connors, que no se inmuta y envaina a la espada.
-Jefe, ¿me puedes explicar qué coño pasa?
-Son mis antiguos amigos, con los que derroté a La Corporación.
-No me jodas -dice Caroline sin saber que más decir.
Sí, no me jodas, responde Peter. Aunque se lo dice más a él mismo que a ella. Encuentra la puerta por la que han escapado. Una antigua puerta de mantenimiento que se pierde en las entrañas de la tierra. Es de metal. Un metal viejo y corroído por los años que no es rival para Tadesuz. La hoja atraviesa el metal de la puerta como si fuera papel y Peter deja que Caroline vaya delante para que sus ojos biónicos les guíen en la oscuridad. No tarda en detectar el rastro de calor de los cuatro cuatro cuerpos y empiezan a seguirles la pista. Perdidos en medio de la oscuridad, la voz de Caroline parece sacarle de un profundo sueño para meterle  de lleno en una pesadilla.
-Tenemos un trabajo que hacer, jefe. Si se interponen tendrás que matarlos.
-Lo sé -dice Peter Connors mientras siente una punzada en la boca del estómago, un sentimiento muy humano que creía deshechado hacia ya mucho tiempo.

Angelo, el Líder, Jeremmiah, quién coño sea ese tipo escuchimizado y chiflado les ha conducido por un laberinto de túneles estrechos y húmedos hasta el principal. Cuando han visto la puerta por la que entraron, se han puesto tan contentos que ni se han parado a pensar si los carroñeros seguirían fuera. Han abierto la puerta y la luz del amanecer les ha recibido sin demediado interés. Betsy estaba ahí, sana y salva. Es lo único que importa. La mueven y la dejan enfilando la carretera que les debería llevar a Tucson. Pero Johnny se detiene. Primero mira a los cadáveres que han dejado atrás la pelirroja y Doc y siente un escalofrío al saber quien les está persiguiendo. De pronto los cabrones de Plaga parecen uno niños de parbulario. No quiere ponerse a pensar si el que fuera su hermano de armas, su viejo amigo, ha cambiado tanto como para darles caza hasta la muerte. Lo mejor es correr como el viento y poner tierra de por medio y tardar lo máximo posible en averiguarlo. Pero sabe que Betsy no es tan rápida como esas dos bestias pardas negro mate que acechan unos metros más allá. Doc, tiene muy mal gusto para las mujeres. Siempre son guapas, pero debería dejar de codearse con zorras homicidas. Pero es innegable que el cabrón sigue teniendo un gusto exquisito con los coches. Si tiene que apostar, está claro que el Challenger es el suyo. Da igual. A la mierda con los dos. Con un gesto que le duele más de lo que está dispuesto a reconocer, y con unos disparos de una precisión delirante, vuela dos ruedas de cada coche, que se tuercen ante la pérdida de presión de aire. Bridge le mira con un gesto de evidente admiración
- No has perdido puntería, ¿eh?
- Eso parece. Vámonos antes de que Doc nos encuentre.
-¿Y qué hacemos con él?
Johnny mira a Angelo, que pone ojos de cordero degollado y una evidente expresión de por favor no me dejéis aquí. Johnny siente que le va a estallar la cabeza.
-Nos sacó de allí, Johnny. Démosle el beneficio de la duda.
-Es una puta broma, ¿no? Tiene que serlo -grita Harry.
-No tenemos tiempo para esto -contesta Johnny-. Nos vamos, ya veremos que hacemos con él. Harry, si intenta algo, mátalo.
-Ni lo dudes. 

 
Ya es de día cuando Caroline y Peter salen al exterior. Betsy ha volado como un pájaro enorme y gordo arrastrando su panza por el desierto. Peter ve las ruedas de los coches y sonríe, buena jugada Walker. Lo que Johnny no sabe es que esos neumáticos cuestan una fortuna y llevan una tecnología de nanomáquinas parecida a la de Caroline. En una hora se habrán auto reparado y podrá seguir la persecución. Persecución hacia dónde. Caroline ya está examinando el suelo del desierto en busca del rastro de Betsy. No hace falta ni que le pregunte. Tucson, dice. Nota que la chica sigue desconfiando de él. Y todo aquello empieza a cabrearle. Al final todo son negocios, qué coño. Ha elegido una vida y tiene que ser consecuente. Los trabajos hay que acabarlos, ¿no?. Al fin y al cabo cada trabajo que ha hecho tenía también amigos, y familia. Abre el maletero del Challenger y saca un maletín verde militar y lo deja reposar sobre la arena del desierto. Caroline se acerca y le mira con evidentde satisfacción. Eso está mejor, jefe, le dice. Peter abre el maletín y se queda mirando el interior. Como una especie de ritual, empieza a ensamblar en su cuerpo las piezas de la armadura de combate Multitud Voltex X-10, del mismo tono verde militar que el maletín. Una joya de antes de la guerra de la que casi nadie sabía su existencia. Nota como las piezas se adhieren a su cuerpo. Dura como el titanio y ligera como el plástico. Pronto nota como su fuerza aumenta. Y su velocidad, y como la armadura empieza a regular la temperatura de su cuerpo. Ahora si está listo para la caza. Inserta a Tadeusz en la espalda y espera pacientemente a que los neumáticos se reparen. Algo ocurre. Una punzada, un presentimiento, un leve escalofrío en la nuca. Algo que no sabe como explicar. Alarmas de viejo guerrero arraigadas en el subconsciente. Por un segundo le ha parecido ver una figura observándole en el horizonte, en lo alto de una duna. Una figura que le ha recordado...no, no puede ser. Eso si que no puede ser. Los coches hacen un satisfecho sonido que indica que están listos. En pocos segundos sus enormes motores gritan como animaleqs salvajes que desafían al desierto. Bestias, fieras hambrientas. Comienza la caza.

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