martes, 7 de septiembre de 2010

La invasión de los girasoles mutantes

Episodio 20:  Rugidos al atardecer.
A lo lejos, El Dorado parece desierta. Los edificios se alzan altos y tranquilos, como estirándose a la luz del atardecer. Dentro de unas horas, cuando baje el sol y la noche estire su brazo, el fuego y los gritos devorarán el lugar y con él un buen número de almas, unas inocentes, otras no tanto, quizás. Por eso, ese breve silencio, ese frágil momento, a Francis Connor le saben a gloria. Junto a él, su sobrino y Johnnie contemplan la ciudad, y ninguno sabe muy bien que decir.
-¿Algún plan? –se decide por fin Peter a hablar.
-El militar es tu tío –responde Walker.
- Lo mejor será –interviene el alcalde Connor- que los blindados entren por el centro, provocando un tapón, así no podrán rodearnos. El resto de tropas y los Hunvee se encargarán de los flancos.
-Los Nephilim atacaran desde arriba y ayudarán en los flancos.
-¿Desde arriba?-pregunta Johnnie y Peter se toca el hombro como única respuesta-. Ah. Sí, las alas. Joder, esto es cada vez más raro.
-De todas formas –añade Peter-, Jacob es un excelente general. Los conoce mejor que yo, él los guiará en la batalla.
-¿Y tú? –pregunta Connor.
-¿Pensabas que no iba a combatir con mi amigo y con mi tío codo con codo?
Tanto Francis como Johnnie solo asienten y sonríen.
-Hay algo que no me da buena espina. Nos están preparando algo importante –dice Johnnie.
-Bueno –contesta Connor-. Ellos tampoco se esperan a los Nephilim.

Ralphy esta sentado en una roca, comiendo un poco de queso. Helen se acerca al hombrecillo y se sienta a su lado.
-¿Qué tal, sargento? ¿Nervioso?
-Bueno, no es para menos. Nos lo jugamos todo a una carta.
-Eso es verdad. Una sola carta. ¿Sabes una cosa, Ralphy? Empiezo a pensar que tú sabes mucho de eso.
-¿De qué, Helen? No te entiendo.
-De cartas. Tienes pinta de ser un buen jugador. Tienes pinta de guardarte siempre un as en la manga.
La expresión de Ralphy cambia al instante. Intenta levantarse, pero Helen le sujeta por el hombro, obligándole a permanecer sentado, al tiempo que saca, de una forma muy natural, una de sus pistolas de la funda.
-¿Cómo lo has averiguado? –pregunta Ralphy.
-¿El qué, que todo este tiempo has sido un maldito espía? ¿Qué nos vendiste y qué por tu culpa muchos buenos compañeros murieron? Digamos que V tenía más información de la que dijo en voz alta. Connor me ha dado el honor de hacer justicia.
-¿Y qué piensas hacer?
-Vete. Corre con tus amos, perro despreciable. Pero más te vale no cruzarte conmigo en la batalla.
Ralphy no se mueve. No sabe muy bien que decir ni como reaccionar. Dos finas lágrimas parecen estar a punto de caerle de los ojos, pero eso es mucho más de lo que Helen puede soportar.
-¡Lárgate de aquí antes de que cambie de opinión!
Ralphy se levanta y empieza a correr. Helen mira su arma, como si le pidiera al objeto consejo sobre que hacer. El tacto del metal frío le reconforta en las yemas de los dedos. Sonríe, con la mirada gacha. Dos mechones de pelo le caen sobre los ojos. Se los aparta con delicadeza y se pone de pie. Y sin mirar, apunta hacia donde Ralphy corre desesperado y aprieta el gatillo. El hombre cae pesadamente, como un muñeco, como un fardo. Se queda inmóvil, con la luz de la tarde derramada sobre el mundo, y la sangre saliendo a borbotones de su espalda y de su boca. Helen se acerca. Ralphy emite unos pequeños ruiditos, que no parecen palabras, si no sollozos, mientras la vida se le escapa en forma de espesa mancha carmesí, que va ensombreciendo sus ropas y el suelo alrededor.
- La verdad –dice Helen sin ninguna entonación especial-, es que solo quería ver como tus ojos albergaban un poco de esperanza antes de quitártela. Me pareció una pena justa.
No sabe si el hombre le ha escuchado. Ralphy yace muerto a sus pies y no le importa lo más mínimo. De pronto piensa que no le gusta lo que esta guerra está haciendo con ella. Un ruido a su espalda. Todavía lleva el arma en la mano. Se gira en un segundo y apunta. Peter levanta las manos al tiempo que sonríe.
-Tranquila, tranquila, soy yo.
-¿Por qué tendría que tranquilizarme que un medio demonio se acercara a hurtadillas?
-En realidad es medio ángel -dice Peter bajando las manos-, pero tienes razón, perdona no quería asustarte. ¿Era el espía? –pregunta señalando al cadáver de Ralphy.
-Sí, todo este tiempo a mi lado y me estaba apuñalando.
-Bueno. Ha tenido su merecido. ¿Estás bien? Ejecutar no es lo mismo que matar.
- Estoy bien. Eso es lo que me preocupa.
-La guerra nos cambia a todos. Este mundo nos ha cambiado a todos. Pero se supone que estamos haciendo algo para cambiarlo.
-Eres un tipo extraño, Peter. Parece que añorarás este mundo si conseguimos que los girasoles desaparezcan
Peter sonríe con malicia.
-¿Crees qué habrá sitio para mi en un mundo mejor?
Helen no sabe que contestar, esa es la verdad. Todas las pesadillas del ser humano han cobrado forma desde la invasión de los girasoles. Y desde luego una raza de hijos de ángeles caídos es una más de ellas. Mira a Peter a los ojos. Ve la inmensa tristeza y la oscuridad y la soledad, y sabe que no habrá un lugar para él. ¿Y para ella? ¿Y para los demás?
-Bueno. La verdad es que he dedicado un montón de tiempo a buscarte y al final nunca voy a tener la oportunidad de conocerte.
-Quizás cuando todo esto acabe –dice Helen con una triste sonrisa.
-Sí, quizás. Pero por si acaso, ha sido un placer,
-Lo mismo digo.
-Nos vemos en la batalla, ahora debo encargarme de un asunto.
-¡No me lo puedo creer! Vas a ir a verla.
Peter se queda inmóvil y no sabe bien que decir. Le sudan las manos y las palabras se le amontonan en la garganta.
-Tengo que hacerlo.
-¿Es que los hombres sois idiotas? ¿Cuántas veces tiene qué matarte?
-Esta vez será distinto.

Bridge y Johnnie escuchan petrificados como Martin asegura que una vez conocido un tío que quería hacerse gay, pero que al que le daba asco el semen. Así que empezó a probarlo poco a poco, mezclándolo con la leche, con el yogurt.
-Os juro que es verdad. Cuando trabaja en el hospital.
-¿Pero dónde coño estaba ese hospital tuyo? –Pregunta Johnnie- ¿En Sodoma?
-Eres el hijo de puta más enfermo que me he echado a la cara –dice Bridge.
-¿Si? Pues acuérdate de que follaba mucho más que tú.
-Ya, por eso dejé de creer en Dios.
Su distraída conversación es acallada por un sonido proveniente de la ciudad. Es un sonido animal, un rugido aterrador que ningún animal conocido pudiera proferir. Los rugidos llegan arrastrados por el viento y vuelan por todo el campamento del ejército rebelde, instalando una sombra de terror en los hombres y una de desconfianza en el de los Nephilim. Los rugidos no cesan. No son fieras, ni girasoles.
-Ni siquiera Zarrapastro rugía así ¿Qué demonios es eso? –pregunta Johnnie, aunque no espera que nadie pueda responderle.
-La Corporación aun tiene más sorpresas que tirarnos encima –dice el alcalde Connor.
Johnnie ve como el terror se va instalando entre ellos. Si empiezas una batalla asustado, nunca la ganarás. Esa es una verdad que Johnnie sabe muy bien. Así que se sube encima del M1 de Connor y empieza a hablar, pero no sabe muy bien de donde le salen las palabras. Solo quiere gritar más que esos terribles rugidos.
- No tengáis miedo. ¿Qué más nos pueden echar encima? Han reducido nuestras vidas hasta convertirnos en alimañas asustadas. Querían exterminarnos como conejos en nuestras madrigueras. Pero aun así conseguimos encontrar la fuerza y el valor para levantarnos, salir de nuestros agujeros y hacerles frente. Ellos lo tienen todo. Nosotros no tenemos nada. Pero estamos aquí, a las puertas de su ciudad, cercándoles, cosa que ellos no han podido hacer, porque hemos sido más listos. Llevamos años enfrentándonos a las peores pesadillas, pesadillas que el hombre solo había podido imaginar, hasta que un puñado de fanáticos las hizo realidad. Y así tampoco nos han vencido. Hasta el mismísimo infierno se ha puesto de nuestra parte –ante estas palabras, los Nephilim gritan con voces llenas de orgullo y rabia-. No tienen nada que pueda asustarnos ¡Nada! Si ellos rugen ¡Nosotros rugiremos el doble!
Y poco a poco, de la voz de uno primero, de la de otra y otro después, se va alzando un grito de guerra que silencia los rugidos provenientes de la ciudad. Un grito de guerra de cientos de voces que parecen una.

3 comentarios:

Panteira dijo...

Me'cho pies

Doctor Spawlding dijo...

Eh eso es de una peli hecha ocn acuarelas!

Panteira dijo...

MASTER!!!!! xDDD