sábado, 18 de septiembre de 2010

La invasión de los girasoles mutantes.

Episodio 23: No habrá fumata blanca.
Las fuerzas rebeldes no tienen demasiado tiempo para celebrar la caída de la gigantesca máquina de guerra pilotada por el coronel Henninger. La otra bestia, de carne y hueso, aunque duros como el acero, aplasta todo lo que se cruza a su paso. Los edificios tiemblan simplemente con sus rugidos. Solo quedan dos tanques en pie, uno de ellos el M1 de Connor que dispara escondido desde un edificio. Las tropas están replegadas, escondidas, agazapadas entre los escombros, disparando a la desesperada, mientras los Nephilim, que han sufrido muchas bajas, siguen lanzando su fuego contra el monstruo que cada vez está más enfurecido. Están perdiendo la batalla. Esa es una realidad firme. Jacob lucha con desesperación con la bestia, pero es mucho más poderosa que la bestia mecánica. Es más rápida y su piel es mucho más difícil de atravesar, su espada levanta heridas y la sangre le salpica, pero nada parece interferir el camino de la bestia. Johnnie le ha seguido cubriendo desde el edificio, pero los cohetes tampoco le hacen demasiado, y hace bastante que no dispara, así que supone que el chico se habrá quedado sin proyectiles. Lo único que tiene claro, es que, o abaten rápido a esa maldita cosa, o la batalla acabará muy pronto. Entonces se da cuenta de que se ha despistado y ha dejado su flanco al descubierto. Son segundos, pero parecen años. Ve como un tentáculo enorme se dirige hacia él a tal velocidad que casi pude sentir el impacto antes de que llegue. Pero nunca llega. Una sombra se interpone entre él y la bestia. Un destello fugaz. El monstruo grita, pero esta vez no de rabia, si no de dolor, mientras comprueba atónito como una parte de su tentáculo cae al suelo. Jacob esta a punto de preguntarse que ha pasado cuando ve una sombra que se lanza contra la cabeza de jabalí del engendro, sin molestarse en esquivar los tentáculos que salen a su paso, ya que los cercena. Peter no llueva una espada de fuego angélico, lleva su fiel hoja, Tadeusz, que ahora parece más poderosa que nunca. La boca de jabalí, con sus colmillos como árboles, le lanza varios bocados, pero Peter consigue esquivarlos batiendo sus alas negras. La lengua viscosa de la criatura se lanza contra el, despidiendo un olor nauseabundo que hace que al Nephilim se le salten las lágrimas, pero un hábil tajo con la espada le hace darse cuenta al monstruo del error que ha cometido cuando la punta del apéndice sale disparada y cae al suelo. El monstruo grita y se tambalea moviendo la cabeza con furia. Da dos pasos hacia atrás y eso es lo que Peter estaba esperando, se lanza contra la cabeza y en un segundo los dos ojos cuelgan de sus órbitas absolutamente inútiles. Mas rugidos de dolor y Peter se deja caer hacia atrás.
-¡Jacob! ¡Nephilim! ¡A mi señal! –dice mientras cae.
Cuando ya ha pasado la boca, se gira sobre sí mismo y clava a Tadeusz en la garganta del monstruo hasta la empuñadura. Entonces el monstruo abre la boca todo lo que puede para lanzar un grito agónico. Esa es la señal y los Nephilim no necesitan más. Varias bolas de fuego angélico salen disparadas y penetran en la boca del monstruo que deja de gritar al instante, a pesar de que el fuego le devora por dentro y el dolor es insoportable. Peter sigue sujetando con fuerza la empuñadura de su espada y empieza a girar en torno al cuello del monstruo hasta que la cabeza de la criatura cae al suelo como una montaña.
Las tropas aliadas no necesitan más y se lazan con furia ciega contra las tropas de la Corporación. Los Nephilim gritan desde el cielo y se lanzan contra los soldados enemigos y Peter pone un pie en tierra y deja que su acero sacie su sed de sangre. Tiene alguien detrás, se gira y ve un cañón que le apunta.
-Ya era hora de que aparecieras, cabronazo –le dice Johnnie bajando el arma.
-Sí, ya me he dado cuenta de que no sabéis arreglároslas sin mí.
-Hijo de puta –responde Johnnie sonriendo-, ¿no has visto lo que hemos hecho Jacob y yo con el robot ese?
- ¿La cafetera era? ¿No bastaba con desenchufarla? Por todos los demonios, ni siquiera teñía tentáculos.
- Siempre serás un bastardo arrogante.
- Ya sabes que no es chulo el que quiere, si no el que puede –responde Peter riendo.
- ¿De verdad te has perdido media batalla por un polvo?
- No era un polvo. Había que cerrar esa puerta para poder abrir otras. No podía luchar con el peso de esa cadena.
- ¿Estás libre entonces?
- Sí.
-Pues vamos a patear culos.

Por las pantallas del cuarte general, el Líder, el general Xavier y su Santidad, ven caer al enorme monstruo bajo la espada y el fuego de los Nephilim. El sacerdote parece haber perdido la cabeza y al tiempo que solloza por la perdida de su criatura, grita incoherencias sobre Ángeles y castigos divinos.
-¡Por el amor de dios, Silvio, cálmate! –Le grita el Líder- ¿Qué demonios son esas criaturas voladoras?
-¿No lo ves, Jeremmiah, no lo ves? –Responde el Papa- Son Ángeles. Dios nos está castigando. Ya te lo advertí, te advertí sobre mis sueños y visiones.
-Eso son locuras de un trastornado –interviene irritado el general-. Santidad, por favor, es usted un hombre de ciencia, serénese.
Jeremmiah no sabe bien que pensar. Todo aquello no tiene ningún sentido, pero lo que no puede negar es lo que están viendo sus ojos. Delante de sí tienen a unos hombres y mujeres con alas y espadas de fuego. Y la verdad es que la explicación más plausible es que son ángeles. Siente que le va a estallar la cabeza, ¿ángeles? ¿En serio? ¿Dios existe, y el diablo y todo eso? No tiene ningún sentido, la iglesia esta de su lado, es parte de su gran imperio, porque iba Dios a mandar a sus soldados para destruirlos. Pero lo que también tiene claro es que las tropas se van a dispersar como no las replieguen en orden.
- General, ordene a las tropas que se replieguen y se aposten para aguantar el asalto. Nos recluiremos en el laboratorio, pase lo que pase no pueden llegar a allí.
Su Santidad no espera a que Jeremmiah acabe de hablar. Chillando como un loco, sale corriendo y recorre los pasillos del cuartel general hasta que el aire de la noche le da en la cara. Corre en la noche, una noche extrañamente tranquila, tendiendo en cuenta el que ruido de las explosiones y los disparos está cada vez más cerca. Pero Silvio no se detiene, quiere llegar a su mansión y esconderse allí hasta que todo pase y, si no, ya buscará la manera de huir. Por fin consigue llegar a su santuario, su mansión. Cierra las puertas y las atranca con muebles. Pero no se siente seguro y, pasando de largo sus aposentos, entra en la enorme estancia que da cobijo a su harén. Es una habitación enorme donde al menos veinte chicas jóvenes dormitan semidesnudas en sus camas. Algunas se están duchando en las duchas y saunas que hay instaladas al final de la estancia. Las jóvenes jamás pueden salir de allí, al menos que su Santidad las convoque. Pero allí hay alguien más. Alguien que no debería estar ahí, el hombre de fría belleza que se le apareció en sueños.
-¿No pensarías, Santidad, que seria así de fácil escapar? No de mí.
-¿Quién eres tú? ¿Qué quieres de mí?
-Sabes muy bien quien soy. Tu corazón te lo dice. Di mi nombre, Papa, di el nombre del más hermoso de los ángeles.
-¿Miguel?
-¿Me tomas el pelo, insecto?
-Lucifer –dice Silvio Panterini, y no es capaz de decir nada más. Al pronunciar el nombre del ángel parece que la habitación se ha enfriado.
-Eso soy yo, Santidad. El mismo. Y en cuanto a qué hago aquí, voy a hacer mi trabajo, voy a llevarte conmigo. A ti he bajado en persona a buscarte.
-Eso no es posible. Soy un servidor de Dios, el habla por mi boca. El señor jamás permitiría que vaya al infierno.
-Tú nunca has hablado con Él. Ya no habla con nadie. Ya no le importáis, la prueba palpable es que os ha dejado hacer todas las monstruosidades que tu querida Corporación le ha hecho al mundo sin mover un dedo.
-¡Lo hemos limpiado de indignos!
-No me voy a molestar en discutir con un fanático enfermo como tú quién es el que os ha dicho que vosotros sois los dignos. Has matado, violado, retorcido la naturaleza a tu voluntad, esclavizado. Es la hora de pagar padre.
Lucifer levanta la mano y un montón de sombras empiezan a surgir de las paredes y el techo. Las sombras se dirigen hacia las chicas y parecen que van entrando en ellas, una a una. Una vez todas las sombras han desparecido dentro de los cuerpos de las jóvenes, sus ojos se vuelven completamente negros.
-Bien, Santidad. Alguno de mis queridos demonios se han unido a tus chicas y seguro que las van a convencer para que sean ellas misma las que te den tu merecido. Nos vemos ya sabes donde.
Las chicas, con una sonrisa absolutamente aterradora, empiezan a andar hacia el pontífice, que trata de abrir las puertas. Pero están atrancadas y por más que tira de ellas no se mueven ni un ápice. Pero pronto deja de tener importancia eso. Las chicas le dan alcance y se lanzan contra él como locas, arañando, mordiendo y golpeando. Silvio grita, pero nadie puede oírle. Lo que casi si puede oír él es como le van arrancando la piel a tiras, con uñas y dientes. Su blanca túnica ya no es más que un montón de jirones rojos en el suelo. Una de las chicas le arrana la lengua de un bocado y otra le saca los ojos, pero le dolor y los sonidos siguen hay. Una agonía en la oscuridad y el dolor más atroces, sintiendo como varios pares de uñas escarban en su estomago y van separando la piel, desgarrándola, para meter las manos por agujeros recién abiertos y sacar sus tripas al aire. Entones empieza a sentir los mordiscos en la garganta y siente su propia sangre en la boca y la falta de aire. Se ahoga, se va ahogando poco a poco, vapuleado por el dolor, hasta que todo desaparece. El Papa ha muerto, pero el mundo está desgarrado y ni en los próximos días, ni en las próximas semanas habrá una fumata blanca. Quizás ya nunca la vuelva a haber.

2 comentarios:

Panteira dijo...

Partiendo de la base de que soy inmortal hasta que no se demuestre lo contrario...
Si algún dia se demuestra que no lo soy, quiero que sea así!!
Se me ha puesto la cola gorda xDDDD

Doctor Spawlding dijo...

jejejeje, ya sabes que aqui estamos a disposicion del cliente, jejeje