martes, 23 de septiembre de 2008

La invasión de los girasoles mutantes.
Episodio primero: Johnnie Walker y el Doctor Spawlding.

Arizona, año 2078, 23 de agosto.
Un viejo autobús escolar atraviesa una polvorienta carretera en medio del desierto. Las ventanas están tapadas con planchas de acero al igual que las ruedas. El ruido que produce el desvencijado motor es casi obsceno, como una sinfonía malvada compuesta por un loco. Es un cachcarro viejo, sus ruedas están cansadas y sus costados cosidos a golpes y cortes. Pero el mundo también es viejo y está mucho más cansado.
El desierto está lleno de girasoles que chillan de rabia por la inminente puesta de sol. Ven pasar al autobús, pero no se molestan en disparar sus pipas, saben que no pueden atravesar la chapa con la misma facilidad que la carne humana. Gritan de rabia y tratan de detener el monstruo metálico con sus raíces, o sus ramas, fuertes como brazos de oso, pero el autobús va bien protegido por placas de acero afiladas colocadas por todo el morro, protegiendo el radiador. Cortan tentáculos verdes como si fueran mantequilla. La sangre de los girasoles es roja, algo que nadie ha podido explicarse todavía.
A los chillidos de los girasoles se une el sonido del motor y una música potente que sale de la cabina.
En el interior de esa cabina hay dos hombres. Ambos son jóvenes. El que conduce es un tipo delgado, con una barbilla prominente cubierta por un perilla algo descuidada. Lleva una camiseta roja en la que se puede ver un dibujo de los protagonistas de una vieja película de finales del siglo pasado, Reservoir Dogs. Mientras conduce, grita e insulta a los girasoles, les llama hijos de puta y cada vez que aplasta a alguno parece enloquecer de alegría y de furia.
- ¡Esta mierda es buena Doctor, este Death Metal tuyo es cojonudo para dar boleto a unos cuantos de estos hijos de puta!
El otro tipo le mira y sonríe, va recostado en los dos primeros asientos mientras afila un espada de aspecto bastante amenazador. En la hoja puede leerse un nombre, Tadeus. Es un tipo con una mirada inquietante, como si los ojos grises solo pensasen cosas sombrías. Luce una corta melena que le cae sobre los ojos mientras afila la espada. Entre eso, y la barba, su rostro siempre parece envuelto en sombras. Lleva una camiseta negra de manga corta y en los brazos pueden verse varios tatuajes.
-La verdad es que hacia el final de su carrera -dice, sin apartar la vista de la hoja-, In Flames ya no podían considerarse como una banda de Death Metal, es más bien, no sé, In Flames metal. Pero sí, tienes razón, es una mierda cojonuda para aplastar cráneos de solitos. Pero ten cuidado, hay muchos, si se meten a cholón debajo de las ruedas podrían hacernos volcar, Johnnie.
Los asientos del autobús han desaparecido, excepto las cuatro primeras filas, el resto lo del espacio lo han aprovechado para colocar unas camas, vitrinas con libros, películas, discos. También hay una pequeña cocina eléctrica, una nevera y hasta un grifo de cerveza. Es como un hogar sobre ruedas.
El Doctor Spawlding, que así se hace llamar, coge una botella de Jim Bean, da un largo trago y se la pasa a su amigo.
-Un buen trago para m amigo Johnnie Walker. Porque nunca dejemos de caminar -dice.
Johnnie coge la botella y la levanta en señal de brindis, pero cuando va a beber, el autobús da un bote y se derrama algo del líquido en la camiseta.
Jodidos hijos de puta! Es que ni muriéndose dejan de dar por el puto culo. Coge el maldito volante, quieres, voy a a cambiarme.
Se intercambian los puestos y el Doctor Sapwlding coge los mandos de la nave mientras su compañero se pierde en las sombras cada vez más espesas que van apoderándose del interior del autobús.
El Doctor Sapawlding mantiene el pulso firme en el volante, él no tiene la misma pericia conduciendo que su compañero, estuvo claro desde el principio que su parte aportativa en el dúo era la de, digamos, eliminar cosas. Hace ya más de tres años que cabalgan juntos. El Doctor encontró a Johnnie vagando por un pueblo perdido cerca de Delawer. El tipo estaba buscando a su novia, pues se habían separado al escapar de su pueblo cuando empezó la invasión.
Estuvo tentado de decirle que lo más probable es que ella ya estuviera muerta, o transformada en un girazombie, puesto que el noventa por ciento de la población había perecido de una forma o de la otra. Pero Johonnie tenía un brillo especial en la mirada, el brillo de un hombre enamorado. Decía que sentía que Helen estaba viva, que podía sentirla en alguna parte del país y que no iba a parar hasta encontrarla. Al Doctor Spawlding le conmovió tanto aquella historia que decidió acompañarle. El Doctor es en el fondo un romántico empedernido, un enamorado de los ideales. Pero lo que de verdad le pasa, y lo sabe, es que envidia amar a alguien con esa intensidad y que alguien en algún rincón del mundo le ame a él.
Tres años en el camino. Empieza a ver la luz en los ojos de su camarada más apagada y eso le preocupa, pues es la única luz que le incita a seguir en ese mundo de mierda, ese infierno en el que se ha convertido el país tras la invasión de los girasoles mutantes.
Algo llama su atención. Una luz en el horizonte. Un resplandor grande y palpitante.
-Johnnie, ven a ver esto.
Es completamente de noche. Los girasoles han cejado en su empeño de atacar el autobús, así que el Doctor aminora la marcha mientras el resplandor, cada vez mas grande, va llenado el horizonte.
-¿Qué demonios es eso? -pregunta Walker.
La carretera empieza a descender levemente y a sus pies ven un valle.
Pronto se ve lo que es el resplandor, una ciudad, una ciudad en llamas.
Nada de especial, salvo que las ciudades están ya tomadas en su mayoría por los girasoles y por lo girazombis. Esa ciudad está siendo atacada, por girasoles, o por rebeldes humanos.

Continuará