jueves, 25 de noviembre de 2010

La invasión de los girasoles mutantes


Episodio 27: Un nuevo amanecer
Francis Connor se toma un momento para contemplar los primeros rayos del amanecer, la avanzadilla liviana de la marea de luz que pronto iluminará las calles. Prefiere concentrase en las hordas de engendros que se lanzan sin descanso contra la fachada del edificio donde están parapetados, porque sabe lo que va a encontrar si mira a los ojos de sus hombres, e incluso a los de los Nephilim, porque sabe perfectamente que es lo que va a ver, cansancio, tristeza y desesperación. Lo mismo que verá cualquiera de sus hombres si mira a su propio rostro. Sin embargo, los girasoles y sus retoños zombis no cesan en sus acometidas contra el edificio. No sabe cuanto tiempo pueden lanzar los Nephilim sus bolas de fuego, pero lo que si sabe es que las municiones de sus hombres empiezan a acabarse. Pero ahora solo tiene tiempo de preocuparse en disparar, no para evaluar futuras eventualidades. El presente, la realidad, ahora mismo solo tiene el peso de su gatillo. Pero le duele el dedo, le duele el brazo, el hombro, la espalda y las piernas. Lo que es peor es que a sus enemigos no parece dolerles nada, ni las heridas, ni las inmensas bajas que estaban sufriendo. Un enemigo sin sentimientos, sin conciencia, sin dolor, solo con ansia asesina y ganas de destruirlos. Los girasoles dan inmensos saltos de casi dos metros tratando de encaramarse a las ventanas y terrazas del primer piso, aun no llegan, pero con la montaña de cadáveres que se está formando junto a la fachada, sabe que muy pronto empezarán a encaramarse y ese será el principio del fin. Pero tampoco tiene mucho tiempo para penar en eso, un girasol salta muy cerca de él gritando como una bestia y le dispara dos veces en la cara. No se alegra por el enemigo caído, solo piensa, “dos balas menos”.

Celine es más alta y es trabajoso tirar de ella. Arrastrarse por los pasillos de la fortaleza de la Corporación le parece algo surrealista. No entiende por que no deja a esa maldita arpía tirada en un pasillo, o mejor aun, por que no la ensarta con el cuchillo que aun le cuelga de la cadera. Pero supone que si alguien debe matarla ese debe ser Peter, es quién mas cuentas pendientes tiene con ella. No conoce a ese extraño hombre demasiado, pero está casi segura de que si se ha molestado en pedirle que la salvara es para que nadie le quiete el placer de acabar con ella con sus propias manos. Así que tira de Celine a través de pasillos que no tiene muy claro donde van.
- No puedes conmigo, déjame. Sabes que yo lo haría –le dice Celine, como si pudiera leerle los pensamientos.
- Cállate. A diferencia de ti, a mi aun me queda palabra. Lo que podías hacer es tratar de andar por ti misma, o arrastrarte un poco más deprisa. Tienes el culo muy pesado, guapa.
- ¿Palabra? ¿Mantienes tu palabra con Peter? Él te arrancaría la piel sin pensarlo si te interpusieras en su camino. No le conocéis como yo.
- Solo sé que cruzó el país para ayudar a Johnnie a encontrarme y que nos salvó a las dos ahí dentro. Para mi es suficiente.
- Hasta un tigre puede darte un lametazo de vez en cuando.
Helen no quiere seguir hablando. Siente que cada palabra de esa mujer va impregnada de veneno, así que sigue andando. Giran una esquina y tienen que detenerse. Cuatro girazombis dan buena cuenta del cadáver de uno de los guardias de la corporación. No hace ningún ruido, ni cruza palabra alguna con Celine. La deja sentada en el suelo y saca el cuchillo de la funda. Una patada voladora manda al primer zombi un par de metros lejos de ella, al tiempo que clava el cuchillo, sacándolo rápidamente, en la base del cráneo de uno de los zombis. Otro se lanza contra ella, pero el cuchillo es más rápido y corta la garganta hasta que suena el sonido seco de la columna de zombi partiéndose. No le hace falta verlo, sabe que tiene otro detrás, así que gira sobre si misma y le empuja contra la pared, al mismo tiempo que apuñala, una y otra vez, donde puede, donde encuentra. La hoja se clava mientras el zombi grita de rabia, sin disminuir su furor, hasta que ella clava el cuchillo en la sien del monstruo y siente su peso desplomarse contra el suelo. Es solo un segundo, pero se da cuenta de que ha olvidado al zombi que derribó en primer lugar. Cuando se gira ve al monstruo lanzarse contra ella y escucha un disparo que lo detiene justo en el aire. Se da la vuelta despacio. Allí está. Le cuesta mantenerse en pie, es evidente, pero allí está Celine sujetando con mano temblorosa un arma que Helen supone le ha arrebatado al guardia muerto.
-Hazlo rápido –dice Helen-. Así me sentiré menos estúpida por no haberte liquidado cuando tuve la ocasión.
Celine sonríe con dificultad. A Helen no le cabe duda de que el dolor recorre todo el cuerpo de la chica.
- No voy a matarte –dice Celine-. Pero no te confundas, esto no es un buen gesto por mi parte, es solo que tendremos más posibilidades de salir de aquí juntas. Pero, te lo advierto. Si cuando salgamos de aquí tratas de detenerme no lo dudaré ni un segundo.
- No me cabe duda.
- Pues bien, coge tu cuchillo. Este juguete me lo quedo yo.

Jeremmiah ríe a carcajada limpia. Bridge sigue inconsciente y Johnnie se siente un poco superado. No sabe donde ha aprendido a luchar aquel maldito alfeñique de aspecto delgado y quebradizo, pero el caso es que no consigue encontrar ni un punto débil en su defensa. Le duele todo el cuerpo de los golpes recibidos y no ha conseguido ni asestarle un maldito puñetazo a ese mamón sonriente.
- Deja de reírte, cabrón. Te voy a borrar esa sonrisa de la cara –dice, aunque ni siquiera él se cree sus palabras.
- ¿De veras? Estoy deseando ver como lo intentas. ¡Ah! Perdona, que esos patéticos intentos de golpearme eran tus intentos –dice entre carcajadas-. Siento no haberlos reconocido como una verdadera amenaza.
Walker hierve por dentro de furia. No puede ser, se niega a creerlo, se niega a aceptarlo. Ha sobrevivido a ejércitos de hombres, girasoles y zombis, a monstruos gigantescos. No puede ser que todo vaya a acabar en manos de aquel tipo. Grita y se lanza contra el Líder con furia ciega, pero no sabe muy bien como, un segundo después está volando por los aires. Choca contra una mesa del laboratorio y rompe en mil pedazos tubos de ensayo y recipientes de cristal varios. Cuando cae al suelo, por un segundo, siente la necesidad de quedarse allí tumbado y que el dolor le cubra con cuidado como un manta. Quedarse tranquilo y que la inconsciencia se le lleve a algún lugar mejor, lejos de guerras, de monstruos y de universos destruidos. Pero es solo un segundo. Un destello llama su atención. La luz de la sala está reflejándose en algo metálico. Tiene la vista algo nublada por el golpe, así que arrastra la mano entre los cristales rotos hacia el destello. Su mano toca algo metálico y pequeño. Es algo afilado que le hace un pequeño corte en la mano. Es un bisturí. Se agarra a él como si fuera la última arma del mundo, el arma definitiva.
-Vamos, chico, no te duermas todavía, aún no hemos acabado de divertirnos.
Siente como el Líder se acerca a él. Sabe que le cree derrotado, que le cree indefenso y que viene sobrado de confianza y con la guardia baja. Si tiene alguna mínima oportunidad, es en ese momento. No tendrá otra. Jeremmiah se acerca, riendo, empuja con la pierna para darle la vuelta. Ahí, ese es el momento, Johnnie se gira todo lo rápido que su maltrecho cuerpo le permite y corta. Una vez, a la altura del gemelo y otra, estirando el brazo, a la altura del muslo. El líder chilla de dolor y retrocede. Él se levanta, lanza otra cuchillada que llega al tocar la mejilla de Jeremmiah. Johnnie se lanza ya con todo lo que le queda, pero su adversario ya ha reaccionado y todos sus ataques son parados o esquivados, aunque nota que su enemigo se mueve con más dificultad, así que sigue lanzando ataques con el bisturí con furia ciega. Hasta que en uno de esos ataques, el Líder le vuelve a hacer una llave que le lanza otra vez por los aires. Cae al suelo y siente como si todo su cuerpo se rompiera de repente, pero guarda fuerzas para sujetar el bisturí, para no dejarlo caer. Se incorpora con dificultad y ve al Líder cojeando, sangrando con profusión por las dos heridas de la pierna. La del rostro parece más superficial.
-Sucia rata –dice.
-Ya no te ríes, ¿eh? –dice Johnnie, haciendo un esfuerzo para reírse él.
-Voy a disfrutar arrancándote las tripas.
-Aquí me tienes, chico de los girasoles.

Una fuerte explosión de energía, psíquica y angélica, y los dos contendientes salen disparados. Xavier choca contra una pared, cayendo pesadamente al suelo, y Peter resbala varios metros por el suelo. Ambos vacilan un segundo en levantarse. A pesar de sus respectivos poderes, el dolor empieza a atenazar los cuerpos de los dos guerreros.
- Tanto potencial –dice Xavier mientras se levanta-, tanta fuerza desaprovechada. Muchacho, es una locura. Es selección natural, ¿no te das cuenta?, alguien con tus poderes está destinado a hacer cosas increíbles.
- Yo, a diferencia de ti, no pedí nada d esto, sonrisas. Creí que ya te habrías dado cuenta de que no me interesan el poder, ni el dinero, ni la historia. Solo quiero un rincón tranquilo en el que poder emborracharme sin que ninguna de las monstruosidades que habéis lanzado al mundo me joda el día.
- Cada vez me pareces más despreciable por tu estrechez de miras. Eres un enano mental.
-Prefiero eso que ser un enano emocional.
Nada más acabar la frase lanza una bola de fuego angélico. Xavier levanta las manos y la bola estrella contra el muro psíquico que levanta el hombre. Acto seguido con un gesto de la mano lanza a Peter por los aires, pero el Nephilim abre las alas y consigue mantener la postura a unos centímetros del suelo.
A Xavier le enfurece y empieza lanzar ataques con todo su poder. Consigue desestabilizar el vuelo de Peter, consiguiendo atraparlo contra una de las paredes. Peter se siente inmóvil, esta vez la fuerza es más poderosa, está claro que Xavier esta usando todo el poder que le queda dentro, y es mucho. Xavier empieza a golpearle en el rostro, en el estómago, y el dolor no le deja pensar, no le deja usar sus propios poderes para liberarse. Xavier detiene la hondonada de golpes. Se aleja. Él hace un esfuerzo y nota que va recuperando el control de sus extremidades. Pero algo le distrae. Xavier se agacha a coger algo del suelo, un objeto alargado, pesado. Tadeusz parece brillar enfadada en manos de un extraño. Xavier se le acerca y  se queda a un par de metros de él. 
- Una divertida ironía, que tu fiel acero sea el que sigue tu vida.
Se lanza contra él. Pero Peter siente el alma del acero que le llama, le reclama como su legítimo dueño. Peter levanta el brazo derecho y la espada vuela de la mano de Xavier hasta la suya. Cuando el general quiere reaccionar, la hoja de Tadeusz le atraviesa. Se queda muy quieto y Peter siente que las fuerzas psíquicas de Xavier le sueltan. Los ojos azules de su oponente están muy abiertos, como si no entendiera bien lo que está pasando. Sin inmutarse demasiado, Peter saca la hoja del cuerpo de Xavier y lo decapita.

martes, 16 de noviembre de 2010

La invasión de los girasoles mutantes.


Episodio 26: un nuevo infierno para nuevos héroes
A Johhnie le cuesta teclear en el ordenador. Los nervios, el cansancio y el miedo le juegan malas pasadas. Bridge cubre el pasillo por el que han entrado y no está, ni mucho menos, menos nervioso y asustado que su amigo. Están solos, adentrándose en la boca del lobo y con, nada menos, que todo el peso del mundo sobre sus espaldas. Las rodillas empiezan a fallarles.
- Date prisa, chico.
- Hago lo que puedo, Bridge. Los códigos de este ordenador son más complicados.
-Supongo que eso es porque nos estamos acercando.
-Sí, el problema es que nos sabemos a qué.
La puerta hace una serie de ruidos mecánicos y por fin se abre. Johnnie guarda el ordenador en la mochila y se queda mirando el interior de la sala que les acaba de ser revelada.
- La puerta del infierno –dice Bridge.
Ante ellos, una oscuridad absoluta que es rota brevemente por el destello de tanques de cristal en los que flotan suspendidos en líquidos criaturas aberrantes. Es un espectáculo de pesadilla que los dos compañeros contemplan estupefactos. La luz de las urnas se enciende y se paga en un leve segundo dejando entrever, aquí y allá, imágenes de pesadilla. Hay luces que se ven muy lejanas, lo que unido a la oscuridad reinante, hace que sea imposible hacerse una idea de las dimensiones de la sala, pero parecen ser enormes.
-Da igual lo que nos espera ahí dentro, amigo –dice Johnnie-, no hemos llegado hasta aquí para quedarnos en la puerta.
-Amén –contesta Bridge, al tiempo que saca un tubo fluorescente, lo agita y empieza a emitir una leve luz verde –. No es mucho pero siempre será mejor que nada.
Comienzan a andar y Bridge no puede menos que pensar que son unos modernos Dantes adentrándose en el infierno. El baile de tanques que se encienden y se apagan es terrible, pues dejan destellos de pesadillas que no duran más que un segundo y que mezclados con la luz verde de la linterna de Bridge hacen que todo aquello se transforme en un paisaje de auténtica locura. Un paso tras otro al borde del infierno con un destino completamente desconocido.
- ¿Sabemos a dónde vamos? –pregunta Bridge.
- Hacia delante, supongo.
- Eso no suena muy halagüeño.
- Mira donde estamos, nada me sonaría demasiado halagüeño.
Siguen avanzando en la oscuridad. Un tanque se enciende brevemente y los dos amigos prefieren no mirar la aberración que flota en su interior y que se deja ver unos segundos. Es extraño el pensar que la oscuridad es más alentadora y acogedora que los breves destellos de luz, que parecen abrir puertas a una dimensión de pesadilla. Bridge piensa que espera que ninguna de esas puertas se quede abierta demasiado tiempo para que nada pueda colarse. Pero no tiene tiempo para pensar mucho más. Un ruido a sus espaldas llama su atención. Va decirle algo a Walker, pero el chico ya se ha girado con el arma apuntando en la dirección del ruido. Pronto el sonido también se repite a su alrededor y a sus espaldas.
- ¿Qué coño es eso, Johnnie?
- Nada bueno, supongo. Nada bueno, amigo.
-Arrojemos un poco de luz.
Bridge saca otra lámpara LED de la mochila y la agita hasta que empieza a emitir la misma luz que la verde que la que lleva en la mano y la lanza hasta la fuente del ruido. La luz verde vuela a través de la oscuridad y cae al suelo, justo en medio de una multitud de girazombis que les están mirando directamente a  ellos, con las manos crispadas y las bocas babeantes abriéndose y cerrándose como si se relamieran.  
El ruido empieza a rodearles.
- Están por todas partes, Bridge.
- Lo sé, no se lo que hay al otro lado de esta maldita habitación, pero creo que debemos descubrirlo cuanto antes. Yo me encargo de la vanguardia, tú de la retaguardia y los flancos.
-Hecho. A la de tres. Uno, dos y…
No puede acabar la cuenta, los girazombis se lanzan contra ellos en medio de unos terribles chillidos que empiezan a sonar a sus lados y delante de ellos. Comienzan a correr y disparar a ciegas. Ahora si que los nervios les presionan en la sien y aprietan los dientes mientras corren y disparan de manera frenética, sin poder pensar, sin poder decidir una dirección. Hay algo de hipnótico en el baile de luces. Los fogonazos de las armas permiten ver fugaces escenas de girazombis lanzándose contra ellos de manera asesina, así como tanques que estallan en mil pedazos dejando que sus horribles contenidos caigan al suelo, junto con el líquido en el que están suspendidos. La oscuridad parece infinita y las armas se recalientan, ninguno de los dos quiere pensar cuanta munición les queda.

Jacob tiene una fea herida en la frente, pero eso no impide que, en lo alto de las escaleras del primer piso de un edificio seriamente tocado por la batalla, lance bolas de fuego angélico contra los girasoles y girazombis que tratan de escalarlas. A su lado, Francis Connor dispara su arma, eligiendo cuidadosamente sus blancos, haciendo gala de su instrucción militar. Ninguno de los dos quiere pensar en como ha cambiado la batalla. Después de poner en fuga a las tropas de la Corporación, han visto que éstas no eran la única arma, ni tan siquiera la más terrible. En la última hora, hordas y hordas de girasoles y girazombis se han lanzado contra ellos. Su furia es ciega y nunca retroceden, pues no tienen miedo a morir. Quizás no tengan miedo a nada, pero lo que es seguro es que su empuje es febril y han hecho que las tropas aliadas y los Nephilim se atrincheren en un maltrecho edifico. Fuera, millares de engendros furiosos se agolpan en plaza queriendo entrar en el edificio y destruir a sus enemigos. Desde las ventanas, Nephilim y tropas escupen fuego, pero eso no parece amedrentar a las hordas enemigas.
 - Jacob –Francis levanta la voz en medio del estruendo de gritos y explosiones-. Retrocede, hay que destruir estas escaleras, eso les frenará
- También nos encerrará aquí dentro.
- Muchacho, si nuestros amigos no tienen éxito, solo podréis salir de aquí los que tenéis alas.
Mientras habla saca un montón de granadas y las ata con un cable. Luego les quita la anilla a una cuantas y las lanza escaleras abajo. Apenas tiene tiempo de tirarse al suelo y la explosión lo llena de todo de cascotes y humo. Durante unos segundos, los oídos de Jacob y Francis quedan sordos a todos los sonidos de la batalla que son sustituidos por un profundo pitido. Jacob se incorpora, ayuda a levantarse a Francis y suben al segundo piso, donde el resto de las tropas y los Nephilim tratan de contener la marea de seres que empiezan a intentar escalar la fachada de edificio.
- ¿Es que nada detiene a esos hijos de puta? –dice Francis.
- Bueno, espero que para detenerlos no quieras demoler el edificio -dice Jacob sonriendo, y vuelve a lanzar bolas de fuego contra los zombis y girasoles.
-Bueno, no descartemos nada –responde Connor, devolviendo la sonrisa y haciendo que su arma vuelva a cantar.
- Estoy limpio, Johnnie –dice Bridge soltando la escopeta-. Solo me quedan los cargadores de dos pistolas.
- Pues intenta que cada disparo cuente, amigo.
Siguen avanzando y disparando en medio de la oscuridad y parece que los girazombis nunca reducen su numero y su ímpetu a la hora de atacarlos.  Por fin llegan hasta el final de la sala, pero otra puerta cerrada les impide el paso. Johnnie le lanza el arma a Bridge que falla al cogerla  y se agacha como una centella a recogerla del suelo.
- Cúbreme –dice Walker, rebuscando en la mochila-.
- Johnnie, no tenemos tiempo para que trates de piratear la puerta.
Pero Johnnie no saca el ordenador de la mochila. Saca una carga explosiva de C-4 que pega en la puerta. Aprieta un botón y sale corriendo agarrando a Bridge. Justo cuando hace que los dos se tiren al suelo detrás de un tanque, la explosión lo llena todo. Están cubiertos de cristales y del líquido que contenía el tanque. En la oscuridad pueden intuir el cuerpo del engendro que flotaba dentro de él, pero prefieren no mirarlo.
Se acercan a la puerta, que está hecha pedazos. Por el suelo, cascotes ardiendo y cuerpos de zombis también ardiendo, que se retuercen de dolor.
- Esta puerta era menos maciza –dice Johnnie-. Es evidente que jamás pensaron que ningún intruso llegara nunca tan lejos.
- La próxima vez avisa antes de intentar volarnos por los aires, chico.
- Te mandaré un fax, si te parece –contesta Johnnie-. Venga, sigamos.
La puerta da a una escalera que desciende. Aunque no saben a dónde se dirige, pero al menos está alumbrada por luces de emergencia. Dejar la oscuridad atrás era una buena novedad. Después de bajar una altura de tres pisos, llegan a otra puerta, pero ésta está abierta y la estancia con la que comunica está bien iluminada. Es una especie de laboratorio y en medio de la sala hay un hombre. Un pequeño bigote al estilo de Hitler corona una pérfida sonrisa. Mientras sonríe, aplaude de manera sonora. Johnnie y Bridge entran en la sala apuntando al Líder, que no parece inmutarse por la amenaza de las armas, a pesar de que parece estar desarmado.
- Enhorabuena, queridos amigos. La verdad es que jamás hubiera apostado a que llegaríais tan lejos.
-Sin embargo aquí estamos, hijo de puta –dice Bridge.
-Sí, pero mira –mientras habla saca del bolsillo una especia de mando a distancia con un botón rojo-. Aquí está lo que buscáis, niños. Basta con pulsar este botoncito y todas mis hermosas criaturas desaparecerán. El problema es –dice guardando el mando a distancia en el bolsillo- que nunca llegaréis a poner vuestras sucias manos en él.
Antes de que puedan entender lo que pasa, el Líder, con la velocidad de un rayo, se lanza contra ellos. Primero una patada y el arma de Bridge sale volando, luego un codazo en el pecho de éste que le lanza contra la pared. Se golpea la cabeza y queda sin sentido en el suelo. Walker consigue disparar una vez, pero tarde. Inmediatamente después de dejar sin sentido a Bridge, otra patada lanzada a la rodilla de Johnnie le lanza al suelo y hace que sus disparos se estrellen en el techo.
- Bien, niños. Vamos a jugar un rato dice el Líder, riendo sin parar.

Peter cae de rodillas. Con sus poderes, Xavier le postra en el suelo y una hondonada de dolor le recorre el cuerpo. Con el rabillo del ojo localiza a su fiel espada, en ese momento un inerte y frío trozo de metal lejos de su alcance. Piensa lo inútil que es la más poderosa de las espadas si no tiene aunque sea el más débil de los brazos para empuñarla.
-Es triste ver un arma, un ser único como tú, a punto de ser destruido.
- No cantes victoria tan fácilmente, sonrisas. No es de buen jugador –responde con dificultad Peter.
-Yo no soy un jugador, muchacho ¿Aun no te has dado cuenta? Yo soy un ganador. Hace un gesto con la mano y Peter sale disparado contra la pared. Intenta moverse, pero los poderes de Xavier son como un puño de hierro que aprieta todo su cuerpo. Intenta concentrarse, pero el dolor no le deja.
-Todo este sufrimiento –dice Xavier-. ¿Por qué? Por un absurdo idealismo, por un estéril sentimentalismo. Quieres ser normal, pero nunca lo serás. Puede que ellos no lo vean, pero yo si veo al monstruo que hay dentro de ti. Y tú también lo ves, solo que quieres darle la espalda.
-Sin embargo tú abrazaste a tu monstruo hace tiempo, ¿eh, sonrisas?
-No te das cuenta, pero es muy fina la línea que separa al monstruo del dios.
Peter no quiere escucharle. Siente que su humanidad es lo poco decente que le queda a lo que puede agarrarse. Aunque sabe que no será su humanidad lo que le saque de aquel lío. Es la otra parte. Esa parte oscura que yace en su interior como un animalillo asustado. La parte Nephilim. Esa parte que es una animalillo asustado pero, al mismo tiempo, es también un animal peligroso acorralado. Un pequeño fuego empieza a arder en su interior. Un fuego que le quema por dentro y antes de que pueda entender por qué, consigue levantar su mano derecha y lanzar una ráfaga de fuego angélico contra Xavier, que le lanza al otro lado de la habitación.
El General se levanta y limpia un fino hilo de sangre que corre por la comisura de sus labios.
- Vaya –dice-, por fin empiezas a despertar. Veamos de qué es capaz un Nephilim.