jueves, 28 de enero de 2016

La invasión de los girasoles mutantes 2. Proyecto Vos de Dios.

Episodio 14. ¡Hagan juego señores!

Los Ancestrales trajeron la sabiduría y su vida era larga y su poder infinito. Eso reza la leyenda ansazi. La voz de Doggy tiene un aire tétrico rodeado por la oscuridad de la cueva y por las figuras pintadas tantos milenios atrás, que bajo la luz de las linternas parecen cobrar vida, burlarse de ellos, como un teatro de sombras chinescas grotesco. Luego la leyenda se fue perdiendo, transformando de una lengua a otra y de un pueblo a otro, saltando de cultura en cultura. Los Ancestrales se fueron, pero dejaron un rastro para volver a encontrarnos y que su luz vuelva a brillar en el mundo.
-Bueno, eso no suena tan mal -dice Bridge en un alarde de parecer optimista, pero en cuanto ve como el gesto de Doggy se tuerce, sabe que una vez más ha hablado más de la cuenta.
-No, eso no suena tan mal. Pero esa es solo una de las versiones que he conseguido recopilar.
-Déjame adivinar -dice Johny-. Hay otra peor.
-Siempre la hay -añade Peter, que por una razón que sus camaradas no acaban de entender, no para de sonreír.
-Sí, sí que hay otra -prosigue Doggy-. La otra es que la presencia de los Ancestrales no era, digamos, muy reconfortante para la humanidad. Algo pasó, algo que los expulsó lejos de aquí, no sin antes de que pudieran dejar ese rastro, ese camino, un hueco por el que colarse otra vez en el mundo y terminar de sojuzgar la humanidad, lo cual siempre ha sido su ambición.
-No -dice Peter-. Esa no suena nada bien.
Sigue riéndose así que Johny se encara con él, lo cual no hace que Peter deje de sonreír ampliamente. De hecho Bridge cree, si no recuerda mal, que es la primera vez que ve a Peter sonreír de esa manera.
-¿Pero qué coño te parece tan divertido?
-Nada. Solo me hace gracia veros metidos en una mierda sobrenatural, que esta vez no me toque a mí.
-No sabemos si es algo sobrenatural.
Las palabras de Bridge hacen que los presentes oigan algo que solo uno de ellos, Celine, había oído, y hace muchos años de eso. Peter rompe a reír y dice lo siento, lo siento, no me miréis así, yo no soy el que está dibujado en un garabato antediluviano por una civilización perdida en las brumas del tiempo.
La risa de Peter consigue contagiarse un poco a todos. Hasta Bridge refunfuña un, muy gracioso, entre dientes y Caroline esboza un atisbo de sonrisa. Todos parecen relajarse, menos Harry, que mira la pintura. Doggy que se acerca a él y le posa la mano en el hombro. Harry le mira, con los ojos acuosos, sin saber muy bien a que atenerse en toda aquella maldita locura. 
-Y eso nos lleva a ti, amigo mío -le dice-. Mirad bien el dibujo.
Todos le hacen caso. No tienen nada mucho más especial que lo que han visto en primer momento. La figura que parece representar a Johny, Bridge y Harry. Sobre ellos una especie de ojos que, a pesar de lo esquemático de su representación, tienen algo terrible, algo que hace que de escalofríos mirarlos. Y luego, junto a la figura que bien podría ser Harry, una especie de triángulo.
-No veo nada extraño. Bueno, más extraño de lo que es todo esto ya de por sí.
-Ahora la historia da un giro importante. En el Popol vuh.
-La narración maya -afirma Peter-. Bridge, deja de mirarme así.
-Exacto. En ella se relata como los Dos Gemelos legendarios destierran a las criaturas del inframundo. Eso es lo que cuentan las inscripciones de la tumba del gobernante Pakal, en el Templo de las Inscripciones de Palenque, que se hace representar como uno de esos gemelos. Pero lo que nunca transcendió es otra estela que se encontró en esa cámara. Una que el gobierno americano confiscó inmediátamente, antes de la invasión de los girasoles.
-¿Qué había en esa estela? -Pregunta Celine y Peter, que la conoce bien, puede ver el brillo de la promesa de tesoros en sus ojos, verdes y hermosos en la oscuridad débilmente iluminada.
-Nadie lo sabe. El proyecto era top secret. Pero -prosigue Doggy tras una pausa dramática-.
-¿Sabes que había en ella? -Pregunta Harry.
-No. Sé donde la llevaron. Y solo conseguí encontrar notas fugaces sobre lo que había en ella. Un mensaje. Unas instrucciones, más bien.
-¿Instrucciones para qué? -La voz de Harry se estrangula con la impaciencia, y la verdad es que a todos les parece que el tipo ese podía ir un poco más al grano, está claro que disfruta con la historia.
-No he conseguido averiguarlo.
Una sombra cruza la mirada y los corazones de todos. Acaban de darse contra un muro y tienen la sensanción de que un montón de piedras viejas como el demonio está cayendo a toda velocidad con destino claro a sus cabezas. Pero Doggy vuelve a sonreír. No hay duda de que tiene otro as en la manga. Es imposible verle los ojos, por que los cristales de las gafas reflejan la luz de las linternas como dos faroles.
-Pero -dice-. Ya os he dicho que sí se donde la llevaron.
-¿Dónde? -Esta vez es Bridge el que empieza a perder la paciencia.
-A un laboratorio secreto.
-¿DÓNDE?
Doggy señala el dibujo del triángulo. Al último sitio en el que nadie buscaría un laboratorio ultra secreto.
Y a Bridge, mirando la figura del triángulo, se le enciende la bombilla, su cerebro lo ve claro, y cuando lo suelta, siente un alivio tal que ni siquiera puede disfrutar ni regodearse de lo listo que es.
-Las putas jodidas y malditas Vegas.
-Exacto -dice Doggy entre risitas.

Madre Mary mira a los despojos de lo que hasta hace unas horas era una orgullosa tribu de carroñeros. Concrétamente los pocos que han conseguido sobrevirir al ataque fallido contra Johny, Peter y los demás. Están arrodillados frente a ella, con la miradas bien clavadas en el suelo, como si su autoestima y su orgullo se les hubieran caído en medio de la arena. Madre Mary pasea frente a ellos, de un lado a otro, apretando los puños, con la melena castaña mecida por el viento del atardecer del desierto al ritmo de una meláncolica danza.
-¿Y cuántos decís que que eran esos temibles guerreros? -No habla con ninguno de ellos en general, pero está claro que quiere una respuesta inmediata.
Uno de ellos se apresura a explicar que apenas unos diez. Inmediátamente el desdichado trata de aclarar algo más, pero el hecho de que un segundo después de que Madre Mary clave la mirada en él empiece a sangrar profusamente por todos los orificios de su cabeza se lo hace bastante difícil, así que decide que lo mejor se morirse plácidamente en medio del suelo del cañón.
-Eráis al menos cincuenta -dice Madre Mary, tratando de que la ira que siente no haga temblar en absoluto su voz-. Ya que os habéis dejado vencer por una fuerza tan inferior, lo mínimo que deberíais haber hecho es morir en el intento con vuestros hermanos. Pero no os preocupéis. Hay tiempo para solucionar eso.
Madre Mary se gira y clava una mirada en una cueva que se abre oscura y terrible en la pared del cañón detrás de ella. Ignora los gritos de clemencia de los pobres diablos arrodillados y sonríe cálidamente a esa oscuridad que se abre para ella, como una madre sonríe a un hijo perdido. Pero no es a la oscuridad a quien sonríe, no, es a algo que hay más allá, quizás a esos varios pares de ojos rojos que se iluminan en el interior de la cueva y a los que acompañan un siseo aterrador, un sonido gutural y antinatural. Madre Mary nota en su cabeza el suave cosquilleo de las consciencias de las bestias mutantes y acaricia sus voluntades con mimo. Luego les dice lo que hay que hacer, les dice sin palabras, con un susurro de su mente mutante, que la cena está servida. Unos segundos después, bajo la mirada atenta de los despiadados habitantes de Inquisición, las vidas de unos cuantos desgraciados se evaporan entre chillidos, ojos rojos y garras. Y al desierto, una vez más, no parece importarle una mierda. 

La habitación sigue siendo blanca. Tan fría y desangelada como la otra vez que Harry la visitó. Y aquel niño extraño, que le sonríe con esa expresión capaz de congelar el Sahara o derretir la maldita Antártida, es aun más escalofriante que la última vez que le vio.
YA QUEDA POCO.
-¿Poco para qué? -Pero Harry se siente terriblemente ridículo haciendo esa pregunta, porque en lo más profundo de su interior sabe que ahí no va a encontrar respuestas.
Siente mareo, ganas de vomitar. Siente que la cabeza le va a explotar cuando el baile de datos le golpea el cerebro como un yunque. El niño ríe. Y es como si el mundo se partiera en dos, puede sentirlo en la piel, como cientos de imágenes de ríos, ciudades, montañas, se desquebrajan como si fueran papel pintado viejo que se descascarilla.
Luego se despierta, tumbado en medio del desierto, la mañana ya entrada. Alguna canción de rock vieja sale da la caravana de Doggy, que bebe una taza de lo que parece café humeante, apoyado en la puerta del vehículo. Unos metros más allá, Peter vigila con atenta mirada y da consejos mientras Caroline y la rubia Thrud practican artes marciales. Por la agresividad cualquiera diría que es solo un ejercicio, aunque ninguna de las dos deja de sonreír en ningún momento. Desde que se reunieron y Caroline se lanzó al cuello de aquel tipo taciturno y extraño, la chica parece más relajada, si es que ese adjetivo se puede aplicar a aquella pequeña arpía homicida. Los demás, aquí o allá, parecen absortos en la preparación del viaje que tienen que afrontar. Laura, Celine y Ángelo cargan las armas del helicóptero en el destartalado autobús escolar. Pero mientras las dos chicas no paran de comentar los acontecimientos recientes, Ángelo permanece mudo, como ha estado desde el encuentro con los girasoles y los zombis. Nadie le ha preguntado, nadie ha sacado el tema, aunque todos saben muy bien que es solo cuestión de tiempo. Bridge y Johny miran viejos mapas de carreteras que Doggy guardaba, decidiendo cual es la mejor ruta hacia Las Vegas. Aunque todos saben que no hay ninguna buena ruta hacia allí. Las Vegas no fue recuperada para el mundo después de que la Corporación y los girasoles fueran destruidos, es uno de esos puntos negros en el mapa que se tratan siempre de evitar y lo que pueda infectar la ciudad y las carreteras que llevan hacia ella es un misterio. Y en ese mundo los misterios no suelen ser ponys y nubes de algodón. No. Más bien son hierro oxidado y garras. Dientes y gasolina quemada. Pero a él no le cabe duda de que piensa ir allí, a donde parece que se esconde el principio de todo y puede que el final. Las respuestas al otro lado de un arco iris enfermo y corroído. Lo sorprendente es que esa banda tampoco ha dudado ni un segundo en ir con él. Algunos por que son de esas personas que cuando establecen un vínculo jamás te abandonan, otros por el puro interés de encontrar algo de valor, o algo que les de poder, al final de aquel viaje. El caso es que allí están todos, preparando la marcha hacia un lugar inhóspito, deshabitado hace décadas y en el que no saben que demonios van a encontrar. Así que Harry no puede evitar pensar que en el fondo, toda esa tropa es una panda de desequilibrados, adictos a ese tipo de sensaciones, a jugarse el tipo, a las situacione límite que prefieren mil veces enfrentarse a la muerte cada día y luego quejarse de su mala suerte que seguir con la vida que llevaban hasta ese momento. Lo que está claro es que, locos o no, esa gente con más que posibles y serios problemas psicológicos, es lo más parecido a una familia que ha tenido nunca. Y una leve sonrisa le incita a levantarse y ayudar a los demás con los preparativos.


Una hora más tarde, Bridge gira la llave y el motor de Betsy ronronea como un gatito de doscientos años asmático. Sonríe y pisa el acelerador. ¡Todos a bordo del expreso de Las Vegas! Grita. Luego se despide con un saludo de Doggy, que agita la mano en señal de despedida y levanta la cerveza que se está bebiendo y pega un sorbo, como brindando por ellos. Unos minutos más tarde, el desierto se lo ha tragado y una sensación cálida y reconfortante recorre el cuerpo de Bridge. Laura traza dibujos sin sentido en su espalda, distraida, con el dedo índice. La carretera. El sol. Incluso, por qué no decirlo, la emoción de tener una aventura delante. Y otra vez, como a traición, se le vuelve a colar ese hormigueo, ese sabor en la boca, el sabor de los viejos tiempos. Aunque cuando mira brevemente por encima del hombro a Laura, piensa que esta vez es incluso mejor. Por la mente se le cruza brevemente la imagen de Nimrod y su prole y una pequeña arritmia amenaza con hacer estallar su corazón, pero está de demasiado buen humor, así que ensalla la mejor de sus sonrisas y aprieta un poco el acelerador.
Ángelo, sentado en uno de los asientos mira por la ventana, como si esperara ver algo distinto en el imponente paisaje del desierto. Pero mejor clavar la atención fuera que en la angustia que le corroe por dentro, en las dudas que lo devoran. Simplemente lo supo. Casi podía oír el zumbido sordo de sus mentes, apagadas y sedientas de muerte, en la suya. Solo lo supo, solo notó en lo más profundo de su ser que tenía el control de la situación. Como sabe que debe respirar, como sabe cómo es el tacto el metal frío. Solo lo sabía, y ya está. Alguien se sienta a su lado. La verdad es que vista de cerca, el rostro de Celine es aun más perfecto, sus ojos aun más verdes y esa sonrisa roja, muy roja, de cerca, tiene un aspecto  mucho más amenazador, más peligroso. Es como si la mujer tuviera un cierto halo de frialdad a su alrededor, como si toda esa belleza bajara un grado la temperatura en torno suya. Es curioso, piensa, porque la rubia, Thrud, parece arder y Celine parece una ráfaga de aire glacial. Pero las palabras de ella hacen que su pensamiento se corte en seco.
-¿Estás preparado?¿Quiéres saber la verdad?
Ángelo vuelve a mirar el desierto. Está todo tan hermoso. Por eso no se sorprende cuando dice que no, que mejor en otro momento, si a Celine no le importa. Ésta solo sonríe, se encoge de hombros y vuelve a sentarse con Laura.
Y así es como un viejo autobús escolar cruza el desierto, con las articulaciones echas polvo y destrozada por el reúma. Cansada, pero contenta de que aquella panda le siga necesitando.
Lo malo es que no miran por el espejo retrovisor. Tan potente es en sus cabezas la idea que el destino que les espera que a ninguno se le ha ocurrido echar un ojo al camino que van dejando detrás. Por eso no ven los dos puntos oscuros que les siguen desde hace más de una hora. Están muy lejos, así que acerquemos la cámara. Dos motos enduro, sucias y con motores trucados que rasgan el aire del desierto con sus chillidos, siguen la estela que va marcando Betsy. Encima van dos motoristas encuerados y con cascos decorados con pinturas de colmillos. Siguen tras ellos un buen puñado de kilómetros más, siempre manteniendo la distancia, hasta que al final cambian el rumbo. Unas horas después están cruzando las puertas de Inquisición e informando a Madre Mary sobre el rumbo que ha tomado el autobús. Madre Mary no dice nada, pero entiende que algo terrible y poderoso hay en todo aquello, por que nadie va a Las Vegas, nadie en su sano juicio, al menos. Ni siquiera ellos van. Sea como fuere, y con un muy mal pálpito en el corazón, sabe que tiene que informar al Gran Sorbinus, así que se concentra y la aterradora imagen de Nimrod se forma en su mente. 
¿SÍ, MADRE MARY?

lunes, 18 de enero de 2016

La invasión de los girasoles mutantes 2. Proyecto voz de Dios.

Episodio 13. Voces grabadas en piedra.

Una voz atraviesa el aire enfermo y estancado de una cueva en medio del desierto.
- Te juro Bridge, que si te vuelves a chocar conmigo y me das otro codazo en las costillas, te voy a enseñar de que color son las tuyas.
Bridge tiene la incomoda sospecha de que Peter habla en serio, pero no puede evitar decir, pero si eres tú el que se ha chocado conmigo.
-¿Las cinco veces?


Doce horas antes:

Betsy cruza el desierto, sufriendo bajo un calor cruel y descarnado, su motor chillando, maltratado por las batallas el tiempo y los kilómetros sin que nadie le haga caso, porque cada cuál tiene que preocuparse de su propio sufrimiento, esa es la verdad. La mañana arde, pero no hay tregua y menos aun cuando la radio de Betsy vuelve a repetir el mensaje que llevan escuchando las últimas dos horas, esta vez tras Detroit Rock City, de los Kiss.
Otro temazo para animar la mañana amigos, siempre cortesía de vuestro DJ favorito. Y para nuestros socios de montura amarilla, no dejar de recordarles que aquí hay unos amigos suyos que estarán encantados de verles.
Laura asegura que es Celine mandándoles un mensaje. Está con el ermitaño, el que sabe algo de todo ese embrollo, esa era el plan. Para Caroline está claro entonces que Peter está vivo, así que las dos espolean a Johny, que pisa el acelerador de Betsy sin piedad, muriéndose por un trago. Mientras, Bridge, con Laura agarrada de su brazo, nerviosa, no sabe si atreverse a decir en voz alta lo que piensa, algo que nadie ha visto, o que no quieren ver. Quizás sí que estén vivos. Sí,Sí capturados, torturados, y con Nimrod y Plaga esperándoles con las putas huestes del infierno en el lugar donde Celine y Laura acordaron encontrarse. Intenta no pensarlo, pero entonces mira a Ángelo, que no ha abierto la boca, igual que Harry, que sigue con la cara enterrada entre las manos y ve que todo aquello se les escapa. Así que suspira y traga saliva y espera que por lo menos hoy no la palmen.

16 horas antes.

Peter no duerme. Nunca ha sabido lo que es dormir una noche entera, del tirón, cerrar los ojos y que todo, el mundo, las luces, el dolor, las dudas, el miedo, queden empapados y velados por el sueño. Peter no duerme. Ni si quiera está sentado, corta el aire de la fría noche dando absurdos mandobles con su fiel espada, envuelta la cabeza en su pañuelo palestino y enfundado en una vieja sudadera. Y es gracias a que Peter no duerme, subido en lo alto de una ladera, gracias a que ese par de ojos grises que arden con un frío aterrador están perdiendo el tiempo atisbando la noche del desierto, es gracias justo a eso, que ve una columna de vehículos, sus luces inconfundibles, quizás una treintena. No le hace falta verlos de cerca, sabe que son carroñeros, bandidos. Muchos. Salvajes y armados. Y el problema no es que vayan en su dirección. El problema es que si sus amigos se están dirigiendo hacia donde están ellos, si han oído el mensaje, si están siguiendo el plan de Laura y de Celine, se van a encontrar de bruces contra ellos. Sabe lo que hay que hacer y no puede evitar sonreír. Van a poder probar las armas que tan dúramente se han ganado. Pero la sonrisa se le borra rápido cuando salta para bajar de la colina y un agudo dolor en las costillas le recuerda que no está del todo listo para la batalla.

10 horas antes

Johny frena en seco y se baja de Betsy sin decir nada a nadie como si hubiera visto al mismísimo demonio. Están circulando al borde de un pronunciado acantilado que va descendiendo hasta morir en la planicie del desierto. Cuando todos llegan al borde del acantilado ven también lo que ha hecho que Johny se detenga. Vehículos de guerra. Una veintena de coches, quizás más, destartalados, modificados, llenos de armas y llenos de bandidos carroñeros del desierto. Una horda de indeseables mutantes que se extiende por la llanura, atestándola con el tronar de motores furiosos y de los gritos de una banda de guerreros salvajes. Una banda que está justo en la dirección en la que tienen ir, una banda que no dejan ninguna duda de que les han visto cuando aceleran los corazones de sus máquinas y lanzan gritos aun más feroces.
- A Betsy, rápido -grita Caroline, desenfundando las armas-. Hay que salir de aquí, ya.
No hace falta que convenza a sus compañeros. Pero cuando Johny trata de arrancar a su vieja tartana, ésta, no demasiado empática con la situación desesperada de sus ocupantes, no responde.
- ¿Qué pasa Johny? - Grita Laura.
- ¿Tú qué crees? El maldito calor, el motor está al rojo vivo.
-Pues nos van a calentar a nosotros, Johny.
-Ya lo sé, Laura, pero no puedo hacer nada, tiene que enfriarse.
-¡Trata de arrancarlo, por Dios, trata de arrancarlo! - Grita Bridge.
-Chicos -dice Caroline con una voz extrañamente fría-. Tenemos compañía.
El ruido del motor de varias motos enduro habla por ella, los exploradores de la horda. Son los primeros en llegar, una decena, armados con viejas armas de fuego, hachas, espadas rudimentarias, o deformes armas cortantes de difícil catalogación. Gritan y se les oye demasiado bien, piensa Bridge, a pesar del ruido de los motores y de que sus voces tienen que escaparse de los cascos decorados con cuernos y horrendas pinturas que imitan seres escalofriantes de rostros y fauces terribles. La polvareda que levantan ayuda a enmarcar toda la escena como si se tratara de una escena de una película, como si fuera el decorado recargado de un vídeo musical demencial. Pero cuando Johny suelta los dos primeros fogonazos de sus pistolas, Bridge entiende que aquello es real, tan jodídamente real y doloroso como un infarto. Caroline dispara, Laura dispara, Ángelo se levanta y dispara. Bridge entreveé las siluetas de más vehículos bajo la capa de polvo que se arremolina en torno a Betsy. Centra su mirada en un carroñero que se acerca a ellos a la carrera y acaricia el gatillo de su vieja escopeta. Pero no llega a disparar. Alguien se le adelanta y tras sendos disparos llegados quién demonios sabe de dónde, los dos tipos mas cercanos a Betsy caen al suelo con la cabeza y el pecho agujereados. ¿El fuego divino? No importa una mierda, el caso es que alguien está escupiendo fuego con una precisión mortal desde algún agujero, y ese alguien está de su lado. Siguen llegando más mercenarios salvajes, en tropel. Y en ese momento creen en los milagros. Y en los ángeles. Porque esa belleza y rubia de piernas largas que ha aparecido de la nada blandiendo una espada y acabando de un plumazo con unos cuantos tipos de aspecto terrible tiene que ser un puto ángel. Las balas parecen ignorarla a  propósito, pero cuando se gira y saluda sonriente a los ocupantes de Betsy, no es su rostro perfecto lo que les llama la atención, ni que sus ojos brillen con un fulgor dorado, sino que la espada que blande es nada más y nada menos que Tadeusz. Chicos, la voz de Laura les llama hacia el otro lado de Betsy, donde unos cuantos bandidos se lanzan contra ellos gritando. Pero no llegan muy lejos, caen abatidos por una descarga de impulsos que sale furiosamente del rifle que maneja Celine. Como una diosa, más alta que nunca, más hermosa y furiosa, como una guerrera psicópata de una raza olvidada. Unas gafas transparentes le marcan los objetivos al rifle Multitud de impulsos Godfinger, que también es capaz de distinguir entre objetivos y los que el cerebro de su portador reconoce como aliados, haciendo imposible el fuego amigo.
Un segundo después las dos guerreras están a bordo de Betsy, Laura y Celine se abrazan, pero la alegría dura poco cuando Caroline señala a Tadeusz y le pregunta a la rubia tatuada de dónde coño ha sacado la espada.
-Tranquila Caroline, Peter está bien, más o menos -Dice Celine,  y apoyando sus palabras un punto rojo se posa sobre el pecho de la pelirroja, que sonríe satisfecha y con un par de lágrimas amenazando con desmontar su imagen de tía dura.
Celine señala algún punto del horizonte y les saluda un destello inconfundible, el de el sol rebotando en la lente de una mira telescópica. Johny y Bridge recuerdan los disparos que han aparecido de la nada para repeler a los primeros atacantes.
-¿Peter se ha pedido una pelea? -Pregunta Johny, imaginando la respuesta.
-Digamos que Nimrod le dejó un poco mal parado y luego hemos tenido alguna que otra desavenencia con algunos tipos.
-Chicos -dice la rubia-. Deberíamos irnos, vienen más.
Tres tipos se bajan de un destartalado todo terreno, aunque no llegan lejos, tres disparos y los tres se tumban plácidamente a disfrutar del desierto.
-No podemos irnos, no arranca. -Grita desesperado Bridge.
-Inténtalo ahora. -Le responde la rubia, siempre sin parar de sonreír.
Bridge le hace caso sin demasiada confianza, pero en cuanto gira la llave el motor de Betsy ronronea, como un gato arisco que acepta las caricias de mala gana.
Y otra vez a lomos del trueno, rugiendo en la tormenta, recorriendo el desierto
con una manada de zumbados detrás de ellos, con fauces babeantes, gritando al mundo su salvajismo. Otro fogonazo desde las colinas y Bridge puede ver por el retrovisor como uno de los coches de los carroñeros pierde el control y vuelca dando mil vueltas de campana entre una nube espectacular de polvo arrancado al desierto. El cabrón de Peter le ha debido dar al conductor. Pero todavía son muchos.
- Tira por aquel camino que sube -le grita Celine-. Utilizaremos esta tartana como barricada, no podrán subir con los vehículos y desde arriba nos cargaremos a esos hijos de puta.
Bridge está tentado de decir que Betsy no es ninguna tartana, pero algo le hace intuir que quizás, solo quizás, no sea el mejor momento. Hace lo que dicen y, antes de que sé de cuenta, van colina arriba, Ángelo tirando de Harry, que parece seguir en estado de shock, hasta llegar a una especie de cornisa, desde la que se puede ver todo el valle, desde la que se ve la nube de polvo que levantan los vehículos de los bandidos, como un inmenso monstruo de arena que se cierne sobre ellos. Allí les espera Peter, de pie, con una sonrisa muy extraña en los labios, un rifle de aspecto muy amenazante en una mano y un sub fusil en la otra. Se lo lanza a Johny. He pensado que este juguete te gustaría. Johny lo mira y sonríe torciendo con malignidad los labios.
-Un Multitude de impulsos.
-Sí -dice Peter-. Un Doomsday A-33.
-Esta mierda lo atraviesa casi todo como si fuera mantequilla. ¿De dónde coño has sacado esto?
-Es una larga historia. ¿Quieres que te la cuente o prefieres hacer cantar a esa mierda maligna?
-Joder, estoy deseando saber la pupa que hace esto.
-Eso suponía. Chicos, hay más de estas ahí, os sugiero que las cogáis.
Así que todos se pertrechan para la batalla. Todos menos Thrud, que se acerca a Peter, sonriendo, los ojos brillando dorados y le dice levantando a Tadeusz, ¿te importa que yo siga con esta un poco más? No parece incomoda en tus manos. Estoy seguro que le reventaría quedarse en su vaina en medio de una batalla. 
Y así, sin desasidos dramas, todo está dispuesto para que unos vivan y otros mueran, como siempre.

Unas trece horas antes, más o menos.

No han podido arrastrar muchas armas. Tendrán que ser suficientes. Aparte del viejo helicóptero, que no hubieran podido subir hasta ahí, no tienen más vehículos, así que tendrán que apañarse. Al menos tienen el terreno de su parte. Encima de una cornisa pueden ver todo el valle, a Betsy parada y la nube de polvo amenazante más abajo. Peter espera que ese maldito trasto amarillo no haya decidido elegir justo ese momento para echar una siesta.
-Vamos -dice-. Tenemos como unos cinco kilómetros que recorrer a pie hasta que los interceptemos.
Pero Celine le para poniéndole la mano en el pecho y con la otra le alarga un rifle de francotirador, un Dragon S-33, más potente y preciso que los viejos Barret. Le señala con la cabeza lo alto de la cornisa que tienen delante.
-Tú nos cubrirás desde ahí. Iremos a por Betsy y la usaremos de barricada, desde ahí arriba podremos matarlos uno a uno. Pero si no te curas, no nos servirás de nada -Celine sabe que Peter va a protestar, así que se apresura a seguir hablando-. Eres el mejor con un cacharro de estos, nos cubrirás las espaldas.
-Estás loca si crees que me voy a quedar aquí.
Como toda respuesta, Celine le golpea, con firmeza, pero sin demasiada violencia en las costillas y Peter se dobla un poco sacudido por el dolor.
-Lo siento, pero tienes que entender que te necesitamos en perfectas condiciones.
Peter atraviesa a la chica con la mirada y se muerde la lengua. Resopla, maldice y vuelve a resoplar. Luego saca a Tadeusz de la vaina que lleva sujeta a la espalda con un arnés de combate y se la alarga a Thrud. Dale buen uso, dice, y sin esperar respuesta se encamina hacia lo alto de la cornisa.

Unos quince minutos antes. 

A la luz de las linternas la cueva tiene un aspecto de lo más tétrico y esas pinturas milenarias parecen tener verdadera magia, animadas por la danza de luces y sombras y por las malas pasadas que juega una imaginación esclava de un estado de ánimo al límite del abismo. Doggy está delante de ellos. Bridge y él alumbran con las linternas las paredes decoradas con motivos geométricos y con inquietantes figuras humanoides que recuerdan muchas cosas esondidas en el fondo de la imaginación. Bridge siempre soñó con vivir en un mundo en el que aun funcionaran las universidades y ser un reputado profesor de historia, así que mira fascinado las pinturas rupestres al tiempo que intenta recordar algo parecido en alguno de los libros que ha ido rapiñando aquí y allá y devorado con avidez. Pero Doggy ha dedicado su vida al estudio de la historia de la vieja madre patria y les informa, que si no está equivocado, se trata de pinturas realizadas por una cultura muy anterior a los nativos que poblaban estas tierras cuando el hombre blanco llegó.
-¿Los Anasazi? -Pregunta de pronto Peter y un silencio recorre al grupo, al tiempo que Bridge y Doggy se le quedan mirando asombrados.
-Vaya -dice este-. Un colega erudito.
-¿Cómo? -Pregunta Bridge.
-Ah, no lo sabíais -interviene Johny divertido-, este tío es una puta enciclopedia con patas. No es tan tonto como parece.
Todos se le vuelven a quedar mirando asombrados, menos Johny y Celine que sonríen abiertamente. Bridge advierte que la vena de la frente de Peter se está hinchando de una manera muy poco amistosa.
-¿Qué pasa? -Dice-. ¿Pensábais que solo soy un maldito sociópata violento y enfermo?
-Sí, básicamente -añade Bridge haciendo un gran esfuerzo para no reírse.
Harry, que en último momento, ante la la posibilidad de obtener al fin las anheladas respuestas, se ha unido a la expedición, se adelanta y se encara con Doggy. Dijiste que aquí encontraríamos respuestas. He cruzado medio mundo, por favor, vamos al grano.
-Tienes razón, hijo -le responde Doggy-. Venid. Hay una pintura que tenéis que ver. Un camino se os abrirá.

Diez horas antes.

Solo quedan tres coches operativos de los bandidos, dos furgonetas llenas de tipejos, de pinchos de hierros y pintadas con mandíbulas, con más polvo del desierto encima que el propio desierto. Solo quedan tres, y deben ser los más listos y han pillado la pista de las dos decenas de sus camaradas masacrados a la primera, porque se están dando la vuelta y saliendo por patas como alma que lleva el diablo. Johny grita de júbilo y les insulta, haciendo gestos obscenos con su entrepierna. Bridge ríe, joder parece que van a vivir otro día más. Aunque eso de contar la  vida por días empieza a ser un poco estresante. Los compañeros se abrazan, pero para él la victoria es aun más dulce, porque Laura se le planta delante, le guiña un ojo y le da un sonoro beso en los labios. Es la segunda vez en su vida que se siente como un héroe de la antigua Grecia. La ultima vez fue hace cinco años. Hace como veinte vidas de eso. Thrud vuelve hasta donde están ellos. Está cubierta de sangre, pero su inmensa sonrisa deja claro que ni una sola gota es suya. Cuando los bandidos han empezado a acercase a ellos ha saltado cornisa abajo blandiendo a Tadeusz como si fuera una extensión más de su brazo, segando vidas sin dejar de sonreír ni un momento, cubierta de lejos por los precisos disparos de Celine, Caroline, Johny y Peter, en un auténtico duelo de tiradores letales. Aunque a Bridge no se le escapa que Peter ha estado bastante fastidiado por no poder repartir leña cara a cara, espada en mano, y tener que limitarse a cubrir a la rubia desde lejos. Lo que le hace pensar que sus heridas son más graves de lo que jamás va a permitirse admitir abiertamente. Él, por su parte, sabiendo que la puntería quizás no sea en lo que más destaque, ha hecho un uso, en su opinión más que loable, de una ametralladora pesada que hacia un ruido ensordecedor y por la cual ahora le tiemblan los brazos, una vez que el efecto de la adrenalina va desapareciendo gradualmente.
-Algo esta pasando -dice Celine-. No es normal ver tantos carroñeros juntos en el desierto. No estaban pululando sin más, iban a algún lado.
-Tienes toda la razón -le contesta Peter con un evidente gesto de preocupación-. Y como no soy una persona especialmente optimista, no creo que toda esta mierda en la que nos hemos metido y el movimiento de estos psicópatas sea una casualidad.
-La casualidad es una mala perra, nunca está de nuestro lado -escupe Johny.
-No debemos quedarnos aquí -interviene Thrud-. Vamos al campamento de Doggy, nos está esperando, hay mucho que nos quiere contar.

Luego le lanza la espada a Peter que la coge al vuelo y la inserta en su vaina. Es fantástica, dice. Un arma fabulosa.
No hay mucho más que decir, a pesar de las mil preguntas que les pasan por la cabeza a todos y cada uno de ellos. Cuando se encaminan hacia Betsy, recogiendo antes todas las armas, Bridge valora si es buen moento para hacer notar, sin entender como nadie se ha dado cuenta, que la rubia, Thrud, sea quién sea, ya no está manchada de sangre, está impoluta, como si acabara de salir de la ducha.

Cinco horas antes.

Han decidido salir esa misma noche hacia las montañas. Johny fuma un cigarrillo paladeando el humo y el anochecer trágico del desierto. Doggy ha dicho que les contará todo lo que sabe en esas cuevas, que hay algo que tienen que ver antes. Ese Doggy es un tío raro, un hippie fuera de época, pero no parece mal tío. Sonado, sí, pero buen tío. Y no será él el que ponga la mano en el fuego por la cordura de ninguno de los integrantes de esa expedición demencial. Un ruido a su espalda y sus reflejos saltan como un resorte justo a tiempo para ver un objeto volando, no demasiado rápido, hacia su cara. Lo intercepta y lo coge con la mano. Está frío. Es una cerveza fría. Johny la abre mirando con desconfianza a Peter, que abre otra con la mirada perdida en el atardecer que unos segundos antes ocupaba sus pensamientos.
-Bonita prenda -le dice Peter señalando el peto de servoarmadura-. Ya me ha contado Bridge vuestra aventura con los girasoles buenos. Este mundo no deja de sorprenderme.
-Y que lo digas -dice Johny dando un buen trago-. No sabes cuándo te puede sorprender una sombra del pasado.
Peter solo sonríe, como con cansancio, como con resignación, como si esperara una respuesta así de él.
-Ya -dice-. ¿Sabes? El pasado está sobre valorado.
Johny se sienta dándole la espalda, bebiendo, contemplando como el día se va despidiendo alegremente pero con pereza. Su antiguo camarada se sienta a su lado.
-¿Serviría de algo si dijera que lo siento? -Pregunta sin ningún tipo de entonación en la voz.
-¿Por qué te fuiste? -Johny escupe la pregunta a bocajarro, como un tiro entre ceja y ceja, sin concesiones.
-No era bueno para mi. Mucho menos para le gente que me rodeaba. Salvamos el mundo, más o menos, pero lo salvamos de cosas como yo. No merecía estar entre buenas personas.
-Podrías habernos dado la opción de opinar.
-¿No me has escuchado? Sois buenas personas, habríais tratado de aceptarme, de transformarme. Y eso no era posible.
Johny resopla y descarga la tensión haciendo dibujos sin sentido en la arena. Por otro lado, la noche, el desierto, la cerveza y la actitud seca y cortante de su viejo amigo le traen tantos recuerdos que no puede evitar que el pecho se le llene con una sensación extraña, de una nostalgia dulzona, del regusto en el paladar de los buenos tiempos. De pronto se siente viejo, muy viejo y tontamente melancólico.
-¿Sabes? -dice-. Creo que en el fondo echo de menos los viejos tiempos. Por eso me metí en esta mierda.
-Entonces es que estás tan tarado como yo.
Los dos ríen unos breves segundos y luego Peter, sonriendo, le dice, de todas maneras, me alegro de volver a cabalgar a tu lado. Voy a por otra cerveza, este Doggy tiene un montón.
-Doc -dice Johny-. Una cosa. ¿Nos habrías matado?
Nota como Peter se para, pero por el rabillo del ojo ve que su amigo no se gira para decir, bueno, agradezcamos al bueno de Nimrod que no hayamos tenido que descubrirlo. Voy a por esa birra.
Johny solo puede sonreír y mascullar un, bastardo, que pasa con una sonrisa de resignación.


- Te juro Bridge, que si te vuelves a chocar conmigo y me das otro codazo en las costillas, te voy a enseñar de que color son las tuyas.
Bridge tiene la incomoda sospecha de que Peter habla en serio, pero no puede evitar decir, Pero si eres tú el que se ha chocado conmigo.
-¿Las cinco veces?
Es lo último que dicen en un rato, por que cuando Doggy les alumbra la pintura que quiere que vean, se les ponen los pelos de punta. Hay mil maneras de ver las cosas, de interpretarlas, de enfrentarse a la realidad. Pero cuando ven esa pintura, en cuyo centro hay tres figuras humanas, todos tienen absolutamente el mismo pensamiento. Y Bridge se pregunta cuantas veces va a tener que aferrarse a la suerte para no perder la cabeza. Como en ese momento, porque mira la pintura, y mira a su izquierda y su derecha, donde tiene a Johny y a Harry. Y mira las tres figuras de la pintura. Mira la del medio, que lleva en las manos una cosa que se parece sospechósamente a su fiel escopeta. Y mira la pintura, ¿no parece un sombrero lo que lleva la figura de la izquierda? Y mira a Johny. Y ya no puede más, por que esta vez si que le va a estallar la puta cabeza.
-Johny, ¿somos nosotros? -. Pregunta. Pero la única respuesta que recibe es la risita nerviosa y algo desquiciada de Doggy.