miércoles, 24 de agosto de 2016

La invasión de los girasoles mutantes 2. Proyecto Voz de Dios.

Episodio 23. En la oscuridad, Las Tres.

No es tanto una ciudad como un reducto de indeseables, una guarida para despojos que vagabundean por el desierto, aquí allá, perdidos en los asuntos más turbios, buscando algo que nunca encontrarán y que incluso, muchos de ellos, olvidaron hace tiempo. Ladrones, caza recompensas, asesinos, mercenarios. Aunque es difícil saber la diferencia, los límites entre una de esas profesiones y la otra. Ese es el tipo de gente que frecuenta Fall Dawn. Su gobernadora, Juicy Lopes, lo lleva con mano dura, apoyada en una milicia absolutamente leal, bien entrenada y bien pertrechada. Dentro están terminantemente prohibidas las peleas. Es un lugar de descanso y de negocios. Nada más. Sobrevivió oculto a La Corporación y Lopes quiere que siga siendo así. No entras en Fall Dawn si no tienes invitación. Y esa invitación es una reputación de lo más dudosa. Oculta en un cañón del desierto, la ciudad se alza oscura tras unas robustas murallas, lejos de ojos curiosos y protegidas por cañones de plasma y francotiradores las veinticuatro horas del día. Pero hay algo más dentro, a parte de refugio y asuntos turbios. Y eso es lo que Peter está buscando y por lo que están allí, a pesar de que su relación con la gobernadora Lopes siempre ha sido un tanto tirante, debido al curioso talento de Peter para atraer problemas. Bueno quizás todas las relaciones de Peter son algo tirantes. Durante los años de vagabundeo con Johny solían descansar y buscar avituallamiento allí. Luego, en su vida posterior, en sus correrías con Caroline, solían acudir a cerrar tratos y cobrar trabajos. Ahora esos días parecen lejanos. Por fuera una austera muralla, pero por dentro es un hervidero lleno de vida. Neones marcando todo tipo de negocios, desde comida rápida a armas de cualquier tipo y calibre. Esclavos, drogas y comidas que son versiones solo vagamente parecidas a platos de varias partes del mando, del viejo mundo, el mundo que desapareció en la locura. En el centro, el neón gigantesco del local principal de la ciudad. The Bakery. Es un bar grande, una gran sala rectangular con una larga barra, billares desvencijados y una vieja máquina de discos, que en este momento está apagada, por que una banda de música mexicana rasga notas, viejas canciones, con aire distraído. Allí están, sentados en una mesa, con una jarra de una cerveza bastante aceptable y muy callados, sin demasiadas ganas de darse a la conversación después de los días anteriores. Peter se siente incómodo, no sabe por qué, apura su cerveza, le da un beso en el cuello a Thrud, coge también la jarra de ella y se encamina hacia la barra. Johny se ha puesto a tocar con los músicos y cuando pega un buen trago siente que se le calma un poco la desazón. Pero le dura poco. Un tipo con aspecto de hueso duro de roer, se ha sentado al lado de Thrud y trata de flirtear con ella. La valkiria le ignora y el tipo centra sus atenciones en Celine. ¿Y qué dices tú, morena? ¿Quieres pasar un buen rato? La respuesta de Celine es lanzar un cuchillo que se clava en la mesa al lado de la mano del hombre.
-Lárgate, paleto.
Un segundo. El hombre cambia la expresión de su rostro. Ríe y se dirige a un nutrido grupo de rufianes que beben en las mesas del fondo.
-Vaya, chicos, creo que he encontrado a la futura señora Klimes -los interpelados ríen la gracia y el hombre llamado Klimes vuelve a clavar una mirada de odio en Celine-. O a lo mejor dejo que toda mi banda se divierta contigo mientras tus amigos miran. ¿Qué me dices fortachón? -dice mirando a Bridge, que está sentado junto a Celine-. Estoy seguro que eso te gustaría.
Bridge hace el ademán de levantarse pero Celine le detiene con la mano y con la otra desenfunda apuntando a la cara de Klimes. A la espalda de este el ruido de armas amartillándose y sillas y mesas arrastradas por el suelo responden por él. La banda ha dejado de tocar y Jonny, subido a una mesa, apunta también al hombre con las dos pistolas y busca con el rabillo del ojo a Peter, aunque el sonido escalofriante de Tadeusz saliendo de su vaina le sirve de indicador. Aún jugando con la baza de Peter y sus poderes, la banda de Klimes les supera en más de dos a uno.
Está sopesando sus oportunidades cuando una voz de mujer llega desde la puerta. Es una mujer con un pelo corto y dos ojos marrones que brillan en la penumbra del bar como dos ascuas traviesas.Viste un vestido azul muy liviano, que contrasta con el paisaje de armas y ropa de guerra que impera en el local. Es escoltada por seis tipos enormes y bien armados. Se acerca a la barra, le hace una seña al camarero y en seguida tiene en la mano una copa de champán. .
-Señor Klimes. Es un placer tener la compañía se sus hombres en mi pequeña ciudad.
-No quiero problemas con usted, señorita Lopes.
-¿Conmigo? No, no lo entiende, señor Klimes. Conmigo no tiene ningún problema. Es usted no de los tipos mas duros del desierto. Eso sin duda. Pero creo que esta vez ha pescado un pez muy grande.
-¿Esta basura? Sólo nos estábamos divirtiendo con ellos.
-Ya -dice Juicy Lopes sonriendo y dando un sorbo a la copa-. El problema es que ese tipo de ahí, el de la espada, tiene poco sentido del humor. Y usted ha viajado lo suficiente como para preguntarse por qué un tipo va por ahí con una espada. O más bien, quién es el que va por ahí con una espada.
Klimes mira a Peter de arriba abajo y de pronto cae en la cuenta. El nombre Peter Connors se le escapa de los labios.
-Exactamente, querido amigo. Pero no solo eso. Ese muchacho tan teatral de las dos pistolas enormes es Johny Walker -Johny saluda a Valery tocándose el sombrero con el cañón de una de las pistolas-. Y si la intuición no me falla, ese chico rubito de ahí, no debe ser otro que el mismísimo Bridge, el tipo que acabó con los girasoles. Y por los muchos rumores que he oído, esa morena patilarga debe ser Celine Delpy, la comandante de las fuerzas de caza de la Corporación.
-¿A quién llamas patilarga, señora?
-Así que, señor Klimes. Estoy segura de que una parte de usted, esa parte de guerrero rudo, le está susurrando si todo lo que cuentan de esta gente es verdad. Si no podría vencerles. Pero si quieres un consejo de amiga, ni lo intentes.
Apoyando las palabras de Lopes, Peter enciende su puño con fuego angélico.
Klimes hace un gesto a sus hombres y las armas vuelven a sus fundas. Se levanta saluda con la cabeza y dice, lo siento señorita Lopes. Nada de pelea en The Bakery. Son las normas. Lego vuelve a la mesa con sus hombres y sigue bebiendo en paz.
Juicy se acerca a los compañeros, se planta delante de Peter.
-Tienes muchos cojones dejando ver tu bonita cara por aquí.
-Ya me conoce, señorita Lopes.
La mujer le responde con una sonora bofetada que hace que Thrud se levante y desenvaine sus espadas. Peter le hace un gesto de calma con la mano. Juicy mira por encima del hombro y sonríe.
-No me digas que el lobo solitario de corazón roto se ha echado una gatita que araña por él.
Y los dos se abrazan entre risas. Luego Juicy abraza a Johny y Caroline.
-De verdad, que Caroline siga con este perdedor es normal, la pobre tiene un corazón enorme. Pero tú, Johny, ¿en serio?, ¿otra vez echando tu vida a perder con el psicópata este?
-Ya me conoces, Juicy, las causas perdidas son mis favoritos. En el fondo le debo tener cariño al cabrón este.
-Si, es que en el fondo se le coge cariño.
-¿Qué te ha pasado en el pelo, pequeña? -Le pregunta a Caroline que se enfurruña.
-No me hables.
-Tuvo suerte -dice Peter-. Pudo haber sido esa cara tan bonita. Además, estás más guapa así.
-Tonto.
-Y este es el gran Bridge, nada menos.
Bridge se ruboriza, encantado, señora. Señorita, responde Juicy.
Beben durante un buen rato, contando anécdotas, riendo, poniéndose al día, dejando por un momento que los problemas, el puto fin del mundo, lo que sea, se quede fuera de las puertas de aquel saloon del siglo veintidós. Juicy le coge la mano a Peter, en un gesto de amistad y camaradería que Bridge, por ejemplo, jamás ha visto, De hecho, lo más normal era que cuando alguien tocaba a Peter, acabara muerto. Sale el tema de cuando aquella vez, luchando contra el monstruo mutante Zarrapastro, Bridge casi le vuela la cabeza a Peter.
-Joder, fue una accidente, Todo era muy confuso -dice Peter.
-Los accidentes te persiguen, paleto -responde Peter, sonriendo, haciendo una broma llena de nostalgia a la noche en que se conocieron, Brdige, Johny y él en medio de una ciudad en llamas infectada de girazombis.
-Y esta preciosidad rubia, ¿de dónde la habéis sacado? -dice Juicy, cogiendo la mano de Thrud.
Peter sonríe y mira a la valkiria y le dice, enséñaselo. Ésta solo sonríe, mira a Juicy y los ojos le empiezan a brillar con un fulgor dorado que llena la sala. Varios ojos curiosos están tentados de mirar, pero deciden que es mejor enterrar la nariz en sus bebidas.
-¿Qué coño? -intenta decir Juicy-. ¿Es otra de las tuyas? -Le pregunta a Peter.
-No. Una Valkiria.
-Soy Thrud, hija de Odín, Padre de Todos.
-Me cago en el puto Jesús crucificado y en todos sus santos maricas. Necesito otro trago -la mujer hace un gesto a la camarero-. Girasoles mutantes vale, pero esto es demasiado -Y acaricia con la mano en la cara a Caroline, que se acurruca en el regazo de la mujer-. Pero tengo que añadir, que entre mutantes, medio demonios sociópatas y toda esta mierda, lo que más me llama la atención es esta señorita de aquí -y señala a Celine. Y luego mira a ésta y a Peter-. ¿Me lo explicáis?¿Ya no os queréis matar?
-No tan rápido -dice Peter y entierra la cara en la jarra de cerveza.
-Es una sociedad. Solo negocios. Y posibilidades de supervivencia. Lo que aquí, mi querido ex novio no suele contar, es que le he salvado la vida un par de veces en las últimas semanas.
-¿Entonces estamos en paz, no? -le dice Peter sonriendo con malicia. Celine le tira un beso y Thrud, de forma casi imperceptible, pero firme, se coge del Brazo de Peter.
-¿Y tú, Johny? ¿Nos darás un concierto?
-Si nos quedamos lo suficiente sí, y por supuesto tocaré tu canción.
-Hablando de eso -continua Juicy-. ¿Sigues escribiendo, Peter Connors?
Éste la fulmina con la mirada y aprieta los labios al tiempo que tensa todo el cuerpo.
-¿Perdona, qué? -Pregunta Bridge reprimiendo la carcajada.
Johny se empieza a reír. Y Celine por lo bajo. Y Juicy abre mucho los ojos.
-¿Qué pasa? no me digas que el despiadado Peter Connors no quiere que la gente se entere de que es un poeta. ¿Tanto te importa tu reputación?
-Espera, espera, espera -dice Bridge. Harry y Angelo miran con caras divertidas-. ¿Escribes poesía? ¿El guerrero más temido del oeste escribe poesía?
Y la carcajada se apodera de la mesa. El único que no se ríe es Peter, que salta por lo bajo un escueto hijos de puta, y bebe otro trago de cerveza. Pero el cabreo se le pasa cuando Thrud le besa y le susurra al oído, mi guerrero skalda.
-Además -dice Celine-. Es muy bueno, que es lo peor. ¿Cuántas me escribiste?
-Demasiadas.
-Joder -interviene Juicy-, lo que contabas de ella era poco. Es toda una serpiente.
-Gracias -dice Celine con una enorme sonrisa.
-Pues un brindis. Por los viejos y los nuevos amigos.
Angelo y Harry, que han estado en silencio pero sonriendo todo el rato, brindan con alegría, felices de haber encontrado algo parecido a una familia. Demente y homicida, pero familia, al fin y al cabo.
Pero tiene que llegar. Un momento de silencio y por fin Juicy pregunta.
-Chicos. ¿En qué os habéis metido? El mundo está revuelto. Llegan noticias muy confusas de monstruos y guerras. Dicen que San Francisco ha caído y que Las vegas ha desaparecido.
-Estábamos en los dos sitios. Venían a por nosotros. Escapamos por los pelos. -Dice Bridge.
-¿Quién venía a por vosotros?
-Qué, más bien -Dice Laura.
-Realmente vienen a por mi -añade Harry-. Y no sabemos muy bien por qué.
-Yo empiezo a tener una idea, Juicy -interviene Peter-. Y me estalla la cabeza de pensarlo. Necesito hablar con ellas.
-Peter. Sabes que las alteras, lo que sea que llevas dentro conecta con ellas de una manera extraña. Les haces daño.
No te lo pediría si no fuera necesario. Sabemos donde tenemos que ir. Pero quiero hacerme una idea antes de llegar allí. Quiero que vean a Harry. Creo que en lo que estamos metidos puede poner en juego el futuro dela raza humana. Algo que haría que los girasoles pacieran un juego de niños.
Juicy niega con la cabeza. Bebe un trago de cerveza. Coge a Peter de la mano y dice, vamos pues. Si hay que hacerlo hagámoslo ya.
A Peter siempre se le encoge el corazón. Los demás, incluso Johny y Caroline, jamás las habían visto. Están en una sala oscura con un cristal que les separa de otra habitación. La única luz viene de esta habitación y se cuela por el cristal con tonos azulados y verdosos. Bajo el cristal un enorme panel con pantallas y todo tipo de gráficas y lecturas. Y tras el. Ellas. Las Tres. Descubiertas varios años después de que la ciudad empezara a funcionar. Nadie sabe quiénes son, qué son. Tres mujeres rubias, de edad indeterminada, unidas a una inmensa red de tubos, circuitos y engranajes que se hunden en el subsuelo, nadie sabe hasta dónde, cuantos metros. Son la parte visible de un engranaje que desafía la razón, la historia. La ciudad vive en simbiosis con ellas, alimentan sus generadores, dan consejo, pues ven más allá, aun encerradas en aquel cubículo y sobre todo teniendo en cuenta que de sus ojos salen tubos que se hunden en la maquinaria de la que forman parte. Peter entra en la habitación y una voz terrible surge de la nada, o de todas las partes. Sería imposible saber cual de las tres habla.
NEPHILIM, dicen, POR QUÉ NOS TURBAS.
-No lo haría si no fuera necesario. Necesito vuestra sabiduría.
EL MUNDO TIEMBLA NEPHILIM. LLEVAS EL FUEGO CONTIGO.
-Así es. Algo nos persigue. Algo QUE creo que es tan antiguo como vosotras. Por eso he pensado que...
HAY ALGUIEN MÁS CONTIGO AHÍ DENTRO, ¿VERDAD NEPHILIM? ES A QUIEN QUIERES QUE VEAMOS.
Las tres mujeres no se mueven, no cambian su expresión en esos rostros llenos de cables y tubos. Pero todos pueden sentir su desazón. Peter le hace un gesto a Harry y éste tiene que hacer un enorme esfuerzo para no salir corriendo del terrible agobio que siente nada más entrar en la estancia. Hace un calor de muerte y la visión de las mujeres incrustadas en ese caos de cables y tubos no ayuda. Un líquido transparente y viscoso cae por todos lados y hace el suelo pegajoso. Alguno de los tubos palpitan bajo el flujo de ese líquido que parece ser la sangre, la salvia que alimenta la maquinaria de ese ser.
ACÉRCATE. NO TE VEMOS BIEN.
Harry mira a Peter y se acerca a las Tres.
Pero estas gritan. La habitación tiembla. Y solo dos palabras salen de esa creación demencial. ANUNNAKI, IGIGI
Peter tiene suficiente, le dice a Harry que salga.
POR QUÉ HAS TRAÍDO ESA CREACIÓN IMPÍA. LOS CREADORES VOLVERÁN. TODO VOLVERÁ A EMPEZAR.
Sale de la habitación para encontrarse con la mirada desaprobadora de Juicy.
-¿Encontraste lo que querías?
-Sí. Y estamos jodidos.

La mitología sumeria habla de Anunnakis, dice Peter. Dioses venidos del cielo que crearon la humanidad para esclavizarla como mano de obra. Nos dieron razón y hálito vital.
-¿Y? -preunta Laura. Que calla inmediatamente al pensar en la valkiria, el medio demonio y todo lo que tiene alrededor.
-Una teoría surgió en el siglo XX. No era más que una tontería, un entretenimiento post moderno. Pero mucha gente se la creyó.
-Que los anunnakis eran extraterrestres -Añade Bridge. 
-Exacto.
-Y qué ellos nos crearon -Bridge acaba su propia frase con un hilo de voz.
-Esperad, que yo lo entienda. Decís que hay una raza de super extraterrestres que nos crearon, que todos los mitos son falsos -grita Caroline-. ¿Hola, medio demonio? ¿Hola, valkiria?
-Vosotros nos careasteis -dice Thrud-. Al creer en nosotros. Ahí está la grandeza de vuestra especie. Vuestra imaginación es como un reactor nuclear. Vuestra fe mueve montañas. El principio ni siquiera nosotros lo tenemos claro. Y menos yo. Hace menos de dos mil años que empezasteis a creer en los míos. Y mil que nos olvidasteis. Nos apagamos. Solo los que decidimos tomar cuerpo, arriesgándonos a morir, tenemos algo de luz. Deberíais preguntar a algún dios más viejo.
-Como tu padre -le dice Johnny a Peter-.
-Olvídate, mi padre se escondió en un agujero muy oscuro y no creo que vaya a salir.
-Vale, vale, vale -interviene Ángelo-. ¿Y qué pinta Harry en todo eso?
-Visto lo visto -dice Bridge con la mirada perdida en alguna parte-, si me preguntas a mí, y por la cara de Peter, creo que piensa lo mismo, creo que Harry es la llave, de alguna manera, para volver a traer a la tierra a los Anunnaki de los cojones.
-He visto a alguien -dice Harry-. En sueños. Un niño que me dice que le busque.
-Premio -dice Peter-. Si me preguntas diría que ese es Enki, el lider de todos los Anunnakis. Creo que algo pasó, se tuvieron que ir y no pueden volver. Pero dejaron una llave, un rastro genético, y los humanos del siglo veinte fueron tan idiotas de crear esa llave.
-Así que por eso te busca Sorbinus -dice Laura. 
-Ese Sorbinus -añade Bridge cogiéndola de la mano-. Debe ser un igigi, una raza creada por los Anunnakis para gobernarnos. Y el Leviatán y todo lo demás, monstruos tecnológicos perdidos en el tiempo de creación alienígena. Armas creadas por una raza mucho más avanzada que la nuestra.
-Joder -interviene en ese momento Juicy-. Sois únicos, de verdad. Ese talento para estar siempre al pie del cañón ante una eminente extinción de la humanidad es para hacérselo mirar. Pero si no he entendido mal. Si tú, Harry, eres la llave, con no ir. con alejarte de ese sitio al que se supone que ibais, arrelgado, ¿no?
-No es tan fácil -responde Peter-. Quién sabe cuantos Harrys puede haber, vimos un laboratorio. ¿Cuantos más habrá escondidos en el mundo? Si Sorbinus encuentra uno se acabó. Nuestra única ventaja, es que por lo que parece, no sabe donde están los mecanismos, la máquina, la puta puerta o lo que se suponga que cojones haces funcionar. Tenemos que llegar antes y destruirlo.
Las palabras de Peter se quedan flotando. Hasta que Ángelo se levanta y dice, pues estamos tardando. llegados a este punto.
Bridge se levanta después y se echa la escopeta al hombro y Johny, se enciende un cigarro y dice, yo es que si no salvo el mundo cada cinco años me falta algo por dentro.
-¿Y tú? -Le pregunta Peter directamente a Celine-. Ya has visto que no hay tajada que sacar.
-Mira, nene. Vamos a un reducto extraterrestre que nadie en milenios ha visto. Me da que algo habrá de interés. Y por si eso fuera poco, a lo mejor no te has dado cuenta, por que no paras de mirar a la rubia fantasma esa, pero no soy idiota y tampoco me apetece palmarla. Así que vamos, joder. 
-Juicy -dice Peter-. Necesitaremos equipo, más armas. Todo lo que tengas.
-Cuenta con ello. Mis chicos os enseñaran donde vais a descansar, pero Peter, antes tengo que hablar contigo.
-Luego os veo, chicos -besa a Thrud y todos se van-. Dime.
-Hace años encontramos algo. Lo tengo guardado porque nadie lo quiere. No es fácil de usar. Y no creí que mereciera estar en manos de nadie. Pero va a ser que este es el momento, pequeño. Y si alguien puede usarlo, ese eres tú. 
Peter sigue a Juicy por una serie de túneles hasta las mismísimas cámaras del tesoro de la ciudad, llenas de riquezas y joyas tecnológicas y militares del viejo mundo. Hasta que llegan ante una y Juicy la abre marcando un código en un panel. ¿Qué me dices? ¿Te gusta?
-¡No me jodas! ¿Eso es lo qué creo que es?
-Y tanto.
-Joder, pensaba que solo era una leyenda. Habladurías, que nunca se fabricó de verdad.
-Pues si. Aunque solo encontramos esta. ¿Te atreves?
-Puedes apostar tu cuello a que sí.
Y sonríe con malicia y delectación. 

domingo, 7 de agosto de 2016

La invasión de los girasoles mutantes 2. Proyecto Voz de Dios.

Episodio 22. Jinetes del cataclismo. 

El pitido en los oídos duele y borra el mundo. Casi dan ganas de cerrar los ojos y dejar que la nube de polvo y escombros que va cayendo sobre ellos les arrope y les de un momento de paz. Pero no hay tiempo. Y ni de coña hay paz, la paz ha dejado el estado. Les duele todo el cuerpo. El volantazo de Bridge ha lanzado por los aires a los que no estaban bien sujetos, aterrizando pesadamente contra los asientos y el suelo de Betsy. Pero ese volantazo les ha salvado la vida. Todo ha sido muy rápido. Un desnivel en la carretera que les hace perder brévemente el horizonte de la carretera para que al volver, a unas decenas de metros, vean la amenazadora silueta de un tanque enorme, un viejo M-1 Abraams. Luego el fogonazo del cañón y la reacción instintiva de Bridge, buscando refugio tras un edificio semi derruido, quizás las oficinas del peaje de la vieja autopista. Pero lo peor es otra cosa, algo que llama la atención de todos sus sentidos e incluso ahora, bajo la nube de escombros, es en lo único en que pueden pensar. Dos siluetas gigantescas que llenan la bahía junto al puente. Ambas de vaga forma humana y varias decenas de metros de altura. Una blanca y reluciente, la otra tan negra que da la sensación de que sólo puede verse en la noche cada vez más cerrada gracias a la luz que emite la otra. Nimrod contra Mazequiel. Ángel contra leviatán. Luchan, pero no como el concepto humano de la lucha, da la sensación de que bailarán, o se arremolinaran, como si la lucha fuera a un nivel molecular, existencial, filosófico y atemporal, una lucha más allá de la existencia. Pero lo peor es el ruido, como de mil máquinas, lentas pero terriblemente pesadas, como de mil millones de tormentas o de infinitas orquestas tocando una canción muy muy lenta, y muy triste. Levantan olas de de varios decenas de metros que se estrellan peligrosamente contra el Golden Gate, arrasando edificios y a todo aquel pobre diablo al que no le de tiempo a escapar. Pero otro sonido les llega. El de una torreta de tanque girándose y el de un poderoso motor posicionándose para volver a disparar.
- ¡Mueve el culo Bridge! Sácanos de aquí -grita Johny.
El problema es que no hay muchos lados a donde ir. Eso es una maldita autopista. Bridge da marcha atrás a toda máquina justo cuando oyen el fogonazo de un segundo disparo que no les alcanza y que no les importa demasiado dónde ha ido a parar. Después de unos segundos Bridge pregunta en voz alta, quizás para Johny, pero sin esperar realmente respuesta. Oye, ¿crees qué se puede hacer un trompo invertido con este cacharro?. El caso es que le llegan algunas exclamaciones, quizás incluso le parece oír algún comentario sobre su santa madre, pero el caso es que un segundo después, cuando el mundo y los estómagos vuelven a su sitio, Betsy está bien orientada y sigue su camino, el problema es que se alejan del puente, que es su destino, pero con esa bestia mecánica delante tienen muy jodido pasar.
-Bridge -dice Peter- toma esa intersección, trata de ir campo a través o cogiendo las vías de servicio. No vayas recto y trata de esquivar los cañonazos.
-¿Qué coño crees que vas a hacer? -pregunta Caroline.
-Vas a ir por el tanque, puto chalado -afirma, no pregunta, Celine.
-Johny -dice Peter con una sonrisa muy muy extraña -El tanque.
-¿Qué? -pregunta Johny.
-Es un puto M-1 -responde Peter como si no hiciera falta añadir nada más. De pronto a Johny se le iluminan los ojos.
-¡Cojones, es verdad¡ -Dice entre risas-. Pero tú no tienes granadas.
Peter sólo sonríe y enciende una bola de fuego angélico en la mano.
-Bien visto -admite Johny. Y Peter, después de lanzarle un beso a Thrud, sale volando por la puerta de Betsy.
-¿Alguien me puede explicar de qué coño va esto, por favor? -Pregunta Harry, algo desquiciado.
-Es por un viejo vídeo juego -explica Johny - Metar Gear Solid. El prota, Solid Snake, se carga un tanque M-1. Peter quiere imitarlo.
Un silencio de lo más incómodo en el habitáculo de Betsy.
-Vosotros no soy de verdad, ¿no? -Pregunta Laura.

La noche y la lluvia que le cae en los ojos merman bastante su visibilidad. Pero la silueta del tanque no se le escapa y el nuevo fogonazo que sale del cañón ayuda bastante. No tiene tiempo ni ganas de girar la cabeza para ver si el impacto ha sido cerca de sus amigos. Suficiente distracción son esas enormes manchas luchando en medio de la bahía bajo un estruendo que enmudece el tiempo. El tanque es cada vez más grande. Si dispara es que tiene visión nocturna y la guía por láser intacta. Malo para sus amigos. Malo, muy malo, para él. Pronto llegarán las ráfagas de las ametralladora de la torreta. Pero ahora le preocupa más la silueta vestida de blanco que se recorta en lo alto del carro de combate. Parece una mujer. Con una larga melena que desafía la lluvia. Y una servoarmadura que hace que pueda atravesarle el pecho con un solo puñetazo. Va a ser más difícil de lo que pensaba. Oye las primeras ráfagas y seguido ve las balas trazadoras volar hacia él. Esquiva los proyectiles que pasan silbando a su lado, consiguiendo que se distraiga lo justo para que cuando lo siente, es demasiado tarde. Una onda telequinética que le lanza por los aires hasta que acaba cayendo en el barro. Maldición, odia a los telequíneticos. Se pone en pie. Él también tiene sus armas. Lanza una bola de fuego. La mujer la esquiva y con una voltereta cae al suelo. Pero el fuego arrasa la parte superior de la torreta, eliminando las armas a y quienes las utilizaban. La mujer mira por encima del hombro los destrozos en su vehículo y grita de rabia, lanzando una nueva onda psíquica hacia Peter, que ya no está ahí, ataca a la mujer desde el flanco y ésta para el golpe de la espada con el antebrazo de la armadura blanca. Con un gesto manda a Peter dos metros hacia atrás, sin hacerle caer y, después de sonreír satisfecha, su armadura se transforma por la parte de los antebrazos dando forma a dos temibles cuchillas.
-Bonito juguete -dice Peter-. Nunca había visto ninguno igual. Lástima que tengas mucho mejor tipo que yo y no poder quedármela cuando te mate.
-Se adapta al portador. Pero no tendrás oportunidad de probarlo. ¿Qué eres tú?
-Habla con mi agente, nena.
Peter lanza una bola de fuego que Madre Mary desvía con sus poderes. Ambos, guerreros perfectos como son, saben que eso está en tablas. Serán los filos los que decidan y en un segundo metal ancestral y metal de alta tecnología lanzan chispas desafiantes en la lluvia. Peter ve en seguida que es mejor. Pero también ve que su contrincante es fenomenal y que el más mínimo descuido mandara su cabeza de vacaciones. Y no tiene tiempo. Un nuevo fogonazo le recuerda que esta ahí por el tanque. Necesita una solución rápida. Pero un estruendo desde la bahía sirve de ante sala a una enorme ola que lo barre todo.

No llevan mucho transitando nerviosamente por vías secundarias, buscando el refugio que pueden tras edificios, cuando son conscientes que no va a ser tan fácil como esperar a que Peter inutilice el tanque. Luces, faros de vehículos. Gritos. Motores. Poco a poco todas las direcciones en las que miran se van llenando de máquinas de guerra del ejercito invasor. No se les acercan, no atacan, está claro que solo pretenden cercarlos y esperar a que el artillero del tanque de en el blanco. Y poco falta, una explosión a pocos metros de ellos les sienta y llena sus oídos con un molesto zumbido.
-¡Joder! Ese ha estado cerca. Bridge sácanos se aquí -grita Celine.
-¿Ah, sí? ¿Hacia dónde, guapa?
Empiezan a discutir. La confusión se alza incluso por encima de los sonidos de la tormenta, de los gigantes luchando. Johny piensa. Tienen que hacer algo. Piensa. Mira las armas que tienen amontonadas al fondo de Betsy. Piensa. De pronto se fija en el equipo de escalda que hay tirando en un rincón. Piensa. Mira las armas. El arnés. Piensa. Armas. Arnés. Piensa. Piensa polla vaso, polla vaso piensa. Y sonríe.
-Celine, móntame eso y dámelo cuando te diga -señala un cañón de impulsos pesados, Multitude. Le llamaban en sus tiempos Hellraiser. Coge el equipo de escalada, se ajusta el arnés y se ata un extremo a la cintura. El otro se lo a Harry. Cuando te diga, me lo pasas por esa ventana. Harry intenta preguntar un vacío qué, pero Johny va a mil por hora. Ata el cañón a una cuerda y se la ata también a la cintura y sale por una de las ventanas del lado izquierdo del autobús. A pesar de su pasmosa agilidad le cuesta, por que la lluvia convierte el meta de Betsy en una superficie perfecta para el patinaje. Pero en un par de calculados movimientos está en el techo y está asegurando el otro extremo de la cuerda que Harry le ha pasado por la ventana del otro lado. Asegura el equipo con una cincha hasta que notas los pies firmes en el techo de Betsy. Golpea con el pie a modo se señal y en seguida nota el peso del arma que tiene atada a la cintura y empieza a tirar. Le cuesta hacer todo aquello bajo el aguacero, pero se sigue moviendo con precisión. Presiona un botón del arma y el trípode magnético se fija a al techo de Betsy y un zumbido seguido de unas señales luminosas azules le indican que el bicho está preparado para escupir fuego. Vuelve a golpear dos veces el techo del autobús, está vez con rabia, y Bridge entiende a la perfección lo que le quiere decir. Arrancan furiosamente contra las hordas de enemigos. Johny chilla como si fuera el llanero solitario. Bridge Grita como un loco. Los demás guardan el más temeroso de los silencios y se agarran con disimulo a los asientos, menos Caroline y Celine, que ya están apostadas en las ventanas con las armas apunto. Las tropas de carroñeros ni siquiera entienden qué se les ha venido encima. Pero la cortina de disparos del cañón que maneja Johny siembra la destrucción y cuando Betsy embiste y manda por los aires varios vehículos y ocupantes que formaban la barricada comienza una desesperada persecución por las afueras de San Francisco. Todo aquel vehículo enemigo que se acerca demasiado recibe el mortal regalo del cañón Multitude, que suelta ráfagas de impulsos que atraviesan chapa, motor y todo lo que les pongan por delante. Y eso que entre los bandazos que pega Bridge, la lluvia y la velocidad, apuntar es todo un reto. Pero Johny se las va apañando. Y la verdad es que lo está disfrutando. Bueno al menos hasta que un par de balas pasan demasiado cerca de su cabeza y un par de arpones de tosca factura, lanzados desde un aparatoso lanza arpones adosado a un jeep, se clavan en el techo. Van unidos a un cable de acero y el coche empieza a ejercer de lastre. Johny sonríe, porque piensa que ese listo ha pescado un pez más grande de lo que puede digerir. Lanza una ráfaga y el coche salta por los aires en una bola de humo y se queda arrastrando de ellos, como una bola de demolición que arrasa con cualquier enemigo que se les acerca. Pero sigue siendo un lastre, así que Johny dispara sobre el arpón y los restos del coche enemigo se estrellan contra cualquier pared, cayendo en el olvido. Casi está tentado a reírse. Pero cuando ante su vista aparecen dos inmensos monstruos, dos camiones enormes que escupen humo a la tormenta como si quisieran secarla, se le quitan las ganas. Hierros, púas, ruedas enormes, cañones de gran calibre que ya les escupen y dos cuñas de acero en el morro con pinta de poder derrumbar el puto Everest. Les dispara pero el blindaje de esos dos titanes sobre ruedas aguanta por el momento. Cosa que no se puede decir de él, que tiene que tirarse al suelo, bueno al techo, cuando una ráfaga de acero le cae encima y barre el cañón Multitude. Mierda, piensa. No puede soltarse a esa velocidad, así que se queda pegado al techo, casi queriendo fundirse, la cara pegada al metal, deseando que Peter se pueda encargar del tanque y salgan de allí de una maldita vez, porque aquello empieza a no ser divertido. Bridge gira en seco. Pero Johny no tiene ninguna gana de ver hacia donde.

Siente que se ahoga. Oscuridad. Cuando recupera el aliento el tanque sigue allí, y la lluvia y Tadeusz a un metro, y la mujer de la armadura blanca que se levanta también aturdida. Otro fogonazo del tanque. ¡El cañón, claro! de pronto lo ve claro. Sale corriendo y levanta el vuelo justo al pasar junto a la mujer, siente una onda psíquica, pero la esperaba, no le da de lleno, se tambalea pero no pierde la dirección y lanza una bola de fuego contra le cañón, no cree que pueda destruirlo, pero, sí, ahí está, en medio, el metal al rojo vivo. Se lanza en picado y corta con la espada como si no hubiera cortado nunca. Nota como Tadeusz atraviesa el metal. No puede rectificar la trayectoria y se estrella dolorosamente contra el suelo. Cuando se levanta tiene el tiempo justo para esquivar un ataque de Madre Mary y mientas lanza y esquiva golpes, espera que sus camaradas entiendan como una señal el hecho de que el M-1 ha dejado de dispararles. Y sí, ahí está, aullando bajo la lluvia, el claxon y el motor a todo gas, la inconfundible silueta amarilla de aquel maravilloso vehículo que Bridge maneja como un demente a toda velocidad bajo la tormenta. Ignora a su oponente y se lanza volando contra sus amigos. Espera poder agarrarse en vuelo y según se acerca piensa que la lluvia y la velocidad le están jugando una mala pasada, pues le parece ver a Johny en lo alto del techo del autobús, sujeto con un arnés, estirando las dos manos hacia él. ¡Agárrate!
El impacto es fuerte, pero el arnés aguanta y quedan de rodillas, cogidos el uno al otro.
-¿Te lo cargaste? -Pregunta Johny.
-Y sin granadas. Con una puta espada. ¡Chúpate esa, Snake!.
Los dos ríen. Bridge pasa a toda pastilla junto a Madre Mary y el inutilizado tanque. Se meten en el puente, que es un caos de escombros y agua. Bridge esquiva toda clase de cosas bajo las olas y el aguacero, que hacen que Peter y Johny tengan que recurrir a todas sus fuerzas para no salir volando. Quedan apenas unos centenares de metros de puente.Y entonces el sonido. Bueno, antes que llegue el sonido, solo que no se dan cuenta, dejan de sentir ese pesar, esa alegría, ese lo qué sea en los corazones. Como si fueran más ligeros. Y dejan de notar ese olor a flores. Dejan algo, en fin, que no pueden explicar, detrás. Luego sí, el sonido. Un sonido que ningún humano ha escuchado jamás, pero que entienden enseguida. Es el sonido que hace un ángel al morir. La enorme silueta blanca cae lentamente sobre el lo puente, mas o menos a la mitad, partiéndolo en dos como si estuviera echo de naipes. El suelo tiembla y todos chillan, pero Betsy sigue su camino, trastabillando pero decidida. Bridge gria que se agarren y, aunque en el futuro no se lo contará a nadie, cierra los ojos al tiempo que pisa todo lo que puede el acelerador. Y por segunda vez, ahora puede que quizás sólo durante tres o cuatro metros, aquel autobús vuela, mientras una maravilla de la ingeniería se desmorona detrás y Nimrod lanza un grito de victoria a la noche. Bridge piensa que es una pena que el salto suicida de longitud con vehículo de varias toneladas no sea deporte olímpico.