lunes, 3 de julio de 2017

La invasión de los girasoles mutantes 2. Proyecto Voz de Dios.

Episodio 28. Escombros y finales.

Mejor no mirar la luz del rayo. Mejor, incluso para un girasol mutante, mirar el mundo real, por horrible que éste sea. Mejor dejar que la vista descanse plácidamente en el fragor cercano, reconocible, de una sangrienta batalla. Eugene se sobrepone de su momentánea abstracción y da órdenes. Sus girasoles crean una barricada alrededor de la fuente de luz por la que han desaparecido sus aliados robando vehículos del ejército de Madre Mary, que empieza a dejar de acusar los efectos del ataque sorpresa ya darse cuenta de que son muy superiores en número. Tras los coches, las diezmadas hordas de griazomnbis esperan babeantes. Más allá, sonidos devorados que escapan por los pelos del feroz estruendo de la nave. Motores. Gritos. Detonaciones. Aguantarán lo que puedan. Eugene está preparado para morir allí. Tiene un breve segundo en el que casi está tentado en preguntarse si habrá un más allá para los girasoles mutantes inteligentes. Sacude la cabeza y se aferra al peso del arma. El polvo del desierto escuece en los ojos. Eso, ese escozor, es todo lo que tiene en ese momento para comprender y justificar su existencia. 

Tras la luz, tras el mareo momentáneo, tras la sensación angustiosa de haber sido descompuestos en partículas y vueltos a unir en menos de un segundo, tras todo eso, luego, el corazón encogido ante la inmensidad de la nave. Es mejor no pensar que aquella monstruosidad está flotando sobre el suelo. Empiezan a comprender que se encuentran en el muelle de la nave estelar. Y la imagen es terrible en su hermosura. Decenas, cientos de naves y vehículos terrestres, colocados en distintas alturas, por todos lados. A pesar de ser incomprensible para ellos, algo les dice que son diseños muy, muy antiguos, como la nave en sí, cuyo interior está repleto una decoración recargada que bien podría recordar a la de cualquier templo de cualquier civilización antigua de la humanidad. Hay también armaduras de combate, o robots, de más de tres metros de alto. Los Anunnakis debían ser enormes. Pronto empiezan a ver el primer reto al que se deben enfrentar. El hangar, la estancia, si es que se puede llamar así, tiene varias decenas de kilómetros de largo, tardarían un día entero solo en llegar al final.
-Esto es enorme, chicos -dice Celine-. Ya no es que nos vaya a costar encontrar a esos tarados, es que solo recorrer este sitio, sin vehículo, es una locura.
- ¿Y si tratamos de usar algún cacharro de estos? -Pregunta Bridge, sin demasiada fe.
- Son máquinas milenarias de una civilización mucho más avanzada que la nuestra -contesta Ángelo con resignación-. Aun en el caso de que funcionen, no creo que sepamos pilotarlos.
- Tienes razón -añade Peter-. Harry, ¿qué opinas? ¿Harry?
Harry tiene la mirada pérdida en algún punto que los demás no pueden ver. De pronto habla.
-¿No lo oís? Está hablando, es como un murmullo, pero oigo su lenguaje.
-Esto...¿qué? -Pregunta Jonhy, lanzando una mirada furtiva a Peter y a Bridge, una mirada que dice, vale, se le ha fundido un fusible, tenía que pasar.
Harry les mira con una inmensa sonrisa. La nave, dice, puedo oír a la nave. Puedo interactuar con ella. Todo dentro de ella, el aire, todo, está vivo. Todo está conectado, es como un enorme sistema nervioso. Lo siento en la punta de los dedos.
Levanta las dos manos y poco a poco unos débiles destellos de luz azul empiezan a arremolinarse en torno a sus manos, hasta que, en pocos segundos las palmas de las manos le brillan por completo, así como sus ojos. Multitud de figuras geométricas, que sin duda deben de ser datos en el idioma Anunmkai y que recuerdan, una vez más, a idiomas y sistemas de escritura de la antigüedad, revolotean a su alrededor. Harry abre y cierra mensajes con rápidos gestos de mano.
-Mi nefasto hermano y sus secuaces están en el centro de la nave, lejos de aquí. En un lugar llamado El Trono.
- ¿Cómo podemos llegar hasta allí? -Pregunta Bridge.
-Hay un sistema de teletransporte. Pero no puedo acceder a él. Mi hermano tiene control a muchas partes de la nave. Pero puedo acceder a otros sistemas. Como por ejemplo...
-¿Por ejemplo qué?
Harry no responde a la impaciente pregunta de Caroline. No hace falta. La luz azulada empieza a rodearles, formando cuatro paredes solidas a su alrededor. Gritan sorprendidos pero Harry les hace un gesto de calma, aunque su sonrisa, acompañada por el destello azulado que sale de sus ojos, tiene de todo menos un aspecto tranquilizador. Y se elevan, en una especie de cabina de transporte formada por esa luz azul. A casi cien metros de altura, el paisaje es sobrecogedor. Sobre sus cabezas se abre la inmensidad de las partes superiores de la nave, en la que se adivinan salas y auténticos edificios enteros. Todo cruzado aquí y allá por raíles de energía azul por las que debían discurrir las vagonetas energéticas como en la que se encuentran en ese momento. Bajo ellos la inmensidad del hangar, con todos aquellos vehículos de fantasía. En las paredes, hasta donde alcanza la vista, colgando como en enormes columnas, cientos de naves de forma extraña, que parecen ser cazas de combate de forma curvilínea, superficie pulida y cromada, más numerosos que la flota de aviones de combate que cualquier país del viejo mundo pudiera haber tenido. Celine mira a Peter y sonríe, por unos segundos parece que todos los años de combate, de traición, de sentimientos descarnados a flor de piel desaparecen y solo es una mujer que mira con algo de añoranza, incluso, al hombre con el que compartió una parte muy importante de su vida.
-¿Estás disfrutando, eh? -Le pregunta.
-Esto es increíble. Se me encoge el corazón.
Le responde plácidamente Peter, con los ojos grises extrañamente brillantes.
-Disfruta de estos momentos en que nadie quiere matarnos.
-Cuando esto acabe, pienso volver a explorar todo esto. Estoy seguro que Bridge se apunta.
-Joder, puedes apostar el culo -responde Bridge. Luego se gira y le dice al oído a Johny-. Ver a estos dos de buen rollo me pone los pelos de punta.
-Sí, es espeluznante -le responde Walker riendo por lo bajo-. Es como si el mundo fuera a perecer en fuego y venganza.
La cabina atraviesa túneles salpicados de tuberías oscuras, maquinarias de fantasía que no pueden ni estar cerca de comprender. Atraviesa espacios enormes abiertos con auténticas mini ciudades, con altos edificios y otros más pequeños que parecen viviendas. Y vegetación, pequeños bosques y jardines de plantas extrañas que han sido preservados a lo largo de los siglos con robótico esmero por el sistema automatizado de la nave. Es como un mundo de fantasía. Un mundo de fantasía aterrador, les hace sentirse pequeños, muy pequeños, triturado todo su sistema de creencias, incluso aquellas que creían falsas. Un mundo que, como una muñeca rusa, escondía muchos mundos y que al mismo tiempo abría una puerta a un universo enorme, a la inmensidad del cosmos. Dentro de esa fascinación que les embarga, olvidan una cosa. Es un mundo de maravillas, pero también un mundo de peligro, un mundo que no les quiere allí.
-Algo va mal -la voz de Harry les despierta del ensueño de la peor manera.
Viajan por un pasillo estrecho y oscuro, solo iluminado por la luz azulada de la cabina de energía que les transporta.
-Algo, ¿Cómo qué? -Pregunta Johny, sin ningún tipo de broma en su voz.
-Algo me dice que enseguida lo vamos a saber.
No da tiempo para más. La luz azulada desaparece y la fuerza de la gravedad no especula lo más mínimo para cobrarse lo que se le debía. Caen pesadamente por una rampa hasta notar una caída libre nada desdeñable de unos cuantos metros. Peter abre las alas y coge a Thrud y a Ángelo. Bridge se encarga de Laura. A los demás, las servoarmaduras les ayudan a aterrizar sanos y salvos y Caroline cuenta con la ayuda de sus pequeños nano amigos que le confieren una resistencia sobrehumana. Caen pesadamente, pero ilesos. La cuestión es, ¿dónde? Una habitación cerrada. Quizás cinco por cinco metros. El techo no se ve. Harry da un par de pasos y empieza a trastear con la pared. Destellos de la luz azulada del display de la nave.
Chicos, tenemos un problema. Su voz adquiere un tono de lo mas macabro. Esta habitación es, ¿cómo decirlo?, un triturador de basura.
-¿En serio? -pregunta Peter con una expresión extrañamente divertida.
-¿De verdad? -Le pregunta Celine-. En una situación como esta y te emocionas porque es es un triturador de basura.
-¿Qué pasa? No entiendo -pregunta Bridge.
-En serio, Bridge -le dice Johny, categóricamente-. Si salimos de esta, lo primero que vas a hacer es ver la puta Guerra de las Galaxias. Este puto flipado -señala a Peter, que sigue sonriendo-, está tan contento como el pequeño Timmy en la noche del baile porque en una escena muy famosa de la peli los protas se quedan encerrados en un triturador de basura de la Estrella de la Muerte. El muy mamón se cree un Jedi.
-Sabes que yo sería un Sith -responde Peter.
-Sigue diciéndote eso, en el fondo eres un pastelito.
-Espera -interviene Bridge-. ¿En cuál de las pelis?
Johny y Peter responden al mismo tiempo. En la primera.
-Pero, ¿esa es la primera, primera, o la primera que era la cuarta?
-Qué te jodan Bridge -es la escueta respuesta de Peter.
Pero la voz, su tono más bien, de Harry, les saca de su amena y distendida charla.
-Chicos, de verdad que me jode interrumpir vuestra interesante charla coloquio sobre cine. Pero el ordenador de la nave ha planificado la eliminación de residuos en los próximos minutos.
Peter toca las paredes. Les mira y les indica que se vayan a la otra punta de la estancia. Cuando todos están a una distancia prudencial, empieza a formar una bola de fuego angélico en el puño derecho. El casco de la armadura aparece de la nada. Golpea la pared y una pequeña explosión les hace apartar la mirada. Cuando el humo se está desvaneciendo, Peter sigue ahí. Y la pared también, intacta.
-Estamos jodidos, dice Laura.
-Quizás podamos parar las paredes con la fuerza del Goliat y la de las armaduras, -apunta Ángelo.
-No lo entendéis -dice Harry-. Esto no es la Estrella de la Muerte. Eso es una tartana comparado con esto. Los residuos se eliminan con altas dosis de radiación. Nos van a freír.
-¿No puedes anularlo? -Grita Caroline.
-No desde aquí -responde Harry viajando por los displays de luz azulada de forma desesperada.
Bridge golpea las paredes con los puños del Goliat pero, a parte del sonido estridente, no produce ningún efecto. Hasta que el sonido de cosas oscuras y mecánicas, unido a un patente y desazonador zumbido, empieza a susurrarles ideas de lo más tranquilizadoras.
-Chicos -grita Laura-. Si vais a tener una idea brillante este es el momento.
Empieza a aumentar la temperatura, pero ninguno se atreve a decirlo. Peter mira a Johny y a Bridge y éste ve algo que jamás pensó que vería y que hace que el corazón le pese como plomo en el pecho. Las manos de Peter caen sobre los costados, abiertas, sin cerrarse en ese puño de furia que le arde a Peter en el alma. Si Peter se ha rendido, es hora de afrontar la realidad. Hay veces que la muy perra es como es, y no queda otra que cerrar los ojos y esperar que el final no duela demasiado. El calor aumenta. El sonido empieza a llenarlo todo.
Bridge abraza a Laura. Peter atrae a Thrud de la cintura hacia sí, le coge la mano a Caroline. Pero deja un segundo de tamaño cósmico para mirar a Celine y asentir con la cabeza en un gesto que intenta diga muchas cosas, aunque siente que quizás no haya dicho nada. Harry sigue ofuscado en los menús de luz azulada tratando de encontrar una salida. Johny, se enciende un cigarro y tras dos caladas, saca la armónica del bolsillo de la gabardina y entona un triste blues. Las notas se quedan en la habitación con una desesperada apatía, molesta, porque tan grandes héroes encuentren un final tan indigno. Y las notas suben. Suben, hasta rebotar en el techo. Hasta confundirse en un momento  con un sonido que, de todas todas, solo puede ser una carga de impulsos dispara muy de cerca sobre la pared. Luego otro disparo, y otro. Al cuarto las luces de la habitación se apagan durante unos breves segundos para luego volver a encenderse. Nuevos sonidos metálicos y finalmente, entre una lluvia de chispas, la puerta de la depuradora de desperdicios se abre. Una figura les flanquea el paso y les apunta con rifle Multitude. Madre Mery les mira sonriente sin bajar el arma.
-Antes de nada -dice-, pensad que os he sacado de ese agujero. Pero también que os estoy apuntando. Calcular cuantos caeríais antes de poder dispararme.
No saben qué decir, afortunadamente, Madre Mary sigue hablando. Tú, guaperas, coge esto.
Le lanza a Peter un walkie. Peter lo coge, aprieta el botón y pregunta, ¿sí? Desde el otro lado, la voz metálica de Eugene les sorprende a todos. ¿Johny, estás ahí?
Peter le lanza el walkie a su amigo, que responde muy extrañado. Sí, Eugene, viejo, aquí Johny Walker.
-Me alegro de oiros chicos.
-¿Qué pasa socio? Ahí abajo parece tranquila la cosa.
-Han dejado de atacarnos, Johny. Se han acercado y han pedido una tregua y me han dado este Walkie. Me han dicho que podría hablar contigo. ¿Qué está pasando, Johny?
-No lo sé aun, viejo. Mantened posiciones y no bajeis la guardia. Johny corto.
Walker le vuelve a lanzar el walkie a Madre Mary y aprovecha cuando ella lo coge para apuntar él a la mujer.
-Creo, madame, que es hora de que se explique.