martes, 16 de noviembre de 2010

La invasión de los girasoles mutantes.


Episodio 26: un nuevo infierno para nuevos héroes
A Johhnie le cuesta teclear en el ordenador. Los nervios, el cansancio y el miedo le juegan malas pasadas. Bridge cubre el pasillo por el que han entrado y no está, ni mucho menos, menos nervioso y asustado que su amigo. Están solos, adentrándose en la boca del lobo y con, nada menos, que todo el peso del mundo sobre sus espaldas. Las rodillas empiezan a fallarles.
- Date prisa, chico.
- Hago lo que puedo, Bridge. Los códigos de este ordenador son más complicados.
-Supongo que eso es porque nos estamos acercando.
-Sí, el problema es que nos sabemos a qué.
La puerta hace una serie de ruidos mecánicos y por fin se abre. Johnnie guarda el ordenador en la mochila y se queda mirando el interior de la sala que les acaba de ser revelada.
- La puerta del infierno –dice Bridge.
Ante ellos, una oscuridad absoluta que es rota brevemente por el destello de tanques de cristal en los que flotan suspendidos en líquidos criaturas aberrantes. Es un espectáculo de pesadilla que los dos compañeros contemplan estupefactos. La luz de las urnas se enciende y se paga en un leve segundo dejando entrever, aquí y allá, imágenes de pesadilla. Hay luces que se ven muy lejanas, lo que unido a la oscuridad reinante, hace que sea imposible hacerse una idea de las dimensiones de la sala, pero parecen ser enormes.
-Da igual lo que nos espera ahí dentro, amigo –dice Johnnie-, no hemos llegado hasta aquí para quedarnos en la puerta.
-Amén –contesta Bridge, al tiempo que saca un tubo fluorescente, lo agita y empieza a emitir una leve luz verde –. No es mucho pero siempre será mejor que nada.
Comienzan a andar y Bridge no puede menos que pensar que son unos modernos Dantes adentrándose en el infierno. El baile de tanques que se encienden y se apagan es terrible, pues dejan destellos de pesadillas que no duran más que un segundo y que mezclados con la luz verde de la linterna de Bridge hacen que todo aquello se transforme en un paisaje de auténtica locura. Un paso tras otro al borde del infierno con un destino completamente desconocido.
- ¿Sabemos a dónde vamos? –pregunta Bridge.
- Hacia delante, supongo.
- Eso no suena muy halagüeño.
- Mira donde estamos, nada me sonaría demasiado halagüeño.
Siguen avanzando en la oscuridad. Un tanque se enciende brevemente y los dos amigos prefieren no mirar la aberración que flota en su interior y que se deja ver unos segundos. Es extraño el pensar que la oscuridad es más alentadora y acogedora que los breves destellos de luz, que parecen abrir puertas a una dimensión de pesadilla. Bridge piensa que espera que ninguna de esas puertas se quede abierta demasiado tiempo para que nada pueda colarse. Pero no tiene tiempo para pensar mucho más. Un ruido a sus espaldas llama su atención. Va decirle algo a Walker, pero el chico ya se ha girado con el arma apuntando en la dirección del ruido. Pronto el sonido también se repite a su alrededor y a sus espaldas.
- ¿Qué coño es eso, Johnnie?
- Nada bueno, supongo. Nada bueno, amigo.
-Arrojemos un poco de luz.
Bridge saca otra lámpara LED de la mochila y la agita hasta que empieza a emitir la misma luz que la verde que la que lleva en la mano y la lanza hasta la fuente del ruido. La luz verde vuela a través de la oscuridad y cae al suelo, justo en medio de una multitud de girazombis que les están mirando directamente a  ellos, con las manos crispadas y las bocas babeantes abriéndose y cerrándose como si se relamieran.  
El ruido empieza a rodearles.
- Están por todas partes, Bridge.
- Lo sé, no se lo que hay al otro lado de esta maldita habitación, pero creo que debemos descubrirlo cuanto antes. Yo me encargo de la vanguardia, tú de la retaguardia y los flancos.
-Hecho. A la de tres. Uno, dos y…
No puede acabar la cuenta, los girazombis se lanzan contra ellos en medio de unos terribles chillidos que empiezan a sonar a sus lados y delante de ellos. Comienzan a correr y disparar a ciegas. Ahora si que los nervios les presionan en la sien y aprietan los dientes mientras corren y disparan de manera frenética, sin poder pensar, sin poder decidir una dirección. Hay algo de hipnótico en el baile de luces. Los fogonazos de las armas permiten ver fugaces escenas de girazombis lanzándose contra ellos de manera asesina, así como tanques que estallan en mil pedazos dejando que sus horribles contenidos caigan al suelo, junto con el líquido en el que están suspendidos. La oscuridad parece infinita y las armas se recalientan, ninguno de los dos quiere pensar cuanta munición les queda.

Jacob tiene una fea herida en la frente, pero eso no impide que, en lo alto de las escaleras del primer piso de un edificio seriamente tocado por la batalla, lance bolas de fuego angélico contra los girasoles y girazombis que tratan de escalarlas. A su lado, Francis Connor dispara su arma, eligiendo cuidadosamente sus blancos, haciendo gala de su instrucción militar. Ninguno de los dos quiere pensar en como ha cambiado la batalla. Después de poner en fuga a las tropas de la Corporación, han visto que éstas no eran la única arma, ni tan siquiera la más terrible. En la última hora, hordas y hordas de girasoles y girazombis se han lanzado contra ellos. Su furia es ciega y nunca retroceden, pues no tienen miedo a morir. Quizás no tengan miedo a nada, pero lo que es seguro es que su empuje es febril y han hecho que las tropas aliadas y los Nephilim se atrincheren en un maltrecho edifico. Fuera, millares de engendros furiosos se agolpan en plaza queriendo entrar en el edificio y destruir a sus enemigos. Desde las ventanas, Nephilim y tropas escupen fuego, pero eso no parece amedrentar a las hordas enemigas.
 - Jacob –Francis levanta la voz en medio del estruendo de gritos y explosiones-. Retrocede, hay que destruir estas escaleras, eso les frenará
- También nos encerrará aquí dentro.
- Muchacho, si nuestros amigos no tienen éxito, solo podréis salir de aquí los que tenéis alas.
Mientras habla saca un montón de granadas y las ata con un cable. Luego les quita la anilla a una cuantas y las lanza escaleras abajo. Apenas tiene tiempo de tirarse al suelo y la explosión lo llena de todo de cascotes y humo. Durante unos segundos, los oídos de Jacob y Francis quedan sordos a todos los sonidos de la batalla que son sustituidos por un profundo pitido. Jacob se incorpora, ayuda a levantarse a Francis y suben al segundo piso, donde el resto de las tropas y los Nephilim tratan de contener la marea de seres que empiezan a intentar escalar la fachada de edificio.
- ¿Es que nada detiene a esos hijos de puta? –dice Francis.
- Bueno, espero que para detenerlos no quieras demoler el edificio -dice Jacob sonriendo, y vuelve a lanzar bolas de fuego contra los zombis y girasoles.
-Bueno, no descartemos nada –responde Connor, devolviendo la sonrisa y haciendo que su arma vuelva a cantar.
- Estoy limpio, Johnnie –dice Bridge soltando la escopeta-. Solo me quedan los cargadores de dos pistolas.
- Pues intenta que cada disparo cuente, amigo.
Siguen avanzando y disparando en medio de la oscuridad y parece que los girazombis nunca reducen su numero y su ímpetu a la hora de atacarlos.  Por fin llegan hasta el final de la sala, pero otra puerta cerrada les impide el paso. Johnnie le lanza el arma a Bridge que falla al cogerla  y se agacha como una centella a recogerla del suelo.
- Cúbreme –dice Walker, rebuscando en la mochila-.
- Johnnie, no tenemos tiempo para que trates de piratear la puerta.
Pero Johnnie no saca el ordenador de la mochila. Saca una carga explosiva de C-4 que pega en la puerta. Aprieta un botón y sale corriendo agarrando a Bridge. Justo cuando hace que los dos se tiren al suelo detrás de un tanque, la explosión lo llena todo. Están cubiertos de cristales y del líquido que contenía el tanque. En la oscuridad pueden intuir el cuerpo del engendro que flotaba dentro de él, pero prefieren no mirarlo.
Se acercan a la puerta, que está hecha pedazos. Por el suelo, cascotes ardiendo y cuerpos de zombis también ardiendo, que se retuercen de dolor.
- Esta puerta era menos maciza –dice Johnnie-. Es evidente que jamás pensaron que ningún intruso llegara nunca tan lejos.
- La próxima vez avisa antes de intentar volarnos por los aires, chico.
- Te mandaré un fax, si te parece –contesta Johnnie-. Venga, sigamos.
La puerta da a una escalera que desciende. Aunque no saben a dónde se dirige, pero al menos está alumbrada por luces de emergencia. Dejar la oscuridad atrás era una buena novedad. Después de bajar una altura de tres pisos, llegan a otra puerta, pero ésta está abierta y la estancia con la que comunica está bien iluminada. Es una especie de laboratorio y en medio de la sala hay un hombre. Un pequeño bigote al estilo de Hitler corona una pérfida sonrisa. Mientras sonríe, aplaude de manera sonora. Johnnie y Bridge entran en la sala apuntando al Líder, que no parece inmutarse por la amenaza de las armas, a pesar de que parece estar desarmado.
- Enhorabuena, queridos amigos. La verdad es que jamás hubiera apostado a que llegaríais tan lejos.
-Sin embargo aquí estamos, hijo de puta –dice Bridge.
-Sí, pero mira –mientras habla saca del bolsillo una especia de mando a distancia con un botón rojo-. Aquí está lo que buscáis, niños. Basta con pulsar este botoncito y todas mis hermosas criaturas desaparecerán. El problema es –dice guardando el mando a distancia en el bolsillo- que nunca llegaréis a poner vuestras sucias manos en él.
Antes de que puedan entender lo que pasa, el Líder, con la velocidad de un rayo, se lanza contra ellos. Primero una patada y el arma de Bridge sale volando, luego un codazo en el pecho de éste que le lanza contra la pared. Se golpea la cabeza y queda sin sentido en el suelo. Walker consigue disparar una vez, pero tarde. Inmediatamente después de dejar sin sentido a Bridge, otra patada lanzada a la rodilla de Johnnie le lanza al suelo y hace que sus disparos se estrellen en el techo.
- Bien, niños. Vamos a jugar un rato dice el Líder, riendo sin parar.

Peter cae de rodillas. Con sus poderes, Xavier le postra en el suelo y una hondonada de dolor le recorre el cuerpo. Con el rabillo del ojo localiza a su fiel espada, en ese momento un inerte y frío trozo de metal lejos de su alcance. Piensa lo inútil que es la más poderosa de las espadas si no tiene aunque sea el más débil de los brazos para empuñarla.
-Es triste ver un arma, un ser único como tú, a punto de ser destruido.
- No cantes victoria tan fácilmente, sonrisas. No es de buen jugador –responde con dificultad Peter.
-Yo no soy un jugador, muchacho ¿Aun no te has dado cuenta? Yo soy un ganador. Hace un gesto con la mano y Peter sale disparado contra la pared. Intenta moverse, pero los poderes de Xavier son como un puño de hierro que aprieta todo su cuerpo. Intenta concentrarse, pero el dolor no le deja.
-Todo este sufrimiento –dice Xavier-. ¿Por qué? Por un absurdo idealismo, por un estéril sentimentalismo. Quieres ser normal, pero nunca lo serás. Puede que ellos no lo vean, pero yo si veo al monstruo que hay dentro de ti. Y tú también lo ves, solo que quieres darle la espalda.
-Sin embargo tú abrazaste a tu monstruo hace tiempo, ¿eh, sonrisas?
-No te das cuenta, pero es muy fina la línea que separa al monstruo del dios.
Peter no quiere escucharle. Siente que su humanidad es lo poco decente que le queda a lo que puede agarrarse. Aunque sabe que no será su humanidad lo que le saque de aquel lío. Es la otra parte. Esa parte oscura que yace en su interior como un animalillo asustado. La parte Nephilim. Esa parte que es una animalillo asustado pero, al mismo tiempo, es también un animal peligroso acorralado. Un pequeño fuego empieza a arder en su interior. Un fuego que le quema por dentro y antes de que pueda entender por qué, consigue levantar su mano derecha y lanzar una ráfaga de fuego angélico contra Xavier, que le lanza al otro lado de la habitación.
El General se levanta y limpia un fino hilo de sangre que corre por la comisura de sus labios.
- Vaya –dice-, por fin empiezas a despertar. Veamos de qué es capaz un Nephilim.

1 comentario:

Anónimo dijo...

han vuelto nuestro heroes ¡¡¡¡¡¡¡¡¡yo ya daba la historia por inconclusa e incluso habia ideado algun final alternativo en el que bridge se adueña del mundo