jueves, 28 de enero de 2016

La invasión de los girasoles mutantes 2. Proyecto Vos de Dios.

Episodio 14. ¡Hagan juego señores!

Los Ancestrales trajeron la sabiduría y su vida era larga y su poder infinito. Eso reza la leyenda ansazi. La voz de Doggy tiene un aire tétrico rodeado por la oscuridad de la cueva y por las figuras pintadas tantos milenios atrás, que bajo la luz de las linternas parecen cobrar vida, burlarse de ellos, como un teatro de sombras chinescas grotesco. Luego la leyenda se fue perdiendo, transformando de una lengua a otra y de un pueblo a otro, saltando de cultura en cultura. Los Ancestrales se fueron, pero dejaron un rastro para volver a encontrarnos y que su luz vuelva a brillar en el mundo.
-Bueno, eso no suena tan mal -dice Bridge en un alarde de parecer optimista, pero en cuanto ve como el gesto de Doggy se tuerce, sabe que una vez más ha hablado más de la cuenta.
-No, eso no suena tan mal. Pero esa es solo una de las versiones que he conseguido recopilar.
-Déjame adivinar -dice Johny-. Hay otra peor.
-Siempre la hay -añade Peter, que por una razón que sus camaradas no acaban de entender, no para de sonreír.
-Sí, sí que hay otra -prosigue Doggy-. La otra es que la presencia de los Ancestrales no era, digamos, muy reconfortante para la humanidad. Algo pasó, algo que los expulsó lejos de aquí, no sin antes de que pudieran dejar ese rastro, ese camino, un hueco por el que colarse otra vez en el mundo y terminar de sojuzgar la humanidad, lo cual siempre ha sido su ambición.
-No -dice Peter-. Esa no suena nada bien.
Sigue riéndose así que Johny se encara con él, lo cual no hace que Peter deje de sonreír ampliamente. De hecho Bridge cree, si no recuerda mal, que es la primera vez que ve a Peter sonreír de esa manera.
-¿Pero qué coño te parece tan divertido?
-Nada. Solo me hace gracia veros metidos en una mierda sobrenatural, que esta vez no me toque a mí.
-No sabemos si es algo sobrenatural.
Las palabras de Bridge hacen que los presentes oigan algo que solo uno de ellos, Celine, había oído, y hace muchos años de eso. Peter rompe a reír y dice lo siento, lo siento, no me miréis así, yo no soy el que está dibujado en un garabato antediluviano por una civilización perdida en las brumas del tiempo.
La risa de Peter consigue contagiarse un poco a todos. Hasta Bridge refunfuña un, muy gracioso, entre dientes y Caroline esboza un atisbo de sonrisa. Todos parecen relajarse, menos Harry, que mira la pintura. Doggy que se acerca a él y le posa la mano en el hombro. Harry le mira, con los ojos acuosos, sin saber muy bien a que atenerse en toda aquella maldita locura. 
-Y eso nos lleva a ti, amigo mío -le dice-. Mirad bien el dibujo.
Todos le hacen caso. No tienen nada mucho más especial que lo que han visto en primer momento. La figura que parece representar a Johny, Bridge y Harry. Sobre ellos una especie de ojos que, a pesar de lo esquemático de su representación, tienen algo terrible, algo que hace que de escalofríos mirarlos. Y luego, junto a la figura que bien podría ser Harry, una especie de triángulo.
-No veo nada extraño. Bueno, más extraño de lo que es todo esto ya de por sí.
-Ahora la historia da un giro importante. En el Popol vuh.
-La narración maya -afirma Peter-. Bridge, deja de mirarme así.
-Exacto. En ella se relata como los Dos Gemelos legendarios destierran a las criaturas del inframundo. Eso es lo que cuentan las inscripciones de la tumba del gobernante Pakal, en el Templo de las Inscripciones de Palenque, que se hace representar como uno de esos gemelos. Pero lo que nunca transcendió es otra estela que se encontró en esa cámara. Una que el gobierno americano confiscó inmediátamente, antes de la invasión de los girasoles.
-¿Qué había en esa estela? -Pregunta Celine y Peter, que la conoce bien, puede ver el brillo de la promesa de tesoros en sus ojos, verdes y hermosos en la oscuridad débilmente iluminada.
-Nadie lo sabe. El proyecto era top secret. Pero -prosigue Doggy tras una pausa dramática-.
-¿Sabes que había en ella? -Pregunta Harry.
-No. Sé donde la llevaron. Y solo conseguí encontrar notas fugaces sobre lo que había en ella. Un mensaje. Unas instrucciones, más bien.
-¿Instrucciones para qué? -La voz de Harry se estrangula con la impaciencia, y la verdad es que a todos les parece que el tipo ese podía ir un poco más al grano, está claro que disfruta con la historia.
-No he conseguido averiguarlo.
Una sombra cruza la mirada y los corazones de todos. Acaban de darse contra un muro y tienen la sensanción de que un montón de piedras viejas como el demonio está cayendo a toda velocidad con destino claro a sus cabezas. Pero Doggy vuelve a sonreír. No hay duda de que tiene otro as en la manga. Es imposible verle los ojos, por que los cristales de las gafas reflejan la luz de las linternas como dos faroles.
-Pero -dice-. Ya os he dicho que sí se donde la llevaron.
-¿Dónde? -Esta vez es Bridge el que empieza a perder la paciencia.
-A un laboratorio secreto.
-¿DÓNDE?
Doggy señala el dibujo del triángulo. Al último sitio en el que nadie buscaría un laboratorio ultra secreto.
Y a Bridge, mirando la figura del triángulo, se le enciende la bombilla, su cerebro lo ve claro, y cuando lo suelta, siente un alivio tal que ni siquiera puede disfrutar ni regodearse de lo listo que es.
-Las putas jodidas y malditas Vegas.
-Exacto -dice Doggy entre risitas.

Madre Mary mira a los despojos de lo que hasta hace unas horas era una orgullosa tribu de carroñeros. Concrétamente los pocos que han conseguido sobrevirir al ataque fallido contra Johny, Peter y los demás. Están arrodillados frente a ella, con la miradas bien clavadas en el suelo, como si su autoestima y su orgullo se les hubieran caído en medio de la arena. Madre Mary pasea frente a ellos, de un lado a otro, apretando los puños, con la melena castaña mecida por el viento del atardecer del desierto al ritmo de una meláncolica danza.
-¿Y cuántos decís que que eran esos temibles guerreros? -No habla con ninguno de ellos en general, pero está claro que quiere una respuesta inmediata.
Uno de ellos se apresura a explicar que apenas unos diez. Inmediátamente el desdichado trata de aclarar algo más, pero el hecho de que un segundo después de que Madre Mary clave la mirada en él empiece a sangrar profusamente por todos los orificios de su cabeza se lo hace bastante difícil, así que decide que lo mejor se morirse plácidamente en medio del suelo del cañón.
-Eráis al menos cincuenta -dice Madre Mary, tratando de que la ira que siente no haga temblar en absoluto su voz-. Ya que os habéis dejado vencer por una fuerza tan inferior, lo mínimo que deberíais haber hecho es morir en el intento con vuestros hermanos. Pero no os preocupéis. Hay tiempo para solucionar eso.
Madre Mary se gira y clava una mirada en una cueva que se abre oscura y terrible en la pared del cañón detrás de ella. Ignora los gritos de clemencia de los pobres diablos arrodillados y sonríe cálidamente a esa oscuridad que se abre para ella, como una madre sonríe a un hijo perdido. Pero no es a la oscuridad a quien sonríe, no, es a algo que hay más allá, quizás a esos varios pares de ojos rojos que se iluminan en el interior de la cueva y a los que acompañan un siseo aterrador, un sonido gutural y antinatural. Madre Mary nota en su cabeza el suave cosquilleo de las consciencias de las bestias mutantes y acaricia sus voluntades con mimo. Luego les dice lo que hay que hacer, les dice sin palabras, con un susurro de su mente mutante, que la cena está servida. Unos segundos después, bajo la mirada atenta de los despiadados habitantes de Inquisición, las vidas de unos cuantos desgraciados se evaporan entre chillidos, ojos rojos y garras. Y al desierto, una vez más, no parece importarle una mierda. 

La habitación sigue siendo blanca. Tan fría y desangelada como la otra vez que Harry la visitó. Y aquel niño extraño, que le sonríe con esa expresión capaz de congelar el Sahara o derretir la maldita Antártida, es aun más escalofriante que la última vez que le vio.
YA QUEDA POCO.
-¿Poco para qué? -Pero Harry se siente terriblemente ridículo haciendo esa pregunta, porque en lo más profundo de su interior sabe que ahí no va a encontrar respuestas.
Siente mareo, ganas de vomitar. Siente que la cabeza le va a explotar cuando el baile de datos le golpea el cerebro como un yunque. El niño ríe. Y es como si el mundo se partiera en dos, puede sentirlo en la piel, como cientos de imágenes de ríos, ciudades, montañas, se desquebrajan como si fueran papel pintado viejo que se descascarilla.
Luego se despierta, tumbado en medio del desierto, la mañana ya entrada. Alguna canción de rock vieja sale da la caravana de Doggy, que bebe una taza de lo que parece café humeante, apoyado en la puerta del vehículo. Unos metros más allá, Peter vigila con atenta mirada y da consejos mientras Caroline y la rubia Thrud practican artes marciales. Por la agresividad cualquiera diría que es solo un ejercicio, aunque ninguna de las dos deja de sonreír en ningún momento. Desde que se reunieron y Caroline se lanzó al cuello de aquel tipo taciturno y extraño, la chica parece más relajada, si es que ese adjetivo se puede aplicar a aquella pequeña arpía homicida. Los demás, aquí o allá, parecen absortos en la preparación del viaje que tienen que afrontar. Laura, Celine y Ángelo cargan las armas del helicóptero en el destartalado autobús escolar. Pero mientras las dos chicas no paran de comentar los acontecimientos recientes, Ángelo permanece mudo, como ha estado desde el encuentro con los girasoles y los zombis. Nadie le ha preguntado, nadie ha sacado el tema, aunque todos saben muy bien que es solo cuestión de tiempo. Bridge y Johny miran viejos mapas de carreteras que Doggy guardaba, decidiendo cual es la mejor ruta hacia Las Vegas. Aunque todos saben que no hay ninguna buena ruta hacia allí. Las Vegas no fue recuperada para el mundo después de que la Corporación y los girasoles fueran destruidos, es uno de esos puntos negros en el mapa que se tratan siempre de evitar y lo que pueda infectar la ciudad y las carreteras que llevan hacia ella es un misterio. Y en ese mundo los misterios no suelen ser ponys y nubes de algodón. No. Más bien son hierro oxidado y garras. Dientes y gasolina quemada. Pero a él no le cabe duda de que piensa ir allí, a donde parece que se esconde el principio de todo y puede que el final. Las respuestas al otro lado de un arco iris enfermo y corroído. Lo sorprendente es que esa banda tampoco ha dudado ni un segundo en ir con él. Algunos por que son de esas personas que cuando establecen un vínculo jamás te abandonan, otros por el puro interés de encontrar algo de valor, o algo que les de poder, al final de aquel viaje. El caso es que allí están todos, preparando la marcha hacia un lugar inhóspito, deshabitado hace décadas y en el que no saben que demonios van a encontrar. Así que Harry no puede evitar pensar que en el fondo, toda esa tropa es una panda de desequilibrados, adictos a ese tipo de sensaciones, a jugarse el tipo, a las situacione límite que prefieren mil veces enfrentarse a la muerte cada día y luego quejarse de su mala suerte que seguir con la vida que llevaban hasta ese momento. Lo que está claro es que, locos o no, esa gente con más que posibles y serios problemas psicológicos, es lo más parecido a una familia que ha tenido nunca. Y una leve sonrisa le incita a levantarse y ayudar a los demás con los preparativos.


Una hora más tarde, Bridge gira la llave y el motor de Betsy ronronea como un gatito de doscientos años asmático. Sonríe y pisa el acelerador. ¡Todos a bordo del expreso de Las Vegas! Grita. Luego se despide con un saludo de Doggy, que agita la mano en señal de despedida y levanta la cerveza que se está bebiendo y pega un sorbo, como brindando por ellos. Unos minutos más tarde, el desierto se lo ha tragado y una sensación cálida y reconfortante recorre el cuerpo de Bridge. Laura traza dibujos sin sentido en su espalda, distraida, con el dedo índice. La carretera. El sol. Incluso, por qué no decirlo, la emoción de tener una aventura delante. Y otra vez, como a traición, se le vuelve a colar ese hormigueo, ese sabor en la boca, el sabor de los viejos tiempos. Aunque cuando mira brevemente por encima del hombro a Laura, piensa que esta vez es incluso mejor. Por la mente se le cruza brevemente la imagen de Nimrod y su prole y una pequeña arritmia amenaza con hacer estallar su corazón, pero está de demasiado buen humor, así que ensalla la mejor de sus sonrisas y aprieta un poco el acelerador.
Ángelo, sentado en uno de los asientos mira por la ventana, como si esperara ver algo distinto en el imponente paisaje del desierto. Pero mejor clavar la atención fuera que en la angustia que le corroe por dentro, en las dudas que lo devoran. Simplemente lo supo. Casi podía oír el zumbido sordo de sus mentes, apagadas y sedientas de muerte, en la suya. Solo lo supo, solo notó en lo más profundo de su ser que tenía el control de la situación. Como sabe que debe respirar, como sabe cómo es el tacto el metal frío. Solo lo sabía, y ya está. Alguien se sienta a su lado. La verdad es que vista de cerca, el rostro de Celine es aun más perfecto, sus ojos aun más verdes y esa sonrisa roja, muy roja, de cerca, tiene un aspecto  mucho más amenazador, más peligroso. Es como si la mujer tuviera un cierto halo de frialdad a su alrededor, como si toda esa belleza bajara un grado la temperatura en torno suya. Es curioso, piensa, porque la rubia, Thrud, parece arder y Celine parece una ráfaga de aire glacial. Pero las palabras de ella hacen que su pensamiento se corte en seco.
-¿Estás preparado?¿Quiéres saber la verdad?
Ángelo vuelve a mirar el desierto. Está todo tan hermoso. Por eso no se sorprende cuando dice que no, que mejor en otro momento, si a Celine no le importa. Ésta solo sonríe, se encoge de hombros y vuelve a sentarse con Laura.
Y así es como un viejo autobús escolar cruza el desierto, con las articulaciones echas polvo y destrozada por el reúma. Cansada, pero contenta de que aquella panda le siga necesitando.
Lo malo es que no miran por el espejo retrovisor. Tan potente es en sus cabezas la idea que el destino que les espera que a ninguno se le ha ocurrido echar un ojo al camino que van dejando detrás. Por eso no ven los dos puntos oscuros que les siguen desde hace más de una hora. Están muy lejos, así que acerquemos la cámara. Dos motos enduro, sucias y con motores trucados que rasgan el aire del desierto con sus chillidos, siguen la estela que va marcando Betsy. Encima van dos motoristas encuerados y con cascos decorados con pinturas de colmillos. Siguen tras ellos un buen puñado de kilómetros más, siempre manteniendo la distancia, hasta que al final cambian el rumbo. Unas horas después están cruzando las puertas de Inquisición e informando a Madre Mary sobre el rumbo que ha tomado el autobús. Madre Mary no dice nada, pero entiende que algo terrible y poderoso hay en todo aquello, por que nadie va a Las Vegas, nadie en su sano juicio, al menos. Ni siquiera ellos van. Sea como fuere, y con un muy mal pálpito en el corazón, sabe que tiene que informar al Gran Sorbinus, así que se concentra y la aterradora imagen de Nimrod se forma en su mente. 
¿SÍ, MADRE MARY?

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