lunes, 27 de julio de 2015

La invasión de los girasoles mutantes 2. Proyecto Voz de Dios.

Espisodio 7. Alianzas desesperadas.

Un ventilador. Nada. Bueno, si la oscuridad es nada. Otra vez la imagen borrosa del ventilador, aunque puede que hayan pasado horas desde el último fotograma de la máquina. Máquina que no hace demasiado por evitar el calor. Dolor. Mucho dolor. Oscuridad. O nada, no sé. Otra vez el ventilador. Alguien le pone un trapo mojado en la frente. Sigue mirando el ventilador. Sigue, “mirando” la oscuridad. El dolor sigue ahí. Es un dolor general, una totalidad de dolor. Oscuridad. El ventilador. La voz, que dice, descansa.
  
Corred, joder, corred. La voz de Harry Street se pierde entre la de sus compañeros, los elegidos y los forzosos. También se pierde entre la maraña de los gritos de Plaga y los disparos. Recorren callejones infectos de Tucson a una velocidad absurda. Laura y Celine han gritado seguidnos y lideran la marcha mientras que Johnny y Caroline la cierran, puesto que, junto a las dos cazarrecompensas, son los mejores tiradores del grupo. A Bridge empieza a faltarle el aliento y se fija en que el cabrón de Angelo parece correr sin pestañear, como si el hijo de perra escuálido pudiera correr durante horas sin inmutarse. Ahora si que le cae mal. ¿Nunca se acaban los callejones en ese maldito infierno en medio del desierto? ¿Es qué los fabrican aposta?¿Para qué coño quieren tantos? 
  
El ventilador hace un ruido extraño. No funciona bien. Le pone de los nervios. Es un martirio tener que pasar los pocos minutos de consciencia pendiente de ese aparato que se mueve sospechósamente sobre su eje y amenaza con caerse encima de la cama en cualquier momento. El dolor. El ventilador. La oscuridad. No recuerda muy bien qué coño ha pasado. Siente los efectos de algún narcótico. El dolor. Otra vez la voz. Tranquilo, no intentes levantarte, aun estás débil. Se ríe a carcajadas. Definitívamente tiene que estar colocado. Jura, puede jurar, que conoce de sobras esa voz.



Corre. Se lo dice a sí misma con una voz que no ha escuchado nunca. Al menos que no ha escuchado en un buen puñado de años. Quizás, desde que era una joven alocada e inconsciente que soñaba con devorar cada centímetro del mundo. Corre. Atraviesa el gentío que huye del combate en dirección opuesta a la que corre ella. Le cuesta mucho avanzar entre la multitud y lo de que los pies se le queden atrapados en la capa de barro cada vez más espesa en la que se está convirtiendo el suelo de Tucson no ayuda. Corre tanto como puede y los pulmones le queman. Pero sigue corriendo. Cuando llega a su moto, el alivio que siente es indescriptible.




El Leviatán es rápido. Mucho más rápido que él. Es más fuerte. Es algo con lo que no se ha enfrentado nunca. Nunca ha visto nada parecido a eso. Después de unos pocos segundos de combate, Peter entiende que va a morir. Ahora ya solo le preocupa cuanto va a aguantar. Esquiva un puñetazo que se estrella en la pared, corta el brazo del monstruo pero del costado sale otro de inmediato que le golpea en el pecho y le lanza por los aires. En los segundos que dura el vuelo, solo puede pensar en no soltar la espada. En eso y lo que va a doler la caída. Y no se equivoca.






Caroline les apunta a todos. Laura les ha guiado por el alcantarillado de la ciudad como si conociera de memoria la red de túneles. Están en una habitación húmeda y maloliente, mal iluminada, pero al menos parece que Plaga no ha podido seguirles. Pero la paciencia de Caroline, más o menos y igual de grande que la sombra de un gusano, ha llegado a su fin. Apunta a todos con dos armas y la trenza con su punta mortal incita a que cualquiera haga una tontería. Dice sin palabras, adelante, alégrame el día.

-Se acabó -dice-. Tú te vienes conmigo y a los demás os quiero fuera de mi vista en cinco segundos.

Está claro que habla en serio y que esta vez si que no va a haber negociación. Pero todos están demasiado asustados por el monstruo que acaban de ver, por los horrores que les persiguen como para reaccionar. Pero Bridge tiene una cosa clara, así que da un paso adelante. Paso que se detiene a la mitad cuando Caroline le apunta a él diréctamente con una de las pistolas.

-Espera -dice con la leve esperanza de que la pelirroja no le vuele la cabeza-. Estamos todos en esto, ¿no lo ves? Hasta tu jefe se ha quedado para darnos tiempo a huir. Te ha dicho que nos saques de allí.

-Ya os he sacado. Ahora me llevo al esmirriado ese y cada uno por su lado.

-Bridge tiene razón, nena. -Interviene Celine-. A mi esto me gusta tan poco como a ti. Pero con esas cosas detrás nuestra cuantos más seamos más posibilidades tenemos de salvar el pellejo.

-Yo seré quien os arranque el pellejo si no me entregáis al tipo ese y os largáis cagando leches.

-Serás estúpida, pelirroja de mierda.

La trenza de Caroline se lanza a por Celine y se para a un centímetro de su cara.

-Si sigues viva ahora mismo es porque tengo la sensación de que el jefe quiere matarte él mismo.

-No estás ayudando mucho, Celine -vuelve a intervenir Bridge-. Mira, ¿Caroline, no? Está claro que todos nos hemos metido en algo más grande y complejo de lo que esperábamos al principio. Pero tienes que darte cuenta de que a esa cosa a la que Peter se ha quedado entreteniendo para que escapemos la manda el mismo que os contrató. Creo que ya no trabajáis para él.

La expresión de Caroline cambia radicalmente. Es obvio que no había pensado en eso hasta ese mismo momento. Resopla y se apoya contra la pared volviendo a enfundar las armas.

-Gracias -le dice Bridge tratando de poner la que considera la mejor y más cordial de todas sus sonrisas-. Ahora mismo, nos guste o no, estamos todos en el mismo bando.

-Que te follen -le responde Caroline apoyándose en la pared y resoplando con evidente disgusto.

Johnny da un paso al frente y pregunta lo que nadie se ha atrevido a preguntar en voz alta. ¿Qué coño vamos a hacer? Luego saca una petaca y pega un buen trago de Bourbon. Mucho mejor. Celine se le acerca. Es tan al tan como él. Le clava los ojos verdes en la parte de atrás del cerebro y le coge la petaca de las manos. Después de un buen trago. Mira a Laura y sonríe con una tristeza que espera que nadie haya visto.

-Llévalos al refugio. Esperad allí. Si no he vuelto en un par de días dirigiros a donde tú y yo pensábamos llevar al tipo este.

Harry intenta preguntarle pero Celine levanta una mano autoritaria y acalla cualquier tipo de pregunta.

-¿Y tú qué vas a hacer? -le pregunta Laura.

-Una idiotez.

Celine sale por la puerta y Laura increpa a todos para que se pongan en marcha. Al pasar al lado de Bridge le palmea el trasero y le dice al oído, vamos ojazos, mueve a tu gente.



Tarde de calor en el desierto amigos. Aunque ya me han llegado las noticias de la terrible tormenta que calló ayer en Tucson. Y las noticias de que una especie de monstruo se puso a repartir ostias a diestro y siniestro. Bueno amigos. Es un mundo extraño este en el que vivimos. Así que aquí está vuestro tío Doggy, en medio del desierto, para poneros una canción que anime un poco el cotarro, joder, sí. ¿Se puede decir joder? Claro que sí, esto es el puto Yermo.

La radio saca a Peter de un sueño muy profundo. Y le hubiera gustado seguir en él. El dolor es intenso. No se atreve a abrir los ojos porque sabe que el mundo no le espera con buenas noticias ni mucho menos. Alguien trastea en la habitación mientras en la radio suena una canción vieja, muy vieja, de los Kiss: Detroit rock city. No está en Detroit, está en Tucson, Arizona. Hace repaso mental de todos sus miembros, aun con los ojos cerrados y parece que puede moverlos todos. Aunque todos le duelen y el dolor en el costado y el pecho es terrible. Quizás algún hueso roto. Alguna costilla seguro. De eso no le salva nadie. Se dice que ya está bien, que tiene que abrir los ojos. Cuando ve a Celine plantada junto a él quiere lanzarse a por ella. Pero una oleada de dolor hace que se lo piense mejor. Celine solo sonríe. Aun estás débil, cariño, le dice. Y antes de que esa furia homicida tuya reviente por los cuatro costados e ignores por completo el dolor. Piensa que si te quisiera matar te hubiera degollado mientras estabas inconsciente. Y si eso no te sirve, recuerda que te he salvado la puta vida, joder.


La silueta de Nimrod se lo come todo. Es como si nada vaya a saciar jamás el hambre de esa criatura. Sabe que está sangrando dentro de la armadura. Pero lo que más le preocupa es el sabor inconfundible de la sangre en la boca. Espera que sea un golpe y no una hemorragia interna. Eso haría que la lucha acabase mucho antes. Esta empapado y siente frío. Los pies se le clavan hasta casi los tobillos en el barro. Y, siendo sinceros, empieza a estar cansado. Incluso nota el peso de Tadeusz tirando de su brazo hacia el suelo embarrado. Se lanza corriendo hacia el enemigo. Cuatro brazos surgidos de la nada le reciben golpeando el barro donde un segundo antes estaba él, que se ha impulsado con las alas en un salto demencial para asestar un golpe demoledor en la cabeza del Leviatan. Pero de nada sirve, Nimrod se divide en dos, o más bien se diluye en dos y le golpea como un torrente negro de un líquido infernal. Sólo que más que líquido es duro como el acero de Tadeusz y el golpe le vuelve a lanzar por los aires. Consigue rehacerse en el aire y lanzar en un segundo una bola de fuego angélico que el ser no se espera. Nimrod grita y cae al suelo como una masa informe que se agita. Peter cae al suelo pesádamente de rodillas. Siente el peso de cada pieza de la armadura de combate. Y justo cuando piensa que su enemigo no es inmune, que se le puede herir, este vuelve a ponerse en pie y le escupe un, ¿esto es todo lo que tienes?, que duele más que los golpes. Y hablando de golpes, el siguiente llega a la velocidad de la luz, como si Nimrod pudiese viajar entre los recovecos de las sombras del callejón. Peter rebota contra una de las paredes y al caer al suelo e intentar levantarse, lo nota. Lo nota y maldice. Nota un zumbido y luego el peso real de la armadura. La fuente de la alimentación se ha dañado y la armadura Multitude ahora no es más que chatarra pesada. Necesita unos segundos para quitársela y sabe de ante mano que no los va a tener. Sobre todo cuando un pie le aplasta el pecho y le hunde en el barro.

Han cruzado las calles sin mirar atrás. Sin pensar si quiera en respirar. Bajo la lluvia incesante que se traga el mundo. Laura les guía, sabe de sobra donde está Betsy, entre otras cosas por que así les encontraron, colocando un localizador mientras jugaban al escondite en los túneles del desierto. Y en medio de ese caos, lo que más le molesta a Bridge, aunque no sabría decir por qué, es que el maldito de Angelo parece poder seguir corriendo como veinte kilómetros más sin pestañear. Ni jadea el muy mamón. Cuando por fin llegan junto al viejo autobús Bridge no lo duda y coge el volante. Yo conduzco. Johnny, Harry, cubridnos si alguien nos sigue. Angelo coge la escopeta de Bridge. Ya es hora de que sume algo al grupo. Se miran los unos a los otros. Johnny se encoge de hombros en un gesto de, ya me la suda todo. Se apostan en las ventanillas y Laura se sienta detrás de Bridge, que se gira y le dice a la chica, tu guías, morena. Y está casi seguro de que su voz ha sonado firme, segura, hasta bastante sexy.

La presión en el esternón es terrible. Sabe que tarde o temprano su pecho se va a partir. Si tan sólo pudiera lanzar una bola de fuego angelical. Una pequeñita podría bastar quizás. Pero el dolor no le deja concentrarse y bate las alas desesperado arriba y abajo, tratando de hacer fuerza para levantarse, pero solo consiguiendo levantar oleadas de barro y agua. La lluvia que le cae torrencialmente en la cara le ahoga y cada vez es menos capaz de pensar. La explosión llega como un nuevo amanecer. En algún lugar del callejón. Suena como una granada y distrae el tiempo suficiente al Leviatán para que afloje por un segundo la presión sobre el pecho de Peter. Un segundo que vale su peso en oro, un segundo que Peter aprovecha para para sacar fuerzas de ninguna parte y soltar una bola de fuego que hace tambalearse a Nimrod entre furiosos gemidos. Ignorando el dolor, Peter rueda sobre si mismo para coger a Tadeusz, aunque se da cuenta de inmediato de que es un gesto absurdo. Está sin fuerzas, le duele todo el cuerpo y la armadura, apagada y muerta, pesa demasiado. Aprieta los dientes y trata de ponerse en pie. Pero no lo consigue y lo único que puede hacer es maldecir porque nota que está perdiendo la consciencia. Es cuestión de segundos. Luego el sonido de una moto enduro. Una silueta recortada bajo la lluvia y bajo los gritos de Nimord que empieza a rehacerse. Se coge a esa mano y sube a la moto pensando que la oscuridad no es tan mala después de todo. 

Celine le mira sentada en una silla. Él esta sentado en la cama con la espalda apoyada en el cabecero. Fuera ya no llueve y el calor hace que los vendajes del pecho estén húmedos. Celine sigue sonriendo, con esa sonrisa torcida de labios rojos. El ventilador parece ir más lento, a menos revoluciones de las que debiera.
Celine juguetea con Tadeusz, pasando la yema del dedo por el filo. Las heridas le duelen menos. El costado le duele menos. Se cura más rápido desde que su naturaleza Nephilin se manifestó. Pero está muy débil. Tan débil que no tiene ni fuerzas de intentar matar a Celine. Así que está muy desconcertado. Y sabe que ella también lo está.
-¿Por qué estoy vivo?
Celine mira a la ventana y se muerde el labio. Luego le vuelve a mirar a él.
-¿Por qué eres muy guapo? Está claro.
Peter enfurece y aunque el dolor amenaza con estallar dentro de él, abre las alas y el negro terrible de sus ojos hace que Celine deje de sonreír. 
-Está bien, está bien -dice la chica-. Antes eras más divertido, joder. Pues porque esto parece grande. Y necesitaremos todas las fuerzas necesarias para llegar al final de este asunto. Te ofrezco una alianza.
-¿Una alianza?
-Sí. Lleguemos juntos al final de esto. Repartámonos lo que haya al final de este viaje. Al fin y al cabo has perdido a tu cliente. 
-Perdona, supongo que son los calmantes, pero ¿me estás pidiendo puta ayuda?
-Es más bien un acuerdo empresarial. No vas a dejar a tus camaradas tirados, así que serías tonto si dejaras de lado un activo con mis capacidades.
-Si, si no fuera por que entre tus capacidades está la de clavarme un cuchillo en las costillas mientras duermo.
-Llevo un dos días cuidando de ti. Podría haberte matado cien veces. Mil veces. 
Peter no responde. Se levanta de la cama y nota el miedo en los ojos de Celine. Solo espera tambalearse menos de lo que su maltrecho cuerpo está dispuesto a aceptar. Se planta delante de Celine y extiende la mano. Celine le devuelve la espada y Peter la mira como si hiciera años que no la ve. Luego la deja en la cama. Y ya no puede más. Un espasmo de tos y nota el sabor de la sangre en la boca. Se vuelve a sentar y Celine se lanza sobre el preguntándole si está bien. Peter le coge con fuerza del brazo y le calva una mirada de fuego y odio y ansia. Le aprieta el brazo pero la chica no se queja, es dura. Muy dura. 
-Si tratas de jugárnosla de alguna manera, dedicaré mi vida a procurarte la peor de las muertes. No tendrás agujero en el mundo en el que esconderte.
Celine solo sonríe y le limpia la sangre de los labios con un dedo.

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