viernes, 27 de mayo de 2016

La invasión de los girasoles mutantes 2. Proyecto Voz de Dios.

Episodio 19. Nena, yo bajo por las escaleras.

En el piso más alto de la Pirámide Transamerica, Peter Connors agoniza encadenado de rodillas y con los brazos en cruz. Está en medio de una habitación vacía, iluminada por unas pésimas luces alógenas amarillentas. Sufre terribles temblores y un más que considerable dolor. El sudor frió que empapa todo su cuerpo hace evidente la gravedad de la enfermedad, así que Peter, que puesto que sigue respirando supone que su captor le quiere con vida, siente el consuelo de que no se van a divertir mucho con él. Le debe quedar menos de lo que duraron los Real Milly Vanili en las listas de éxitos. La fiebre es tal que las luces de la habitación empiezan a jugar alrededor suya ya trastear con su mente. Cada bocanada es un suplicio así que trata de respirar lo menos posible, pero no ayuda mucho el dolor del costado, agravado por el de los brazos después de varias horas (le sería imposible decir cuantas) de cautiverio. Un par de veces a tratado de concentrarse y soltar alguna bola de fuego angélico que pudiera romper las cadenas, pero en su estado ya tiene asumido que es completamente imposible.
Ahí es cuando oye la voz. Al principio dentro se su cabeza, luego rebotando en las paredes de la habitación y bailando de manera extraña con su fiebre. El poderoso Peter Connors nada menos, dice la voz. Es todo un honor tenerte como invitado. Es una voz que desmenuza tonos como un chef experto que toma las palabras para preparar un plato exquisito.
- Si tratas así a tus invitados, me alegro de no ser tu suegra. Tú no eres Bondansieri. Así que me debes tener atado por otra cosa.
El señor Bondansieri ya no gobierna esta ciudad. Digamos que decidió cederme a mi el mando y retirase a una vida más tranquila.
-Tranquila, seguro.
Pero perdone mi falta modales. Será mejor que me presente. La voz empieza a hacerse corpórea, tangible, poco a poco y como parte del mismo proceso, primero unos ojos blancos en medio de la luz escasa de la habitación, luego una dentadura blanca, muy blanca. Finalmente, frente a Peter hay un hombre negro, alto, de más de metro noventa. Delgado y fibrado. En sus brazos y en sus pecho, que sólo cubre un chaleco de cuero, se intuyen todos y cada uno de los músculos de un cuerpo surcado de tatuajes rituales de difícil interpretación. Lo corona todo un sinfín de anillos y collares y un sombrero bombín. Los ojos, a pesar de que el hombre ya es completamente tangible, siguen siendo blancos, aunque está claro que ven pero perfectamente.
- Me llamo Carmelo Ángel. Mago, santero, brujo Vudú, hombre de conocimiento al fin y al cabo.
- Peter Connors, hijo de puta mal nacido.
- Mi querido amigo, usted y yo sabemos que es mucho más -Carmelo Ángel sonríe de manera escalofriante-. Nephilin, hijo del caído en persona. Aún así de maltrecho tu poder es considerable.
-Escucha amigo. No me encuentro bien, por qué no dices que quieres y me dejas en paz.
-Algo se avecina, señor Connors. El mundo va a cambiar, por mucho que nos empeñemos. Usted lo sabe. Yo lo sé. Y resulta que después más de doscientos años en este mundo tengo que asegurarme de no perder mi papel en el nuevo mundo que se avecina.
- ¿Y qué pinto yo en toda esa mierda?
-No sea obtuso, señor Connors. Su poder. Llevo meses buscando seres digamos, especiales, y apoderándome de su poder. Es una magia poderosa que me ha costado perfeccionar -señala sus ojos blancos, como dando a entender que ese es uno de los sacrificios que ha tenido que hacer-. Pero cuando todo empiece a cambiar, me gustaría tener bajo mis manos todo el poder que pueda.
-Siento decirte que mi poder está cosido a mi, agarrado, por así decirlo. No podrás quitármelo.
-Yo en cambio creo que si. Sólo que quizás usted no pueda verlo. Un desagradable sacrificio. Espero que entienda que no es nada personal.
Y Carmelo Ángel levanta las manos. Empieza a murmurar palabras ocultas y terribles que el mundo creía olvidadas, palabras de fuerzas que rasgan la realidad física con crueldad. En seguida Peter siente como la magia se le pega al cuerpo, como se le cuela por los poros, por los ojos y se le agarra al corazón, como tira de él, de su interior, como agarra su parte oscura, su parte de ángel y empieza a tirar de ella, a rasgarle, a intentar arrancarla. Siente como le crujen los huesos, como se rajan las fibras internas que componen su organismo. Los ojos se le ponen negros sin que el lo desee y se le despliegan las alas. El dolor es insufrible y no puede evitar gritar. Pero encuentra un resquicio de fuerzas y recupera en control. Ni de coña se lo va a poner tan fácil a ese fulano. Cierra el grifo, entre jadeos y hace un jodió esfuerzo por sonreír y guiñarle un ojo al tal Carmelo Angel. Este deja de entonar su cantinela mágica.
- No esperaba que fuera fácil, señor Connors -en su voz no se detecta la más mínima frustración-. Volveré más tarde, cuando su condición física me sea algo más favorable. Le aconsejo que descanse.
Un segundo después el señor Angel ya no está ahí. Y tras varios jadeantes segundos, Peter decide desmayarse, otra vez, con mucha dignidad


Joder, con lo agusto que se está inconsciente, por qué su mente se empeña en volver. Otra vez el dolor. El malestar. Hace todo lo posible por no vomitar. Odia vomitar, es la parte que más le jode de la resaca. La putada de palmarla es que no va a saber cómo coño acaba aquello. Y de pronto también piensa en el esbelto cuerpo de Thrud. Esa parte de morirse también es una mierda, aunque le sorprende que en esos últimos minutos le venga a la mente la chica, si es que se le puede llamar chica, claro. Pero sería muy falso tratar de negarse a si mismo que la manera en que la valkiria clava sus ojos dorados en él le hace sentir bastante libre. De hecho, en ese último  momento, si pudiera elegir, preferiría volver a ver a la rubia tatuada y perderse en la noche de esa ciudad, en algún tugurio con alcohol y música, que estrangular con sus propias manos a Celine.
Por eso sonríe amargamente cuando oye la voz de su ex amante. Maldita fiebre. Pero cuando vuelve a oírla, ya piensa que la broma no tiene ni puta gracia. La tercera vez que la oye, el estómago se le  revuelve y no es por la fiebre. Trata de enfocar la vista y cuando la habitación empieza a tomar forma, puede ver claramente, todo lo claramente que es capaz, a Celine delante de él.
-Antes de que chilles y llames la atención de todo el puto edificio, déjame que me explique.
Pero Peter no le hace caso. Se pone de pie y se lanza contra Celine y está da un paso atrás, a pesar de que las cadenas impiden que Peter se abalance contra ella. Se le vuelven los ojos negros y gruñe como un animal rabioso.
- Escúchame, maldita sea -dice Celine apuntándole con un arma-. No me dieron  elección, tienes que creerme. Podía entregaros y quedar libre o nos hubieran apresado en el control y hubiera ido con vosotros. Pensé en mi, claro que sí, pero también pensé que si alguno de nosotros seguía libre podía buscar la forma de liberaros.
-Debes pensar que soy el tío más tonto de aquí a Minesota.
-Si te lo hubiera dicho hubieras estallado, hubieras pensado que os quería traicionar.
-Es que nos has traicionado, maldita perra del averno, tu palabra vale menos que un ventilador a pilas en el polo norte.
-Tuve que pensar rápido, maldito bárbaro sin cerebro. Llevo dos días tirando de todos mis contactos para sacaros. Tendrás que empezar a confiar en mí, si es que que ese cerebro de chimpancé que tienes te da para ello.
Celine levanta la pistola de nuevo. Dispara una vez. Dos. Y los brazos de Peter quedan libres. Inmediatamente después vuelve a a apuntarle a la cabeza. Si quieres guerra empecemos ya, dice. Peter siente que sólo tiene un segundo, quizás dos, para decidir el movimiento final que marcará el juego. Pero no tiene ni eso, las piernas se le doblan y las fuerzas le abandonan por completo. Celine le ayuda a levantarse y no trata de apartarla, no le queda energía ni para el desprecio. Peter Connors está en la últimas, fin de la función. Por eso le resbala un poco cunado la voz de Carmelo Ángel se vuelve a materializar en la sala.
-Señorita. Debe ser usted muy buena para haber burlado mis medidas de seguridad.
Peter se se da cuenta con resignado fastidio de que Celine no se extraña al oír la voz de Angel.
-Ha dado demasiada importancia a sus defensas mágicas y descuidado las terrenales, señor Angel.
- ¿Por qué no me extraña que conozcas a este charlatán de feria? - dice Peter en un susurro.
-No le conozco, sólo he oído hablar de él.
-Pues permítame presentarme, Carmelo Angel a su servicio, señorita.
Celine no responde. Con un brazo sujeta a Peter. Con la mano que le queda libre saca algo del bolsillo. Es una pequeña figura de marfil. Una talla antropomorfa de rasgos esquemáticos y asexuada. Aparentemente algo insignificante. Pero cuando Carmelo lo ve abre los ojos de par en par y una expresión, mitad odio, mitad terror, le desfigura el rostro de ébano. Levanta la mano, como tratando de lanzar algún tipo de hechizo sobre Celine. Pero la figurita emite un leve resplandor y nada ocurre. Celine sonríe, aunque es una sonrisa de alivio más que de desafío.
-¿Qué has hecho estúpida? ¿Sabes lo que has dejado entrar?
-Algo que evidentemente te asusta, nene. Ya no pareces tan poderoso, ¿verdad?
-Eres una necia, niña. Te destruirá. Y se divertirá arrancándole las alas a tu amiguito.
Carmelo vuelve a desaparecer. Pero su voz retumba en la sala primero, os buscaré en el inframundo y os retorceré las entrañas. Luego en todo el edificio, como por un sistema de megafonía apocalíptica, hay intrusos en la última planta, no hagáis prisioneros.
Peter no entiende una mierda de lo que está pasando. Pero pronto le da igual. Una luz inunda la sala. Y luego le inunda a él. Llora y no sabe por qué. Ve también los ojos de Celine acuosos. Todo huele a flores, a mañana, y a muerte. Hasta que una voz que le suena en el pecho, una voz al tiempo de hombre al tiempo de mujer y a la vez absolutamente inhumana, una voz que le dice, hola Nephilin, hijo de la Estrella del Alba.

Escondidas en un motel barato, hace ya bastante que Laura no ha cruzado palabra con ella y Celine empieza a cabrearse. No se puede creer que su amiga se haya encariñado tanto con esa especie de oso amoroso dado al desastre de Bridge. Están en esto por el botín, creía que esa maldita premisa estaba clara desde el principio, joder.
-¿Vienes? -le dice.
-¿A dónde?.
-A diferencia de ti yo he estado haciendo algo más  que enfurruñarme. He tirado de contactos. Las cosas han cambiado, hay un nuevo manda más en la ciudad. Tienen a Peter encerrado en la Pirámide Transamérica. Mi contacto me ha concertado una cita con alguien que asegura que nos puede ayudar a entrar y sacarlo de ahí.
Laura abre mucho los ojos pero Celine le hace callar antes de que pueda decir nada.
-No te confundas. Me importa una mierda cualquier de estos patantes. Sólo me importa lo que podamos sacar de esto así que más vale que tengas eso claro, o te juro que te dejaré atrás sin mirar ni una sola vez. Ahora vamos, no sé qué nos vamos a encontrar y necesito que me guardes las espaldas.

El primer impulso de Celine y Laura es sacar las armas cuando aquel ser se les aparece en medio del salón de un viejo pero bien cuidado edificio de la parte antigua. Más de dos metros, piel blanca, sexo indeterminado y el cabello, que más parece luz, recogido en una larga coleta sujeta en tres puntos que le llega hasta la cintura. Viste de cuero blanco ajustado y de unos correajes marrones cerrados en el pecho cuelgan sobre sus caderas dos hermosas espadas. Sí, quieren sacar las armas, pero les fallan las piernas y el corazón les va a mil por hora. Y esa voz, como si les hablase una orquesta sinfónica. Cómo si les hablase el ruido de la mañana. Como si una casada fría se les derramara sobre el pecho y no les dejará respirar.
El extraño les mira y sonríe y es imposible adivinar cualquier tipo de intención tras aquellos ojos rojos descarnados.
-Puedo ayudaros, dice. Pero hay un problema. Vuestro amigo es prisionero de Carmelo Angel, santero, brujo, mago y profundo dominador de artes oscuras y tan antiguas que ni yo puedo romperlas. El edificio está protegido contra mí.
-¿Entonces cómo puedes ayudarnos? -Pregunta Celine haciendo un terrible esfuerzo por hacer pasar las palabras a través del nudo que le atenaza la garganta.
El hombre, el ser, lo que sea que tienen delante, no responde. Solo mira por la ventana con una expresión que seca las lágrimas. He pasado demasiado tiempo escondido aquí, dice. Disfrutando mi tristeza. Luego ríe, bueno, rumiándola más bien. Vuelve a mirar a Celine y Laura. Carmelo Angel es anciano, mucho más de lo que parece, y muy poderoso. Pero su poder es solo una micra al lado del mío si consigo romper sus barreras mágicas. Podría echarle de la ciudad y tomar el control. Liberar a vuestros amigos. Pero tendrás que ser tú, Celine Delpy, la que me meta dentro.
-¿Cómo?
-Atravesando sus sistemas de seguridad mundanos y acerando esto a él -en su mano aparece una figurita de aspecto humano, de rasgos indefinidos, tallada con simpleza pero delicadeza en lo que parece mármol-. Lleva mi esencia, si un humano la porta podrá cruzar las barreras de Angel.
-Insisto -dice Laura-. ¿Qué ganas tú con todo esto?
-No lo sé. Diversión. Ver qué pasa. Redimirme. ¿Qué importa? Quizás es que solo me aburro. O quizás es que siento algo dentro. Cosas terribles se están despertando y será imposible no escoger bando. Así que, este es tan bueno como cualquier otro. Así que, señorita Delpy, ¿cree usted que podrá infiltrarse en la torre.
-Se nota que no me conoces, seas lo qué seas.

Delante de Peter hay una figura, o una imagen más bien, la misma que dejó sin resuello antes a Celine y Laura. Peter no puede dejar de mirar la desgarradora y terrible belleza de aquel ser de ojos completamente rojos. Y lo siente. En el corazón, esa luz que le habla. Y la entiende, por que de una manera enfermiza es también parte de él. Entonces comprende. Y sólo puede decir, Celine, ¿qué coño has hecho?, ¿sabes con quién te has aliado?
-Sólo me dijo que podía sacarte. Para mi era suficiente.
-Nena, eres un maldito genio. Has traído hasta mi a uno de mis tíos lejanos -y Peter se ríe, porque en el fondo le hace gracia-. Has hecho un trato con un maldito ángel.
-Soy Mazequiel. Coro Celestial, guerrero de Dios. Y tú, amigo mio, tú Peter Connors, eres una abominación, algo que nunca debió existir.
Peter no espera. Con las ultimas fuerzas que le quedan, esta vez de veras, se lanza a por el ángel. Pero este levanta la mano derecha y Peter queda inmóvil en el aire, sujeto por una fuerza que le come por dentro. Celine trata de sacar el arma, pero la misma fuerza le lanza contra la pared y también la inmoviliza.
-Eres una aberración, Peter Connors -continua Mazequiel-. Pero un aberración terriblemente interesante, hermosa de alguna manera. Ya he luchado contra tu padre y mis hermanos demasiado tiempo, amigo mío. Estoy cansado de esa guerra. Es hora de buscarse otra.
La fuerza que aprisiona a Celine y Peter desaparece. Éste cae al suelo y Mazequiel le pone la mano en la frente mientras dice, no soy tu enemigo esta vez, y esa luz terriblemente triste y abrumadora inunda a Peter por dentro. Solo hace falta un segundo y todo desaparece. El dolor, la fiebre, la debilidad. Peter siente toda su fuerza, se pone en pie, despliega las alas y comprende que está curado.
-Tengo un regalo para ti -dice Mazequiel-. Los hechizos de Carmelo Angel aun son poderosos, pero he podido escabullirme un poco y robarle algo, toma.
De la nada, en la mano del ángel, aparece un objeto que Peter reconoce como si fuera su propio corazón. Tadeusz, fría amenazante, terrible, ronroneando como un gatito. La coge y no sabe bien que decir, así que no dice nada, pero es tan reconfortante la sensación de ese frío acero en su mano.
-Mi poder aquí está limitado y se debilita por momentos. Carmelo se volverá a hacer fuerte. Puedo sacaros, pero hemos de irnos ya.
Como subrayando las palabras del ángel, por la puerta se oye el sonido de pasos, de pies embutidos en botas militares subiendo pesada y apresurádamente las escaleras.
Peter sonríe y mira a Celine. Luego a Mazequiel. Llévatela a ella, yo bajo por las escaleras. Sus ojos se vuelven negros y lo último que ve Celine antes de que una luz cegadora le saque de allí, es una explosión de fuego angélico volando la puerta en mil pedazos y el brillo del filo de Tadeusz.




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