jueves, 2 de octubre de 2008

La invasión de los girasoles mutantes.
Episodio 2: Latidos en la noche.

Tres ágiles saltos y el suelo ya no está ahí. Desde lo alto de un tejado, Walker observa arder la ciudad y le parece como un hermosos cuadro viviente. La pena es que el olor se agarra a la garganta y hace que los ojos escuezan. Suda tanto que parece que va a deshacerse. Bajo sus pies, los girazombis corren como demonios asustados. Pero no están huyendo, ellos nunca huyen. Están buscando algo. Pero, ¿qué? La respuesta llega rápido, tres disparos, como truenos en medio del estruendo del incendio. En ese mundo de locos, en aquel reino de la muerte, cualquier indicio de vida es bien venido. Los girasoles y sus esbirros no usan armas, alguien está intentando defenderse.
Corre a través de los tejados, como un si fuera un ángel provisto de alas. Cada salto es una sinfonía y cada aterrizaje un poderoso culmen. Llega a un edificio bastante alto, mira hacía abajo, parta tratar de ver algo. Un grupo de girazombis miran y gritan a una pared. No, hay algo en la pared, algo que apenas se distingue Entre las sombras. Entonces, Johnnie ve dos frías ascuas brillando en la noche, dos ojos letales y un destello después, todo ha acabado. Los girazombis están muertos y el Doctor está envainando a Tadeus. Le hace una seña en la dirección desde la que han venido los disparos y se vuelve a perder entre las sombras. Hay algo en su amigo que le da escalofríos. Algo que guarda en su interior que no sabe muy bien si quiere llegara a conocer. Si el Doctor Spawlding quiere guardarse su pasado y sus secretos, por él bien, que se los quede. En el infierno no importa lo que hiciste en la otra vida. Salta a otra azotea y tres girazombis se le quedan mirando pero no les da tiempo a reaccionar. Tres fogonazos de una de sus Desert Eagle 5.0 y tiene el camino libre para seguir corriendo.
Vuelve a oír otro disparo. Esta vez ha sido muy cerca, tan cerca que cuando vuelve a escuchar otro disparo, puede ver la casa de donde ha salido, un edificio de dos plantas justo delante de él. El fuego no lo ha tocado todavía pero en la puerta se arremolinan una veintena de girazombis que aporrean las puertas y ventanas. Alguien se ha parapetado dentro de esa casa. Ni el ni su compañero son justicieros ni héroes. Las personas le hicieron esto al mundo y un par de almas más perdidas en medio de la noche no es nada que el mundo no pueda soportar, pero cualquier persona viva puede darle alguna pista de Helen. Ninguna de las personas que ha conocido desde la invasión le ha podido decir nada de ella, pero quizás esta vez le toque el maldito gordo. De un salto, llega hasta la azotea y abre la puerta. Unas escaleras descienden a la oscuridad. El brillo de sus dos pistolas ayuda a alumbrar un poco el camino.
En la planta baja, alumbrados por una triste bombilla que apenas da luz, dos tipos de se defienden a la desesperada, uno de ellos, no muy alto , con el pelo corto y una curiosa mini perilla debajo del labio inferior, dispara contra las ventanas atestadas de criaturas. El otro, más alto, rubio y algo más entrado en carnes, trata de cargar otra escopeta cuando se le caen todos los cartuchos.
-Mierda -dice.
Su compañero al verlo monta en cólera.
-¡Mierda, Bridge! ¡Eres un jodido torpe!
-¡Que te den!
Recoge un par de cartuchos, los mete y dispara también contra los cristales.
Walker no quiere que un par de paletos aterrorizados le peguen un tiro, así que espera hasta que han vaciado las armas y sale a la luz de la bombilla. No hace presentaciones, vacía dos cargadores contra una de las ventanas. Los tipos se tiran al suelo asustados y le miran como si fuera el mismísimo Dios nuestro señor enfundado en cuero negro, con un casco de anti disturbios y dos preciosidades humeantes en cada mano.
-¿Tú quien coño eres?-pregunta el de la perilla que, a Johhnnie, no sabe muy bien por qué, le recuerda a un sátiro.
-La formalidades para luego, paleto. Tenemos unos cuantos giramierdas a los que dar por el culo. Carga y sigue disparando y los dos tipos le imitan, no sin que al otro, al tal Bridge, se le vuelvan a caer los cartuchos.
La munición se va acabando, pero los enemigos, al menos, también. Entonces Walker escucha las peores palabras que puedes escuchar en un tiroteo.
-¡No me quedan cartuchos! -grita el sátiro.
-Yo también estoy limpio -dice su amigo.
Walker sabe que le queda algo, pero no cuanto, aunque en un segundo deja de preocuparse por eso. La puerta se rompe y entra un puñado de girazombis. Cuando las Eagle hablan, los zombis guardan silencio. Ocho de ellos caen al suelo. La mente de Johhnie es rápida. Solo quedan cinco, tres dentro y dos fuera, pro está vacío, tiene que recargar. No se atreve a moverse. Por alguna razón el tiempo se detiene y los zombis le miran a él y él a los zombis. Tienen la piel llena de pipas alrededor de las cuales surge una sustancia verde. Los ojos amarillos de las criaturas casi queman, puede oír su propia respiración, sentir el sudor resbalarle por la cara, mientras en ese segundo cósmico, se las arregla para preguntarse si conseguirá recargar antes de que esas alimañas se abalancen contra él. Rápidamente se lleva la mano al cinturón donde tiene los cargadores, uno bastará, si llega.

Continuará.

3 comentarios:

Eris dijo...

Lo bueno se hace esperar...

Espero impaciente la tercera parte

Mercy dijo...

Espero ver al Dr. empuñando a Tadeus en las manos y rebanando girasombis...

Espero con impaciencia el resto de la historia...

Lula dijo...

Uixxx

Interruptus again!!

En el infierno no importa lo que has hecho en la otra vida.... UAUUUUUU


Besotes