viernes, 31 de octubre de 2008

La invasión de los girasoles mutantes.
Episodio 4: En camino otra vez.

El Doctor contempla el desierto. Es hermoso. Las dunas parecen moverse cono en una ligera marejada y por un instante, con la ayuda del alcohol, le parece estar en una tranquila playa en un día normal, antes de todo aquello. Por un momento le parece que el peso de la espada no está y que no tiene el cuerpo y el alma lleno de cicatrices. Cierra los ojos para intentar escuchar el ruido suave del mar. Pero todo lo que oye es la voz de Johhnie a su espalda, cada vez más cerca y cada vez más insistente. Su amigo le abraza por detrás y casi le tira al suelo. Algo importante debe pasarle para que olvide que no le gusta que le toquen.
-¿Qué pasa, chico?
Johnnie toma aire. Le cuesta hablar.
-Esos dos, esos dos. ¡Conocen a Helen! Estuvieron con ella hace menos de un mes.

El traqueteo del autobús hace que Spawlding caiga a ratos en una agradable duermevela. Ya no recuerda cuando fue a última vez que tuvo esa sensación. Todavía le cuesta creer que Bridge y Martin conozcan a Helen y cree que más aterrador que cualquier orda de girasoles es pensar que sus vidas están regidas por el azar. Entonces una punzada le atraviesa el pecho. Una pensamiento se le atraganta en el alma. Celine hubiera dicho que quizás todo aquello fuera obra del destino. Él no cree en el destino. Eso le parece aun más aterrador.
Tanto él como Walker saben que los supervivientes al holocausto se han refugiado en pequeñas ciudades subterráneas. De pronto todas las novelas de ficción apocalípticas tomaron forma en pocos años. Ellos dos no se quedan demasiado tiempo en una, porque tienen una misión. El único plan de búsqueda de Helen que han seguido hasta la fecha es ir de una ciudad de esas a otra. Lo malo es que no hay ningún mapa que las marque y hay que buscarlas. Según parece, Helen vive en una cerca de Iowa, donde han pasado un tiempo el tal Brdige y el tal Martin. Ellos van de camino al norte, pero pararon un tiempo en la ciudad de Helen. Tienen una x en el maldito mapa, tienen, por primera vez en tres años, un destino concreto, y eso les hace sentirse extraños. Pero lo que más intriga al Doctor es que esos dos paletos dicen que Helen forma parte de un grupo de resistencia contra los Girasoles. Solo espera que la chica esté bien. Se le cierran los ojos y ya se ha cansado de tratar de evitarlo.

Johhnie sabe que le está exigiendo al motor eléctrico trucado de Betsy más de lo que debiera. Pero confía en que el viejo trasto aguante. Tienen un par de semanas de viaje hasta la ciudad donde vive Helen. Martin y Bridge salieron de ella hace un mes. Eso es mucho tiempo y han podido una infinidad de cosas, pero prefiere no pensarlo. La carretera, eso es lo único en lo que tiene que fijar la vista y la mente, el mundo es una línea de asfalto gris que se pierde en el horizonte, un arco iris de cemento al final del cual, si todo sale bien, si la suerte le sonríe, podrá encontrar su propio caldero lleno de oro el final de él.
La carretera, una serpiente enorme e inacabable. El desierto amenaza con tragarles en su monotonía y el mundo nunca le ha parecido tan grande.
Martin se sienta a su lado.
-Vas muy rápido –en su voz no hay reproche, solo información condescendiente.-Supongo que prefieres llegar, aunque sea un poco más tarde. Sería injusto que, después de tres años, te quedaras en la carretera. Con todo lo que los dos habéis pasado.
Sabe que tiene razón y, aunque su primera reacción es mandarlo al infierno, levanta el pie del acelerador.
-Eso está mejor, chico. Verás como todo sale bien.
-Eso espero. Este mundo, el destino o quien sea tiene una cuenta pendiente con nosotros. Es hora de pagarla.
Bridge se va acercando poco a poco a ellos, entorna la vista, como si tratara de ver algo en el horizonte.
-¿Qué pasa, Bridge? ¿Ves algo? –pregunta Johnnie.
-No lo sé. Allí adelante, como una sombra.
Walker, inconscientemente, aminora la marcha, es cierto que delante, en la carretera, se ve algo.
-Eso no son girasoles ni girazombis –dice Bridge-. Es, es...
-Demasiado grande –añade Martin.
Entonces un rugido llena el aire del desierto.

Está todo oscuro y el Doctor Spawlding está frente a una puerta. En esa puerta hay un cartel con unas letras, escritas en su idioma, pero por alguna razón, Spawlding no puede leerlas. Sonríe. Ese truco ya lo ha visto más veces. Está soñando. Bien, le gusta soñar, le gusta tener pesadillas y suele tenerlas horribles. Cree que si puede enfrentarse a sus peores miedos y rincones más oscuros y salir indemne, nada en el mundo real podrá asustarle. Por eso abre la puerta sin pensarlo.
Está en una habitación a oscuras, no se ve ni el suelo ni las paredes, ni el techo, solo un montón de seres deformes vestidos de blanco, apoyados en donde deben estar las paredes. Babean y sangran por boca, nariz y oídos, manchando las ropas blancas.
Normalmente no le asustarían, porque ese es su mundo, ahí dentro nadie puede hacerle daño, pero la verdad es que tiene la extraña sensación de que esas criaturas no son creación de su imaginación, los siente extraños dentro de su mundo onírico.
-Tienes razón, no deberíamos estar aquí, pero tenía que hablar contigo, tenía que empezar a prepararte.
La voz de hombre viene de una figura oscura con forma de humano que ha aparecido en el centro de la sala. Es un voz cargada con una inmensa tristeza. El Doctor trata de distinguir algún rasgo en el rostro de quien le habla, pero es como si una eterna sombra cubriera siempre al extraño.
-¿Prepararme para qué?
-La cosas se van a precipitar y de vosotros depende el destino de la humanidad. Un paso en falso y todo se desmoronará.
-Nosotros solo somos peones. ¿Qué importancia va a jugar nuestro papel en el destino del mundo? –responde irritado y algo cansado el Doctor.
-Hasta un peón, con mucha suerte, en una de cada diez mil partidas, puede comerse al rey. Yo jugaré con vosotros, y no soy mal jugador. Intentaremos que esta sea esa partida. Será vuestra hora de ajustar cuentas, y la mía, la nuestra.
El Doctor Spawlding mira a las criaturas deformes y sorprendido ve que ahora son hombres hermosos, de ojos negros inexpresivos, que le sonríen con calma.
-¿Quién es el rey en esta partida? –pregunta.
-Cada cosa a su momento, ahora despierta, tus amigos te necesitan.
Quiere decir algo más pero el sueño ha desaparecido y está en el autobús, no hay nadie más. Está absolutamente desubicado, pero no hay tiempo para ubicarse, un rugido atroz y una ráfaga de disparos rompen el silencio. Coge a Tadeusz y sale afuera.
-¡Dios mio! –grita- ¿Qué demonios es eso?
-¡Ya era hora de que despertaras! –oye la voz de Walker desde algún punto que no puede identificar.


Continuará...

4 comentarios:

Unknown dijo...

Te iba a regañar por lo mucho que tardaste, pero como soy un sol no lo hago.

Besos

Neotit dijo...

Gran relato, me deja con muchas ganas de saber cómo continuará.
Felices pesadillas hermano.

FREYA dijo...

De las pesadillas aparecen las mejores historias...espero con ansias la continuación!!!

Unknown dijo...

hola visitando tu blog muy padre e interesante que tengas un buen dia