viernes, 6 de agosto de 2010

La invasión de los girasoles mutantes.

Episodio 12: Cuanto tiempo sin verte, cariño.
Seis pares de ojos contemplan la noche desde lo alto de una loma. A sus pies un inmenso valle y en medio de este valle los esqueletos de antiguos almacenes, resquicios de una civilización perdida. Pero en medio de toda aquella desolación queda un brillo de vida. Uno de los almacenes, uno grande flanqueado de pequeños edificios, rodeados de una valla metálica. Luces, voces en la noche, movimiento. Es el campo de prisioneros que la Corporación ha improvisado en aquel viejo edifico. Walker contempla el panorama con los prismáticos de visón nocturna.
- Este es el plan. Tres equipos. Doc y la señorita V entraréis por detrás y os encargareis del generador que da corriente a la valla electrificada.
- Eso hará saltar la alarma –dice Spawlding.
- Justo. Hay entra el equipo dos. Bridge y Martin se lanzarán hacia la puerta con Betsy. Con las armas, Betsy y el lanzallamas, tendréis que encargaros de los girasoles que flanquean la entrada. Estarán dormidos, de noche son mucho menos peligrosos.
-Cuenta con ello –dice Martin.
- Bridge, conduces tú –dice Walker tirándole las llaves, que Bridge no consigue atrapar y se le caen la suelo.
- Dios santo. Aun así conduces mejor que Martin.
- Que te den.
- Bueno. Con todo el jaleo que vais a montar, espero que el flanco izquierdo, por el que entraremos el sargento Ralphy y yo, quede más despejado y podamos abrirnos paso hasta las celdas. ¿Alguna pregunta?
- Yo tengo una –dice Spawlding cargando un subfusil con mira telescópica- ¿Dónde está la parte difícil?
Walker solo sonríe.

Dos sombras en la noche. Spawlding comprueba satisfecho como V, que se ha cubierto el rostro con un antifaz para no ser reconocida, no se queda atrás y se mueve con destreza.
-Entraremos por aquí –dice el Doctor sacando una pala y excavando un agujero bajo la verja lo suficientemente grande como para que los dos puedan arrastrarse por debajo. Tiran el equipo por encima y en un segundo están dentro.
- El generador esta al final de este callejón –dice V adentrándose en las sombras.

- No puedo acercarme más, prepara el lanzallamas.
Bridge ha llevado a Betsy colina abajo, en punto muerto para no hacer el menor ruido. Ambos van pertrechados con trajes de los SWAT, como el resto el equipo. Walker y Spawlding hace tiempo que se dieron cuenta de los útiles que eran estos uniformes para parar la pipas con las que los girasoles convierten a la gente en girazombis. Delante tienen unos cuantos, que se estremecen en la noche, como una marabunta de insectos.
- Nunca nos hemos enfrentado a tantos, Ben.
- Bueno, hoy estoy muy caliente y tengo un regalito para ellos –contesta Martin colocándose el cañón del lanzallamas entre las piernas.
- Sí, hoy vamos a joderles.

Walker, se arrastra por el agujero bajo la verja. Ralphy ya está dentro. Corren y se esconden entre dos viejos contenedores de basura. Delante suya tienen una ancha calle y la puerta principal del almacén que sirve de prisión. Está custodiado por varios guardias.
- Por ahí no podremos entrar –dice Johnnie.
- ¿Qué te parece esto? Sígueme -dice Ralphy cruzando la calle agazapado.
Se pegan contra el costado del almacén. El sargento empuja otro contenedor y lo pega contra la pared, encaramándose en el. Walker le imita y pude ver que tienen una ventana abierta al alcance.
-Bien pensado.

Está sentada en medio de uno de los despachos. Tiene el viejo móvil que utiliza para conectar con su espía encima de la mesa. Todo está en sombras, puesto que piensa mejor en la oscuridad. Esto le heredé de él, piensa Celine, era un tipo muy sombrío. De repente se da cuenta de que desde la conversación con Helen ha pensado varias veces en el hombre que dejó tendido en Texas, en el polvo del desierto, con un cuchillo en el pecho y el corazón partido. El corazón partido literalmente, piensa con una sonrisa. Pero lo qué no es capaz de dilucidar es por qué demonios está pensando en él, justo esa noche, tantos años después de que él se convirtiera en alimento para los gusanos. De lo que no le queda ninguna maldita duda es de que esa noche se avecina tormenta.
Como si los pocos dioses que todavía perdieran el tiempo escuchando a los humanos estuvieran atentos a la tele esa noche, el móvil se enciende en la oscuridad. Una perdida. La luz del teléfono en la oscuridad de la habitación es como el primer rayo de la tormenta.
-Ahora empezarán los truenos –va a coger el Walkie para avisar a sus hombres pero el primer trueno llega, una fuerte explosión.

Cuatro guardias yacen en el suelo y Spawlding limpia la hoja de Tadeusz.
- Eres un poco fantasma, ¿no? Llevas silenciador, ¿por qué no les disparas y ya está?
- Esto es más noble.
- Pues a mi todo este numerito del Zorro me da escalofríos.
- ¿Pero qué os pasa a todos con el Zorro? ¿Acaso soy un maldito puertorriqueño con antifaz y mayas negras?
- Chico, el Zorro vivía en la Alta California y era hijo de un hacendado español.
- Lo que tú digas, pero prefiero que me comparéis con o Obi Wan Kenobi, o con Anaquin en su defecto.
- ¿Pero quién coño es toda esa gente?
- Está claro que nadie entiende de cine clásico. En fin, pásame el C4. Es hora de abrir una puerta al infierno.

La explosión. Los girasoles aúllan inquietos. Es la señal. Bridge enciende el motor y las luces largas, directamente apuntadas a los girasoles que chillan de rabia y de furia.
- Vaya, eso les ha cabreado. Vamos Ben, es hora de fumigar.
Acelera y el autobús se va hacia atrás.
- Mete la directa, mamón. Es demasiado pronto para la marcha atrás, aun no esta caliente la cosa –le grita Martín.
Bridge vuelve a acelerar, las ruedas chirrían y levantan una cortina de humo un segundo antes de que Betsy se lance contra la manada de girasoles. Choca con la primera fila y saltan pedazos de criaturas por los aires, pero la marcha del autobús se refrena y los girasoles se lanzan encima de el, aunque no pueden atravesar las planchas de acero que lo protegen. En ese momento Bridge saca el cañón del lanzallamas por una de las ventanillas y una cortina de fuego reduce a cenizas a un buen puñado de girasoles. Esto cabrea a los que están alrededor, que se lanzan con una furia animal y ciega contra Betsy, que empieza a bambolearse peligrosamente.
- Muévete o nos van a volcar –grita Bridge soltando otra nueva llamarada.
-Eso intento, pero son demasiados.
Le cuesta, pero poco a poco va consiguiendo abrirse paso hasta la puerta, despacio, pero de manera continuada, mientras Martin va de una ventanilla a otra escupiendo fuego y gritando como un loco.
- Vamos nenas, hay para todas. ¿Has visto, Bridge? Todas estas putas quieren mi salchicha, y la tengo al rojo.
Lo único que Bridge puede pensar, mientras lucha por mantener el autobús sobre sus ruedas, es que nunca se había planteado si los girasoles tenían sexo.

Están dentro. Pasillos. Muchas celdas. Voces de dolor y voces dando órdenes.
- Ha funcionado, todos se van hacia el generador –dice el sargento Ralphy-. Pero V y tu amigo van a tener problemas.
- Si conozco bien al Doctor, son esos guardias los que se están encaminado hacia un serio problema. Ahora nosotros tenemos uno, hay que buscar el control de las cerraduras y abrirlas todas. No vamos a dejar a esta gente aquí. Además, la confusión no nos vendrá mal.
Salen de su escondite, pero al instante dos guardias se lanzan sobre ellos. Los pobres infelices no saben que les ha pasado, pero en un segundo, Walker ha hundido un cuchillo en la garganta de uno y el sargento cierra una presa con sus fuertes y largos brazos en torno al otro.
- ¿Dónde está la sala de control? ¡Contesta!
- Por ese pasillo, la segunda habitación, pero no me mat…
El cuchillo de Walker acaba la frase del guardia que cae desplomado al suelo. Han secuestrado a Helen y lo van pagar, muy caro, hasta el último de ellos. En la habitación hay dos guardias más, pero Walker no les da tiempo ni de reaccionar, dos disparos velados por el silenciador y se acabó. Unos segundos después, el sonido de las cerraduras abriéndose y el de los chillidos ansiosos de libertad se elevan por encima de los disparos y la alarma.

Una rayo de muerte. Eso es el Doctor Spawlding en la noche. Una centella que se abre paso a través de los enemigos, como si las balas no fueran capaces de alcanzarle, soltando ráfaga tras ráfaga que son emisarias de muerte. Tiene las espaldas bien cubiertas, V es una excelente tiradora y si alguno se le escapa ella da buena cuenta de él.
Después de unos minutos, no queda ni un enemigo en pie, pero no saben de cuantas fuerzas disponen.
- Iré a echar un ojo a los barracones por si hubiera más. Tú vete a la nave principal y cubre a Johnnie –dice Spawlding.
V se va y él empieza a caminar entre los barracones. De uno de ellos sale una figura que intenta echar a correr en la dirección opuesta al Doctor.
- ¡Quieto, sabandija! –Dice Spawlding apuntando a la figura con el arma-. Tira el arma y date la vuelta.
La figura le obedece. El arma cae pesadamente al suelo. La figura se da la vuelta. El mundo se frena en seco, al menos el mundo de esas dos personas, de esas dos micras finitas en la inemsidad del cosmos. Es una mujer alta. Con el pelo rojizo y la piel blanca. Una mujer que conoce de sobra. La cicatriz del pecho le duele. La mujer le mira como si estuviera viendo un verdadero fantasma, las lágrimas le caen por las mejillas y el pecho se le agita con la respiración.
- ¡Celine! –Es lo único que acierta a decir Spawlding-.
- Peter –dice ella, con la voz entrecortada
Su verdadero nombre le duele más que cualquier herida. Le recuerda al hombre que murió, al que amó a aquella mujer despiadada más que a su propia alma.
- Cuanto tiempo sin verte, cariño.

2 comentarios:

Eriwen dijo...

Me jode mucho el rollito que le das a tu personaje, pero aún asi estoy enganchada ains.. a ver como acaba

Doctor Spawlding dijo...

jajajaja pues no te queda nada con ver con mi personaje. Ya veras, ya. Aunque una pista ya he dado.